La ironía de la aseveración del presidente Obama formulada el viernes [9 de agosto] de que Edward Snowden “provocó una respuesta mucho más rápida y apasionada” que la que el presidente ya había planeado llevar a cabo para reformar las prácticas estadounidenses de recolección de inteligencia, es que el Sr. Snowden ha afirmado que se encontró bastamente motivado a realizar sus revelaciones ante el fracaso del Sr. Obama en cumplir con sus promesas de campaña:
Las promesas de campaña y la elección de Obama me dieron fe de que nos conduciría hacia la resolución de los problemas que delineó en su búsqueda de votos. Muchos estadounidenses sintieron lo mismo. Desafortunadamente, poco después de asumir el poder, cerró la puerta a la investigación de las sistemáticas violaciones de la ley, profundizó y expandió varios programas abusivos, y se negó a gastar el capital político para poner fin al tipo de violaciones a los derechos humanos como las que vemos en Guantánamo, donde aún hay hombres sin haber recibido cargos.
The New York Times señala que las actualmente prometidas reformas de Obama son insustanciales, y simplemente “cambios menores en los abusivos programas de vigilancia de la nación”.
Los cínicos entre nosotros podrían pensar que las promesas del presidente Obama de instituir reformas para protecciones mejoradas de la privacidad para el pueblo estadounidense son simplemente una respuesta a las recientes encuestas de opinión que muestran que los estadounidenses están, por primera vez desde el 11 de septiembre de 2011, más preocupados por los abusos a las libertades civiles que por el terrorismo.
Hay un viejo refrán que dice: “Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, es mía”. Por lo tanto, ¿le creemos ahora al presidente?
El candidato presidencial Obama prometió poner fin a las guerras en Afganistán e Irak, cerrar Guantánamo y terminar con el uso de la tortura, por lo cual fue preventivamente galardonado con el Premio Nobel de la Paz.
Sin embargo, en lugar de negociar un transición responsable desde la ocupación al autogobierno de Irak—incluyendo la promoción de propuestas como la partición del país a favor de la paz—los iraquíes fueron esencialmente abandonados. Julio marcó el mes más luctuoso en Irak desde 2008.
En Afganistán, donde el Secretario de Estado Kerry renovó recientemente la promesa de retirar las tropas de los Estados Unidos, las muertes de civiles han aumentado un 23 por ciento con respecto al año anterior. La violencia en la región ha aumentado en todo el territorio, a medida que los insurgentes sacan ventaja de la reducción de las tropas extranjeras. Ha habido más de 300 ataques con aviones no tripulados en Pakistán durante la presidencia de Obama—más de seis veces que durante el gobierno de Bush—matando a cientos de civiles, 64 niños y cuatro estadounidenses. La cárcel de Guantánamo, por supuesto, sigue abierta, con sus detenidos en un perpetuo purgatorio, al parecer para nunca ser ni acusados ni liberados, y dice mucho que el presidente Obama designase a James Comey, “quien en dos ocasiones suscribió memorandos sobre la tortura prestando conformidad para la técnica de ahogamiento o ‘submarino’, los golpes contra la pared, y otras formas de tortura”, como Director del FBI.
¿Y qué hay de la promesa del presidente electo Obama de “establecer un sistema de transparencia, participación pública y colaboración”? Las revelaciones han demostrado nada más que intentos de cerrar la transparencia: el monitoreo del Departamento de Justicia de la agencia noticiosa AP y periodistas del canal Fox News, el ex agente de la CIA John Kiriakou condenado a dos años de cárcel por denunciar el uso por parte de la agencia de la tortura, Bradley Manning mantenido durante tres años bajo condiciones de tortura y acusado de casi veinte delitos para asegurar que estará en prisión por el resto de su vida, Edward Snowden acusado de tres delitos por revelar crímenes de guerra de los Estados Unidos y la violación sistemática de los derechos de los estadounidenses a la privacidad. Y sólo la extraordinaria presión de mantener como rehenes a los nombramientos en el gabinete de Obama obligó al gobierno a revelar (de manera limitada) su memorando secreto sobre el direccionamiento contra estadounidenses con aviones no tripulados, y el empleo de aviones no tripulados en territorio estadounidense. En total, el presidente Obama ha acusado a ocho personas en los términos de la Ley de Espionaje de 1917—más del doble del número de acusados durante todas las administraciones anteriores juntas desde la promulgación de la Ley hace casi un siglo. De hecho, en lugar de alentar a los empleados federales a sacar las malas prácticas a la luz, el presidente Obama ha en cambio instituido el programa de “amenazas internas”, haciendo que los empleados federales sean espías los unos de los otros.
Dados los antecedentes del presidente Obama en cumplir sus promesas—y las increíblemente altas apuestas del gobierno a la captura y el almacenamiento de forma indefinida de virtualmente todas las comunicaciones, transacciones, y actividades de todos los estadounidenses—debemos exigir una prueba más allá de las promesas: un fin a todos los programas de aviones no tripulados, el cierre de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), el desmantelamiento de las instalaciones de Bluffdale destinadas al almacenamiento de datos de todos los estadounidenses, la derogación de la Ley Patriota, la liberación y exoneración de los denunciantes, el fin del gobierno por decreto, y el retorno a la estricta observancia de la Constitución y de las diez enmiendas del Bill of Rights.
Traducido por Gabriel Gasave
Obama: Si me engañas tres veces, ¿de quién es la culpa?
La ironía de la aseveración del presidente Obama formulada el viernes [9 de agosto] de que Edward Snowden “provocó una respuesta mucho más rápida y apasionada” que la que el presidente ya había planeado llevar a cabo para reformar las prácticas estadounidenses de recolección de inteligencia, es que el Sr. Snowden ha afirmado que se encontró bastamente motivado a realizar sus revelaciones ante el fracaso del Sr. Obama en cumplir con sus promesas de campaña:
The New York Times señala que las actualmente prometidas reformas de Obama son insustanciales, y simplemente “cambios menores en los abusivos programas de vigilancia de la nación”.
Los cínicos entre nosotros podrían pensar que las promesas del presidente Obama de instituir reformas para protecciones mejoradas de la privacidad para el pueblo estadounidense son simplemente una respuesta a las recientes encuestas de opinión que muestran que los estadounidenses están, por primera vez desde el 11 de septiembre de 2011, más preocupados por los abusos a las libertades civiles que por el terrorismo.
Hay un viejo refrán que dice: “Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, es mía”. Por lo tanto, ¿le creemos ahora al presidente?
El candidato presidencial Obama prometió poner fin a las guerras en Afganistán e Irak, cerrar Guantánamo y terminar con el uso de la tortura, por lo cual fue preventivamente galardonado con el Premio Nobel de la Paz.
Sin embargo, en lugar de negociar un transición responsable desde la ocupación al autogobierno de Irak—incluyendo la promoción de propuestas como la partición del país a favor de la paz—los iraquíes fueron esencialmente abandonados. Julio marcó el mes más luctuoso en Irak desde 2008.
En Afganistán, donde el Secretario de Estado Kerry renovó recientemente la promesa de retirar las tropas de los Estados Unidos, las muertes de civiles han aumentado un 23 por ciento con respecto al año anterior. La violencia en la región ha aumentado en todo el territorio, a medida que los insurgentes sacan ventaja de la reducción de las tropas extranjeras. Ha habido más de 300 ataques con aviones no tripulados en Pakistán durante la presidencia de Obama—más de seis veces que durante el gobierno de Bush—matando a cientos de civiles, 64 niños y cuatro estadounidenses. La cárcel de Guantánamo, por supuesto, sigue abierta, con sus detenidos en un perpetuo purgatorio, al parecer para nunca ser ni acusados ni liberados, y dice mucho que el presidente Obama designase a James Comey, “quien en dos ocasiones suscribió memorandos sobre la tortura prestando conformidad para la técnica de ahogamiento o ‘submarino’, los golpes contra la pared, y otras formas de tortura”, como Director del FBI.
¿Y qué hay de la promesa del presidente electo Obama de “establecer un sistema de transparencia, participación pública y colaboración”? Las revelaciones han demostrado nada más que intentos de cerrar la transparencia: el monitoreo del Departamento de Justicia de la agencia noticiosa AP y periodistas del canal Fox News, el ex agente de la CIA John Kiriakou condenado a dos años de cárcel por denunciar el uso por parte de la agencia de la tortura, Bradley Manning mantenido durante tres años bajo condiciones de tortura y acusado de casi veinte delitos para asegurar que estará en prisión por el resto de su vida, Edward Snowden acusado de tres delitos por revelar crímenes de guerra de los Estados Unidos y la violación sistemática de los derechos de los estadounidenses a la privacidad. Y sólo la extraordinaria presión de mantener como rehenes a los nombramientos en el gabinete de Obama obligó al gobierno a revelar (de manera limitada) su memorando secreto sobre el direccionamiento contra estadounidenses con aviones no tripulados, y el empleo de aviones no tripulados en territorio estadounidense. En total, el presidente Obama ha acusado a ocho personas en los términos de la Ley de Espionaje de 1917—más del doble del número de acusados durante todas las administraciones anteriores juntas desde la promulgación de la Ley hace casi un siglo. De hecho, en lugar de alentar a los empleados federales a sacar las malas prácticas a la luz, el presidente Obama ha en cambio instituido el programa de “amenazas internas”, haciendo que los empleados federales sean espías los unos de los otros.
Dados los antecedentes del presidente Obama en cumplir sus promesas—y las increíblemente altas apuestas del gobierno a la captura y el almacenamiento de forma indefinida de virtualmente todas las comunicaciones, transacciones, y actividades de todos los estadounidenses—debemos exigir una prueba más allá de las promesas: un fin a todos los programas de aviones no tripulados, el cierre de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), el desmantelamiento de las instalaciones de Bluffdale destinadas al almacenamiento de datos de todos los estadounidenses, la derogación de la Ley Patriota, la liberación y exoneración de los denunciantes, el fin del gobierno por decreto, y el retorno a la estricta observancia de la Constitución y de las diez enmiendas del Bill of Rights.
Traducido por Gabriel Gasave
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