Dos recientes estudios sobre cómo será el mundo en el 2020 señalan que América Latina prácticamente desaparecerá del mapa, será irrelevante. Uno de ellos es del Parlamento Europeo, elaborado por el alemán Rolf Linkohr, y el otro del National Inteligence Council, el instituto de estudios a largo plazo de la CIA norteamericana.
Con una breve reseña de ambos análisis estratégicos empieza el último libro de Andrés Oppenheimer, Cuentos chinos (Editorial Sudamericana, 2005). Aunque el autor es más optimista que los estudios que resume, los datos que presenta son escalofriantes.
A pesar de que los últimos cuatro o cinco años han sido de crecimiento constante en toda la región, se ha debido básicamente a la demanda y los precios de las materias primas. Pero no es un crecimiento que se sostendrá en el tiempo, porque los problemas básicos de AL se mantienen o se están agravando:
Escasa competitividad. Por todo lo anterior y la baja inversión en investigación y desarrollo.
Una de las pocas excepciones en este panorama desolador es Chile, que hasta ahora se mantiene en sentido contrario a las tendencias de la región.
DESDE CARACAS. La presencia de Ollanta Humala en Caracas, el martes pasado, es una viva imagen de lo que ocurre en la región. Elogiado y apadrinado por Hugo Chávez y Evo Morales, quienes a su vez son patrocinados por Fidel Castro -el más longevo y retrógrado dictador de AL-, Humala tiene una enorme popularidad y podría tentar la presidencia en abril próximo.
Las dudas sembradas en meses anteriores por algunos despistados se están disipando rápidamente. Humala comparte las ideas retardatarias de sus padrinos Hugo Chávez y Evo Morales. Si alguien pensaba que era una hoja en blanco, en la que el que llegara primero podía escribir, se equivocó. Esa hoja ya está garabateada por Fidel, Hugo y Evo.
Lo que propone Humala en política es una dictadura al estilo del general Juan Velasco Alvarado o su versión venezolana del siglo XXI: control de todos los poderes del Estado en una sola mano, desaparición en la práctica de la libertad de prensa, involucramiento de las FF.AA. en la política al servicio del dictador, perpetuación indefinida del caudillo en el poder, apañada por elecciones falsificadas cada cinco años.
Por lo demás, nada muy diferente de las antiguas dictaduras latinoamericanas, desde Porfiro Díaz hasta Anastasio Somoza, pasando por Rafael Leonidas Trujillo y Alfredo Stroessner, y a su versión moderna, la de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos.
En lo económico, a diferencia de las dictaduras de derecha, Humala plantea una vía izquierdista: cerrazón al mundo, estatizaciones, regalos populistas a los pobres que cada vez serán más, enfrentamiento con los EE.UU. Todo lo cual termina, como siempre, en un desastre económico mayúsculo y un caos político.
CHINA Y MC DONALD'S. Cuenta Oppenheimer que cuando partía para visitar China, leyó en un periódico que la revolución bolivariana de Hugo Chávez acababa de cerrar durante tres días los 80 establecimientos de la cadena McDonald's, cosa que era presentada como un gran logro revolucionario.
Cuando llegó a Beijing, lo sorprendió un titular del periódico oficial del Partido Comunista en inglés: "¡McDonald's se expande en China!". Jubilosamente anunciaban que el directorio en pleno de la cadena norteamericana visitaría China, sería recibido por las más altas autoridades del país, y anunciarían su expansión de seiscientos a mil establecimientos en doce meses.
Hay dos tipos de países, anota Oppenheimer. Los que atraen capitales y los que espantan capitales. China está entre los primeros; Venezuela, entre los segundos.
El flujo de inversiones a países de bajo desarrollo se ha modificado dramáticamente en las últimas tres décadas. Antes, América Latina recibía el 55% y Asia el 45%. Hoy América Latina acoge apenas el 37%, mientras que Asia ha subido al 63%.
HUMALISMO. Las pocas propuestas presentadas por Ollanta Humala, el jueves pasado, se inscriben en la línea de espantar las inversiones. La primera, revisar los contratos de estabilidad tributaria. Precisamente la inseguridad que ahuyenta a los capitales. Nadie va a invertir a largo plazo en un país que cambia las reglas de juego cada momento.
Las únicas inversiones que vienen a países de esas características son las que buscan recuperar todo en cortísimos plazos. Es decir, las menos deseables.
La segunda, prohibir las inversiones chilenas en sectores "estratégicos". Al final, por supuesto, todo se convierte en estratégico. Además, si se le prohíbe a los chilenos ¿por qué no a los ecuatorianos? ¿Y qué decir de brasileños y colombianos? Y si se prohíbe a los vecinos ¿se le va a permitir al imperialismo norteamericano?
En tercer lugar, el cambio de Constitución, que además de ser una idea estúpida y formalista -pensar que con leyes y constituciones se cambia el país-, tiene en el fondo un solo propósito claro: introducir la reelección inmediata e indefinida, para perpetuar al caudillo en el poder. Eso hizo Fujimori, eso hizo Chávez, eso haría Humala.
Porque, naturalmente, la "refundación" del país no se hace en cinco años. Se requieren de 20 o 30 años, o de 50, como aspira Fidel Castro.
EL MAESTRO. El sucesor de Fidel Castro en el imaginario izquierdista latinoamericano es, sin duda, Hugo Chávez. El caudillo bolivariano ha logrado lo imposible: aumentar la pobreza y el desempleo en su país al mismo tiempo que el petróleo, su principal recurso, multiplicaba su precio casi 7 veces, de US$ 9 por barril, cuando llegó Chávez al poder, a los US$ 60 actuales. Una hazaña que nadie en el mundo podrá repetir.
Según las inocultables cifras oficiales del Gobierno venezolano, citadas por Oppenheimer, la pobreza aumentó de 43% a 53% en el período de Chávez (1999-2004) y la pobreza extrema pasó de 17% a 25%. El desempleo urbano subió de 15% a 18%. Quebraron 7,000 empresas.
El lenguaje nacionalista y revolucionario de Chávez tuvo otro efecto: propiciar la fuga más grande de capitales de la historia de Venezuela, US$ 36 mil millones. Solo palabrería, por lo demás, porque Chávez, a diferencia de Fidel, no ha hecho ninguna revolución.
La tesis de Oppenheimer es que el megalómano caudillo caribeño, usa ese lenguaje incendiario, porque le da notoriedad mundial y le es útil para justificar su autoritarismo.
Oppenheimer entrevistó en Caracas a Luis Miquilena, un antiguo comunista que por años alojó a Chávez en su casa, cuando salió de prisión, y que luego fue estrecho colaborador suyo y ministro del Interior.
Miquilena lo describió como "un hombre intelectualmente limitado, impulsivo, temperamental, rodeado de obsecuentes, increíblemente desordenado en todos los aspectos de la vida, impuntual, absolutamente negado para las finanzas, amante del lujo y, por sobre todas las cosas, errático". Concluye Miquilena: "Es uno de los hombres más impredecibles que he conocido".
Ese es el nuevo líder de la izquierda latinoamericana y el protector y guía de Ollanta Humala.
¿A DÓNDE VAMOS? Oppenheimer insiste en que no hay condicionantes definitivos que lleven a América Latina al lugar que le pronostican los análisis mencionados al principio, la irrelevancia en un mundo que compite, crece y progresa. Pero la verdad es que los hechos son macizos, AL se está quedando cada vez más rezagada.
Los cambios que se están produciendo en los últimos años son, en general, en la dirección de empeorar las cosas. Con Evo Morales, Bolivia va directo al abismo, aunque es verdad que probablemente con cualquiera se desbarrancaría.
Las élites económicas y políticas se muestran tan incapaces y ciegas como siempre, y las masas pauperizadas están continuamente dispuestas a seguir a caudillos populistas que les ofrezcan el paraíso en la otra esquina.
Así las cosas, solo queda, como buenos latinoamericanos, confiar en un milagro.