Sin el gobierno que imponga el orden y nos provea de los servicios, muchos consideran que la vida no merecería ser vivida. Pero dos profesores locales, uno en Virginia y el otro en Maryland, se están cuestionando esta hipótesis largamente sostenida.
Tanto el profesor de economía de la George Mason University Alexander Tabarrok como el profesor de asuntos públicos de la University of Maryland Robert Nelson contribuyeron a “The Voluntary City,” un libro publicado por The Independent Institute con sede en Oakland, California (www.independent.org), el cual desafía “la presunción de que los mercados no pueden proporcionar la adecuada infraestructura urbana.”
Ese es un “mito urbano” fácilmente refutado por la historia, le dijo Tabarrok – quien es además el director de investigaciones del Instituto – al The Journal. “Cuanto más lo estudiamos, más descubrimos que existen mayores beneficios cuando nos concentramos menos en la política y más en las eficiencias económicas.”
El economista de la GMU afirma que una nueva mirada al antecedente histórico ofrece una profusa prueba de que las comunidades privadas construidas y mantenidas mediante la cooperación mutua, no del gobierno coercitivo, no solamente son posibles sino que son una “realidad histórica.”
“Por ejemplo, en Gran Bretaña durante la Revolución Industrial, las viviendas eran enteramente propiedad privada, desde los castillos hasta las viviendas de los pobres. Muchas personas consideran que estas viviendas, especialmente para los pobres, eran de baja calidad. Pero muchas de ellas existen aún en la actualidad, mientras que las viviendas públicas construidas en los Estados Unidos durante los años 50 y 60 son una ruina completa, y gran parte de las mismas tuvieron que ser demolidas.”
Tabarrok sostiene que sus colegas economistas han fallado en explicar el alcance de la iniciativa privada, y que su teoría de la “falla del mercado” en áreas tales como el orden público, los servicios sociales y la educación fracasa al no incluir “una teoría de la falla del gobierno.”
El libro sostiene que “la mayoría de las propuestas para mejorar a las comunidades reposan sobre los renovados esfuerzos gubernamentales – sin reconocer que la inflexibilidad y la precaria responsabilidad de los gobiernos han por lo general empeorado los males de la sociedad.”
La ciudad voluntaria es, sostienen, “un paradigma para la comunidad del mañana.” Si eso le suena fantasioso a una generación acostumbrada a que los programas gubernamentales abarquen todos los aspectos de la vida, los autores afirman que “todos sus pilares fundamentales – la infraestructura física, los servicios y el marco institucional que posibilitan la vida en las comunidades – han sido en distintas épocas y lugares proveídos por la iniciativa privada.”
De hecho, sostiene Nelson de la University of Maryland, la difusión de lo que él denomina la posesión de la propiedad colectiva en la forma de un condominio, las asociaciones de propietarios y vecinales “pueden incluso probar que tienen tanta significación social como la difusión de la forma corporativa de la posesión colectiva de la propiedad de una empresa privada en la segunda mitad del siglo 19.”
Propone eliminar las leyes de zonificación existentes y establecer asociaciones voluntarias en los vecindarios más antiguos, las cuales beneficiarían a los residentes mediante el otorgamiento de derechos de voto a los individuos que posean una propiedad y vivan allí, no a políticos electos influenciados por personas que viven en cualquier otra parte.
Dicha influencia sobre los finos detalles de la arquitectura, el mantenimiento y otras cuestiones estéticas por parte de personas ajenas comúnmente dan lugar a un vecindario que se ve obligado a aceptar algo que no desea, puntualiza correctamente Nelson..
Y enfrentémoslo: En el complicado sistema de “negociaciones y exacciones” en las prácticas actuales de zonificación, el cual implica “poco más que la venta de la zonificación,” no es el rico quien a menudo termina siendo el más perjudicado.
Traducido por Gabriel Gasave
¿La ciudad voluntaria?
Sin el gobierno que imponga el orden y nos provea de los servicios, muchos consideran que la vida no merecería ser vivida. Pero dos profesores locales, uno en Virginia y el otro en Maryland, se están cuestionando esta hipótesis largamente sostenida.
Tanto el profesor de economía de la George Mason University Alexander Tabarrok como el profesor de asuntos públicos de la University of Maryland Robert Nelson contribuyeron a “The Voluntary City,” un libro publicado por The Independent Institute con sede en Oakland, California (www.independent.org), el cual desafía “la presunción de que los mercados no pueden proporcionar la adecuada infraestructura urbana.”
Ese es un “mito urbano” fácilmente refutado por la historia, le dijo Tabarrok – quien es además el director de investigaciones del Instituto – al The Journal. “Cuanto más lo estudiamos, más descubrimos que existen mayores beneficios cuando nos concentramos menos en la política y más en las eficiencias económicas.”
El economista de la GMU afirma que una nueva mirada al antecedente histórico ofrece una profusa prueba de que las comunidades privadas construidas y mantenidas mediante la cooperación mutua, no del gobierno coercitivo, no solamente son posibles sino que son una “realidad histórica.”
“Por ejemplo, en Gran Bretaña durante la Revolución Industrial, las viviendas eran enteramente propiedad privada, desde los castillos hasta las viviendas de los pobres. Muchas personas consideran que estas viviendas, especialmente para los pobres, eran de baja calidad. Pero muchas de ellas existen aún en la actualidad, mientras que las viviendas públicas construidas en los Estados Unidos durante los años 50 y 60 son una ruina completa, y gran parte de las mismas tuvieron que ser demolidas.”
Tabarrok sostiene que sus colegas economistas han fallado en explicar el alcance de la iniciativa privada, y que su teoría de la “falla del mercado” en áreas tales como el orden público, los servicios sociales y la educación fracasa al no incluir “una teoría de la falla del gobierno.”
El libro sostiene que “la mayoría de las propuestas para mejorar a las comunidades reposan sobre los renovados esfuerzos gubernamentales – sin reconocer que la inflexibilidad y la precaria responsabilidad de los gobiernos han por lo general empeorado los males de la sociedad.”
La ciudad voluntaria es, sostienen, “un paradigma para la comunidad del mañana.” Si eso le suena fantasioso a una generación acostumbrada a que los programas gubernamentales abarquen todos los aspectos de la vida, los autores afirman que “todos sus pilares fundamentales – la infraestructura física, los servicios y el marco institucional que posibilitan la vida en las comunidades – han sido en distintas épocas y lugares proveídos por la iniciativa privada.”
De hecho, sostiene Nelson de la University of Maryland, la difusión de lo que él denomina la posesión de la propiedad colectiva en la forma de un condominio, las asociaciones de propietarios y vecinales “pueden incluso probar que tienen tanta significación social como la difusión de la forma corporativa de la posesión colectiva de la propiedad de una empresa privada en la segunda mitad del siglo 19.”
Propone eliminar las leyes de zonificación existentes y establecer asociaciones voluntarias en los vecindarios más antiguos, las cuales beneficiarían a los residentes mediante el otorgamiento de derechos de voto a los individuos que posean una propiedad y vivan allí, no a políticos electos influenciados por personas que viven en cualquier otra parte.
Dicha influencia sobre los finos detalles de la arquitectura, el mantenimiento y otras cuestiones estéticas por parte de personas ajenas comúnmente dan lugar a un vecindario que se ve obligado a aceptar algo que no desea, puntualiza correctamente Nelson..
Y enfrentémoslo: En el complicado sistema de “negociaciones y exacciones” en las prácticas actuales de zonificación, el cual implica “poco más que la venta de la zonificación,” no es el rico quien a menudo termina siendo el más perjudicado.
Traducido por Gabriel Gasave
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