Cómo crear crecimiento
Por Luis Pazos
Durante el primer milenio de la era Cristiana no hubo en el mundo crecimiento económico. La mayoría de los habitantes no mejoraron sus niveles de vida. Donde se inició el crecimiento sostenido, los Países Bajos en el siglo XVI o Inglaterra en el XIX, se debió fundamentalmente a innovaciones aplicables a la producción, comercialización y a un entorno jurídico que garantizó los derechos de propiedad y la paz social.
En el siglo XX crecieron aquellos países donde hubo seguridad en los derechos de propiedad, paz y libertad económica. Dos políticas económicas impidieron el crecimiento sostenido en varios países en el siglo XX.
Una, la pretensión de los gobernantes de planificar centralmente la economía, sistema superado en la mayor parte del mundo.
La otra, todavía vigente en la mente de muchos gobernantes, incentivar el crecimiento a través del mayor gasto público y el déficit presupuestal. Uno de los objetivos básicos de cualquier gobierno es lograr el crecimiento económico, entendido como un aumento en la producción de bienes y servicios. Una sociedad vivirá mejor en la medida que el producto Interno Bruto crezca por arriba de la población; sin embargo, la experiencia del siglo XX nos enseña que en muchas ocasiones los crecimientos alcanzados por los gobiernos a través de mayor gasto no se tradujeron en un beneficio real para la mayoría de la población. Esos crecimientos fueron caldo de cultivo para la especulación y una mayor brecha entre pobres y ricos.
EL POPULISMO MACROECONOMICO
En nombre de una política fiscal y monetaria "activa" o de políticas anticíclicas, muchos gobiernos aplicaron las teorías keynesianas para incentivar el Producto Interno Bruto. Pero al promover el crecimiento, también engendraron inflaciones, endeudamientos y aumentos en las tasas de interés, que al final se tradujeron en una reducción de salarios reales, estanflación, crisis e incertidumbre económica. Los autores de esos desequilibrios nunca pensaron en causarlos, sino en crecer, lo cual lograron sólo transitoriamente. Todas esas políticas, llamadas populismo macroeconómico, aunque ya fueron superadas en el campo académico, todavía siguen siendo recomendadas en dosis aparentemente inofensivas por economistas especialistas en resolverles a los políticos problemas a corto plazo, sin importarles las consecuencias a mediano y largo plazo.
El crecimiento económico ya no debe buscarse incentivando la demanda a través de un mayor gasto público deficitario, sino mediante estabilidad monetaria, fiscal y reformas estructurales que garanticen el cumplimiento rápido de los contratos y la protección a los derechos de propiedad. Ese entorno implica programas de desregulación y modernización de los aparatos de justicia, en tal forma que no sólo reduzcan la delincuencia, que pone en riesgo la integridad física y patrimonial de los inversionistas a través de robos, homicidios y secuestros, sino que los tribunales sean expeditos en el cumplimiento de los contratos, el pago de lo pactado y la adjudicación de garantías.
Un entorno jurídico de paz y justicia, más un sistema fiscal con bases amplias, tasas bajas y un equilibrio presupuestal, son los instrumentos más sanos para estimular un crecimiento económico permanente, sin grandes altibajos, donde lo ganado en un año de auge artificial, se pierde en los siguientes de recesión, debida al auge anterior.
- 23 de julio, 2015
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