Caperucita, el lobo y la canasta de monedas
Abril de 2001
(Puede verse también Cómo salir de la convertibilidad)
Durante décadas la Argentina ha sido una perfecta versión tercermundista de Disneylandia. El escenario ha estado ocupado por personajes por todos bien conocidos, casi siempre animales, y que responden a un libreto trillado y predecible. La diferencia radica en que para ingresar a ese centro de entretenimiento la gente está dispuesta a oblar abultadas sumas en concepto de entrada, mientras que en la versión local, muchos darían lo que no tienen por salir cuanto antes y marcharse bien lejos.
El Disney criollo ha sido, cabe reconocerlo, bastante profuso en distracciones. Así es que hemos podido visitar el tétrico Castillo del Ahorro Forzoso; cruzar un río infestado de burócratas hambrientos a través del Puente del Blindaje Financiero, gozar de descuentos en el Día del Feriado Bancario y asistir a un Festival de Bonos; deglutir un calórico Combo o Paquete de Leyes en los fastuosos salones del Palacio de la Risa, también conocido como Congreso Nacional; deslizarnos por el Tobogán del Encaje Bancario e interactuar en un genuino Coto de Caza Bilingüe llamado Mercosur.
Fiel a las premisas que reza que “el show debe seguir”, actualmente se está preparando el lanzamiento de un nuevo parque temático, esta vez inspirado en el famoso cuento de Caperucita Roja, escrito originalmente por el francés Charles Perrault hace más de 300 años: El Mundo del Dinero Flexible o simplemente La Canasta de Monedas. Por tal motivo, en una desesperada y enérgica búsqueda por abandonar la actual política monetaria sin caer en el colapso inflacionario, el prolífico libretista otrora autor de la Ley de Convertibilidad, pretende ahora dotar a la misma de cierta flexibilidad, y respaldar la base monetaria local con una combinación o “canasta” conformada en partes iguales por dólares y euros.
Presuntamente, la intención sería lograr un aumento de la competitividad del país en los mercados internacionales, la que hoy día se vería limitada en virtud de la vinculación exclusiva del peso con una moneda altamente valorizada como el dólar estadounidense.
En los hechos, no es preciso ser muy despierto para percatarse que la idea es la de recuperar para la clase política “el instrumento monetario” a efectos de cerrar la brecha del déficit fiscal, sin disminuir un ápice los egresos públicos.
La actual política monetaria reposa sobre la ficción de que un peso y un dólar son la misma cosa. Ficción que ahora pretende ser reemplazada por otra, en la cual un peso representará a medio dólar y a medio euro.
Nos parece que el mejor camino para abandonar el actual esquema monetario no es el que ahora se propone ya que una variación por ley de la paridad cambiaria y el pasaje a una canasta monetaria supondría una crisis de confianza y una alteración de los precios relativos de tal magnitud, que bastarían unos pocos días para volver a vivir situaciones similares a las experimentadas durante los años ochenta.
Debe recordarse, que cuando en 1991 se “ató” al peso con el dólar, dicha vinculación no fue fruto del capricho o del azar, sino simplemente un reconocimiento del significado que esa moneda tenía “de facto” para la gente, ya que durante años la había elegido para refugiarse de los vaivenes inflacionarios que golpearon a las distintas monedas nacionales.
En ese sentido, lo ideal sería permitir que sea el mercado quien determine el precio del dólar, del mismo modo que ocurre con los demás bienes y servicios. Al final, el dólar no es otra cosa que una mercancía cuyo precio depende de la oferta y la demanda. El problema con esta alternativa para salir de la convertibilidad es que el peso aún conservaría “fuerza legal” o “curso forzoso”, razón por la cual los precios expresados en dicha moneda sufrirían constantes distorsiones.
Además la gente ahora continuaría, como lo ha venido haciendo desde hace años, ya no solo viviendo pendiente de la cotización del dólar al cierre de las operaciones financieras de cada día, sino que también deberá desperdiciar energía y tiempo en elucubraciones acerca de cuándo el euro se pondrá a la par con el dólar, en cuánto aventajará a aquel en su valor futuro o cuán depreciado terminará estando en términos relativos a fin de calcular el “mix” de cotizaciones.
Energía y tiempo que se distraerán de actividades productivas, indispensables para elevar la calidad de vida de las personas.
Concluimos entonces, que para terminar con esta suerte de “síndrome del tipo de cambio”, es que no cabe otra medida que la eliminación del peso y el correspondiente canje de todas las existencias de dicha moneda por dólares, a la relación actual de 1 a 1, es decir sincerar las cosas y proceder a dolarizar formalmente la economía argentina de una buena vez.
En el relato de Perrault, Caperucita –quien desde la caída del Muro abandonó el mote de roja por resultarle poco fashion- tuvo un final feliz. Claro, la protagonista solamente se enfrentaba al lobo y no a toda una estructura gubernamental como nosotros. Por ello, es de esperar, que con este nuevo cuento no nos vuelvan a acostar.
Gabriel Gasave es Investigador Analista en el Independent Institute e Investigador Asociado de la Fundación Atlas 1853.
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