Suiza votó recientemente imponer cuotas de inmigración en lo que supone un desafío directo contra la Unión Europea, donde se origina la mayoría de los extranjeros que se instalan en ese país. El resultado del referéndum, que le otorga el gobierno suizo tres años para renegociar sus acuerdos internacionales y armonizarlos con la decisión de poner límites a los recién llegados, ha sacudido los cimientos del mercado único de Europa. También anticipa la fuerza del voto de la extrema derecha en las próximas elecciones al Parlamento Europeo.
A pesar de que no pertenece a la UE, Suiza está obligada por una serie de tratados a la libre circulación de personas de la Unión de 28 miembros. Diversos mecanismos permiten a los países fuera de la UE acceder a su mercado único. Uno de ellos es el Área Económica Europea, a la que los suizos no pertenecen, tras haberla rechazado en un referéndum hace ya un tiempo. Otro es un acuerdo de asociación que Suiza aceptó hace unos años. Entre otros requisitos, Berna está obligada a permitir que los europeos se muevan libremente a través de sus fronteras. Gracias a esta rentable asociación, el 56 por ciento de las exportaciones suizas van a la UE.
La reacción de Bruselas a las cuotas de inmigración suizas ha sido dura. Europa ha amenazado con imponer barreras comerciales y ha suspendido ya la participación del país alpino en programas de investigación y educación. La verdadera razón detrás de la represalia de la UE tiene que ver con la amenaza que el voto suizo representa para la propia unión, donde diversos aspectos de la integración se encuentran bajo serias críticas. Gran Bretaña, por ejemplo, ha estado pidiendo a Europa renegociar los términos de su relación con los otros 27 miembros. (El primer ministro David Cameron cree que esta es la única manera de persuadir a los británicos a votar por el Sí en el referéndum sobre la continuidad de la pertenencia del Reino Unido en 2017). Otras partes de alto perfil en el resto de Europa han adoptado una postura similar. El voto suizo los envalentonará.
El crecimiento de la extrema derecha de Europa, que es fuertemente antiinmigración, será casi seguramente confirmado en las elecciones al Parlamento Europeo en mayo. De acuerdo con una encuesta publicada en Le Monde, Marine Le Pen, líder del Frente Nacional de Francia, es vista favorablemente por el 58 por ciento de la gente y su partido cuenta con el apoyo del 34 por ciento. La conexión entre el referéndum suizo y el resurgimiento del nacionalismo en Europa no se debe tanto al hecho de que la votación fue ganada por el derechista y populista Partido del Pueblo Suizo (la única organización que hizo campaña a favor de la iniciativa), sino al hecho de que los partidos afines en toda la UE se beneficiarán de este desafío directo al mercado único que apuntala la unión. Si Suiza, un enclave situado en el centro del continente, puede renegociar sus vínculos umbilicales con el resto de Europa porque está harto de la inmigración, ¿por qué no los propios miembros de la UE?
El estímulo que el referéndum suizo dará a la extrema derecha Europa fortalecerá a su vez a los euroescépticos más civilizados, que cuestionan acertadamente los aspectos burocráticos y constructivistas de la unión pero albergan erróneamente sentimientos nacionalistas en contra de la libre circulación de personas a través de la región. El argumento que los conservadores británicos usarán es predecible: O bien la UE se compromete a renegociar los términos de la membrecía, o la extrema derecha llegará a dominar la política de varios países vecinos, donde los sentimientos contra la unión ya son muy altos. Los euroescépticos utilizarán el voto suizo para dar una apariencia de eurofilia a su antipatía hacia la unión y su premisa básica – la erosión de la soberanía nacional.
Es cierto que casi una cuarta parte de la población suiza es de origen extranjero, pero gran parte de esta inmigración tiene que ver con los trabajadores altamente calificados necesarios para sostener las competitivas y globalmente orientadas empresas del país.
Ni siquiera en los peores momentos desde el estallido de la burbuja la economía suiza se ha visto afectada negativamente por la inmigración. Por el contrario, ha sido uno de los pocos países que logró capear con éxito el temporal que siguió a la burbuja. ¡Qué lástima que, a causa de un referéndum ganado por sólo 20.000 votos, lo mejor del proyecto europeo, a saber el mercado único y la libre circulación de personas y bienes, se encuentre actualmente bajo una seria amenaza!
Traducido por Gabriel Gasave
Las cuotas de inmigración suizas amenazan lo mejor del proyecto europeo
Suiza votó recientemente imponer cuotas de inmigración en lo que supone un desafío directo contra la Unión Europea, donde se origina la mayoría de los extranjeros que se instalan en ese país. El resultado del referéndum, que le otorga el gobierno suizo tres años para renegociar sus acuerdos internacionales y armonizarlos con la decisión de poner límites a los recién llegados, ha sacudido los cimientos del mercado único de Europa. También anticipa la fuerza del voto de la extrema derecha en las próximas elecciones al Parlamento Europeo.
A pesar de que no pertenece a la UE, Suiza está obligada por una serie de tratados a la libre circulación de personas de la Unión de 28 miembros. Diversos mecanismos permiten a los países fuera de la UE acceder a su mercado único. Uno de ellos es el Área Económica Europea, a la que los suizos no pertenecen, tras haberla rechazado en un referéndum hace ya un tiempo. Otro es un acuerdo de asociación que Suiza aceptó hace unos años. Entre otros requisitos, Berna está obligada a permitir que los europeos se muevan libremente a través de sus fronteras. Gracias a esta rentable asociación, el 56 por ciento de las exportaciones suizas van a la UE.
La reacción de Bruselas a las cuotas de inmigración suizas ha sido dura. Europa ha amenazado con imponer barreras comerciales y ha suspendido ya la participación del país alpino en programas de investigación y educación. La verdadera razón detrás de la represalia de la UE tiene que ver con la amenaza que el voto suizo representa para la propia unión, donde diversos aspectos de la integración se encuentran bajo serias críticas. Gran Bretaña, por ejemplo, ha estado pidiendo a Europa renegociar los términos de su relación con los otros 27 miembros. (El primer ministro David Cameron cree que esta es la única manera de persuadir a los británicos a votar por el Sí en el referéndum sobre la continuidad de la pertenencia del Reino Unido en 2017). Otras partes de alto perfil en el resto de Europa han adoptado una postura similar. El voto suizo los envalentonará.
El crecimiento de la extrema derecha de Europa, que es fuertemente antiinmigración, será casi seguramente confirmado en las elecciones al Parlamento Europeo en mayo. De acuerdo con una encuesta publicada en Le Monde, Marine Le Pen, líder del Frente Nacional de Francia, es vista favorablemente por el 58 por ciento de la gente y su partido cuenta con el apoyo del 34 por ciento. La conexión entre el referéndum suizo y el resurgimiento del nacionalismo en Europa no se debe tanto al hecho de que la votación fue ganada por el derechista y populista Partido del Pueblo Suizo (la única organización que hizo campaña a favor de la iniciativa), sino al hecho de que los partidos afines en toda la UE se beneficiarán de este desafío directo al mercado único que apuntala la unión. Si Suiza, un enclave situado en el centro del continente, puede renegociar sus vínculos umbilicales con el resto de Europa porque está harto de la inmigración, ¿por qué no los propios miembros de la UE?
El estímulo que el referéndum suizo dará a la extrema derecha Europa fortalecerá a su vez a los euroescépticos más civilizados, que cuestionan acertadamente los aspectos burocráticos y constructivistas de la unión pero albergan erróneamente sentimientos nacionalistas en contra de la libre circulación de personas a través de la región. El argumento que los conservadores británicos usarán es predecible: O bien la UE se compromete a renegociar los términos de la membrecía, o la extrema derecha llegará a dominar la política de varios países vecinos, donde los sentimientos contra la unión ya son muy altos. Los euroescépticos utilizarán el voto suizo para dar una apariencia de eurofilia a su antipatía hacia la unión y su premisa básica – la erosión de la soberanía nacional.
Es cierto que casi una cuarta parte de la población suiza es de origen extranjero, pero gran parte de esta inmigración tiene que ver con los trabajadores altamente calificados necesarios para sostener las competitivas y globalmente orientadas empresas del país.
Ni siquiera en los peores momentos desde el estallido de la burbuja la economía suiza se ha visto afectada negativamente por la inmigración. Por el contrario, ha sido uno de los pocos países que logró capear con éxito el temporal que siguió a la burbuja. ¡Qué lástima que, a causa de un referéndum ganado por sólo 20.000 votos, lo mejor del proyecto europeo, a saber el mercado único y la libre circulación de personas y bienes, se encuentre actualmente bajo una seria amenaza!
Traducido por Gabriel Gasave
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