Un reciente editorial en el Washington Post destacaba que, mientras miles habían muerto a causa del Huracán Mitch en América Central, había ya transcurrido un cuarto de siglo desde que un huracán matara a más de cien personas en los Estados Unidos. Además, el autor del editorial entiende el porqué de esto: somos un país más próspero, lo cual nos permite una mejor habilidad para predecir los huracanes y para lidiar con ellos a través de edificios más robustos, evacuaciones masivas y más—y mejor—atención médica.
Sintetizando: la riqueza es un factor importante para mejorar la seguridad. Esto es por lo general ignorado por completo por los defensores de la seguridad, quienes formulan grandilocuentes pronunciamientos de que “cualquiera que sea el costo, el mismo se justifica si tan sólo salva una vida humana.”
Sacrificar la riqueza significa sacrificar la seguridad y en última instancia implica sacrificar vidas. Si los reglamentos en particular salvan o no más vidas de manera directa de lo que ellas cuestan indirectamente al sacrificar o inhibir la creación de riqueza, es una cuestión empírica. Pero es un interrogante que muy pocas veces se formula.
A pesar de su comienzo promisorio, el editorial del Washington Post nunca llega al punto de ver la necesidad de reconsiderar las cruzadas por la seguridad, las cuales sacrifican riqueza. En cambio, el Post simplemente exige el envío de dinero a América Central y la disminución del “recalentamiento global” a efectos de reducir el número de huracanes.
Los asombrosos costos de la cruzada contra el “recalentamiento global”—tanto directamente en gastos como indirectamente en posibles sacrificios de riqueza aún mayores debido a las draconianas restricciones sobre la producción—resultan dolorosamente irónicos ante la opinión del Post reconociendo que la riqueza mejora enormemente a la seguridad.
Nada de esto llega a los interrogantes más profundos respecto de la evidencia empírica sobre la cual está basada la cruzada contra el “recalentamiento global.” La información climatológica satelital cuenta una historia muy diferente a aquella expresada por los modelos de computación o por las lecturas de las temperaturas tomadas cerca de las ciudades, las que generan su propio calor.
El científico que estableció el sistema estadounidense de satélites meteorológicos, el Dr. S. Fred Singer, ha expresado gran escepticismo respecto de sí el globo se ha vuelto en los hechos más cálido en años recientes. Las lecturas de las temperaturas de los satélites climáticos no evidencian eso. El análisis cuidadoso de la información proveniente de una variedad de fuentes, realizado por el Dr. Singer en su libro Hot Talk, Cold Science, está en agudo contraste con las simplicidades histéricas de los defensores del “recalentamiento global” y de los políticos.
Conclusiones similares son explicadas en el nivel de un lego en el reciente libro de Thomas G. Moore, Climate of Fear—un trabajo elogiado por Edward Teller y por un ex presidente de la American Academy of Sciences, entre otros.
El punto central es que la seguridad implica compensaciones, como cualquier otra cosa. Desgraciadamente, los liberales* tienden a no pensar en términos de compensaciones sino que en cambio procuran buscar “soluciones.” En ningún otro plano es esto más cierto que en los asuntos que involucran a la seguridad.
Los dispositivos de seguridad obligatorios para las armas constituyen una de las cruzadas más recientes. La mayoría de las armas de fuego ya poseen mecanismos de seguridad de uno u otro tipo, pero los defensores de la seguridad están presionando para que sean impuestos más de tales dispositivos. Parece que nunca se les ocurre que más seguridad en un aspecto puede significar menos seguridad respecto de otros.
Una de las últimas ideas de alta tecnología es la de hacer que el propietario de una arma use una muñequera que emita señales electrónicas, sin la cual el arma no puede ser disparada. De esa manera, los niños u otros que encuentran el arma no podrán usarla.
La otra cara de la moneda es que este y otros nuevos dispositivos de seguridad aumentan los peligros al volver el arma menos accesible cuando la misma resulta necesaria en caso de defensa propia. Cuando hay un intruso armado en nuestro hogar en el medio de la noche, usted no puede pedir “tiempo” mientras se pone a buscar su muñequera. Tampoco puede que haya tiempo para deshacer todos los nuevos dispositivos de seguridad que terceras partes han elegido imponer a través de la ley.
Un reciente estudio de la University of Chicago mostraba que los ciudadanos armados tienen un impacto mayor sobre la reducción de los crímenes violentos. Aquellos que constantemente se encuentran procurando desarmar a los ciudadanos respetuosos de la ley, le cierran completamente sus ojos a dicha evidencia. Los cruzados no desean ser confundidos por el análisis del costo-beneficio.
Las cruzadas por la seguridad generan también peligros políticos. No importa qué política se siga en cualquier materia de seguridad, nada será jamás completamente seguro. Esto significa que existirá siempre un cheque en blanco para una expansión sin fin de las leyes y de las reglamentaciones, al menos hasta que comencemos a sopesar una cosa contra la otra.
*Nota del Traductor:
El término liberal es aquí utilizado con la acepción estadounidense del mismo, la que hace referencia al partidario del intervensionismo y del dirigismo estatal.
Traducido por Gabriel Gasave
La seguridad y la riqueza
Un reciente editorial en el Washington Post destacaba que, mientras miles habían muerto a causa del Huracán Mitch en América Central, había ya transcurrido un cuarto de siglo desde que un huracán matara a más de cien personas en los Estados Unidos. Además, el autor del editorial entiende el porqué de esto: somos un país más próspero, lo cual nos permite una mejor habilidad para predecir los huracanes y para lidiar con ellos a través de edificios más robustos, evacuaciones masivas y más—y mejor—atención médica.
Sintetizando: la riqueza es un factor importante para mejorar la seguridad. Esto es por lo general ignorado por completo por los defensores de la seguridad, quienes formulan grandilocuentes pronunciamientos de que “cualquiera que sea el costo, el mismo se justifica si tan sólo salva una vida humana.”
Sacrificar la riqueza significa sacrificar la seguridad y en última instancia implica sacrificar vidas. Si los reglamentos en particular salvan o no más vidas de manera directa de lo que ellas cuestan indirectamente al sacrificar o inhibir la creación de riqueza, es una cuestión empírica. Pero es un interrogante que muy pocas veces se formula.
A pesar de su comienzo promisorio, el editorial del Washington Post nunca llega al punto de ver la necesidad de reconsiderar las cruzadas por la seguridad, las cuales sacrifican riqueza. En cambio, el Post simplemente exige el envío de dinero a América Central y la disminución del “recalentamiento global” a efectos de reducir el número de huracanes.
Los asombrosos costos de la cruzada contra el “recalentamiento global”—tanto directamente en gastos como indirectamente en posibles sacrificios de riqueza aún mayores debido a las draconianas restricciones sobre la producción—resultan dolorosamente irónicos ante la opinión del Post reconociendo que la riqueza mejora enormemente a la seguridad.
Nada de esto llega a los interrogantes más profundos respecto de la evidencia empírica sobre la cual está basada la cruzada contra el “recalentamiento global.” La información climatológica satelital cuenta una historia muy diferente a aquella expresada por los modelos de computación o por las lecturas de las temperaturas tomadas cerca de las ciudades, las que generan su propio calor.
El científico que estableció el sistema estadounidense de satélites meteorológicos, el Dr. S. Fred Singer, ha expresado gran escepticismo respecto de sí el globo se ha vuelto en los hechos más cálido en años recientes. Las lecturas de las temperaturas de los satélites climáticos no evidencian eso. El análisis cuidadoso de la información proveniente de una variedad de fuentes, realizado por el Dr. Singer en su libro Hot Talk, Cold Science, está en agudo contraste con las simplicidades histéricas de los defensores del “recalentamiento global” y de los políticos.
Conclusiones similares son explicadas en el nivel de un lego en el reciente libro de Thomas G. Moore, Climate of Fear—un trabajo elogiado por Edward Teller y por un ex presidente de la American Academy of Sciences, entre otros.
El punto central es que la seguridad implica compensaciones, como cualquier otra cosa. Desgraciadamente, los liberales* tienden a no pensar en términos de compensaciones sino que en cambio procuran buscar “soluciones.” En ningún otro plano es esto más cierto que en los asuntos que involucran a la seguridad.
Los dispositivos de seguridad obligatorios para las armas constituyen una de las cruzadas más recientes. La mayoría de las armas de fuego ya poseen mecanismos de seguridad de uno u otro tipo, pero los defensores de la seguridad están presionando para que sean impuestos más de tales dispositivos. Parece que nunca se les ocurre que más seguridad en un aspecto puede significar menos seguridad respecto de otros.
Una de las últimas ideas de alta tecnología es la de hacer que el propietario de una arma use una muñequera que emita señales electrónicas, sin la cual el arma no puede ser disparada. De esa manera, los niños u otros que encuentran el arma no podrán usarla.
La otra cara de la moneda es que este y otros nuevos dispositivos de seguridad aumentan los peligros al volver el arma menos accesible cuando la misma resulta necesaria en caso de defensa propia. Cuando hay un intruso armado en nuestro hogar en el medio de la noche, usted no puede pedir “tiempo” mientras se pone a buscar su muñequera. Tampoco puede que haya tiempo para deshacer todos los nuevos dispositivos de seguridad que terceras partes han elegido imponer a través de la ley.
Un reciente estudio de la University of Chicago mostraba que los ciudadanos armados tienen un impacto mayor sobre la reducción de los crímenes violentos. Aquellos que constantemente se encuentran procurando desarmar a los ciudadanos respetuosos de la ley, le cierran completamente sus ojos a dicha evidencia. Los cruzados no desean ser confundidos por el análisis del costo-beneficio.
Las cruzadas por la seguridad generan también peligros políticos. No importa qué política se siga en cualquier materia de seguridad, nada será jamás completamente seguro. Esto significa que existirá siempre un cheque en blanco para una expansión sin fin de las leyes y de las reglamentaciones, al menos hasta que comencemos a sopesar una cosa contra la otra.
*Nota del Traductor:
El término liberal es aquí utilizado con la acepción estadounidense del mismo, la que hace referencia al partidario del intervensionismo y del dirigismo estatal.
Traducido por Gabriel Gasave
Control de armasDerecho y libertadEnergía y medioambiente
Artículos relacionados
¿No lo saben?
Muchos de nosotros, que recordamos cuando los europeos del este eran encarcelados tras...
El mundo se enfrenta a la hora de la verdad inflacionaria
La inflación de precios de dos dígitos ya está aquí. Cualquiera que preste...
Cuba es degradada a "no es verdadero socialismo"
Si el Partido Socialista de Gran Bretaña es una autoridad en estas cosas,...
Cómo generan pobreza los ricos
Tanto en los ámbitos académicos como en los círculos intelectuales contemporáneos, es común...
Artículos de tendencia
Blogs de tendencia