Los tecnócratas chinos y el caudillo venezolano
Durante décadas la globalización ha sido la política oficial de los dirigentes chinos, a pesar de que el significado ha cambiado radicalmente. Antes de su muerte en 1976, Mao Zedong difundió la revolución global. Desde que asumió Deng Xiaoping a fines de los años 70, los objetivos de China han pasado a ser la estabilidad interna y el desarrollo económico sistemático. Las relaciones exteriores son mayormente de baja intensidad y diseñadas para promover los objetivos internos.
China es infaliblemente pragmática en la búsqueda de suministros foráneos de energía para aprovisionar a su crecimiento orientado al mercado. Beijing trata de desarrollar lazos con cualquiera que posee petróleo, desde la estadounidense Unocal a través de Arabia Saudíta y Omán a países parias ricos en petróleo como Irán y Sudan. Algunos incluirían a Venezuela entre el segundo grupo.
El presidente venezolano Hugo Chavez Frías es el sucesor designado de Fidel Castro Ruz para el siglo 21. Es uno de los caudillos más pintorescos en un hemisferio largamente famoso por sus líderes fuertes e ingeniosos, en vez de brillantes o progresistas. Es un ideólogo caracterizado por su engreído «anti-imperialismo» y por la manipulación de la influencia y el poder nacional y continental.
Chavez crece hoy día porque es el vocero apasionado de la actual ola latinoamericana «anti-estadounidense» y en virtud de que por ahora Venezuela se encuentra inundada en dinero petrolero al que desperdicia en programas internos y hemisféricos para asistir y cortejar a los pobres y a los poderosos. Mientras China está construyendo un sistema económico interno diversificado, Chavez, al igual que la mayoría de los caudillos latinoamericanos, reparte los botines existentes en lugar de crear oportunidades e instituciones para un futuro equilibrado y productivo, una vez que pase el auge petrolero.
China ha aprendido duramente como el «socialismo revolucionario» puede destruir a un país, de modo tal que Beijing no está atraída a Chavez debido a su «socialismo» declamatorio, sino en cambio a pesar del mismo. A fin de crecer dentro del país, China debe tener un comercio seguro en un mundo razonablemente estable. No hace a los intereses de Beijing tener al hemisferio occidental seriamente perturbado por un caos anti-estadounidense.
De hecho, China indudablemente preferiría a un aliado más moderado y practico en Caracas, pero trabaja con lo que tiene. Sus crecientes lazos con Venezuela caen dentro de su amplio marco de política interior y exterior. Venezuela posee las mayores reservas petrolíferas fuera del Medio Oriente, es el 5º mayor exportador de petróleo del mundo y es un importante abastecedor de petróleo de los Estados Unidos. Pregúntesele a los dirigentes chinos por qué cortejan a Chavez y dirán algo como, «Es el petróleo, estúpido. Si podemos resolver los detalles, deseamos parte del mismo también».
Los detalles insumirán un esfuerzo considerable, dado que China no posee refinerías que puedan manejar el grueso crudo venezolano. También, mientras que una ventaja distintiva del petróleo venezolano para China es que el mismo no tendría que atravesar el traicionero Estrecho de Malacca, como lo hacen la mayor parte de las otras importaciones de petróleo chinas, sin puertos en el Pacífico, las rutas de transporte desde Venezuela son tortuosas. Venezuela ha anunciado un programa de siete años para expandir el número de sus barcos petroleros de 21 a 58, pero los transportadores de crudo muy grandes no puede transitar por el cercano Canal de Panamá. El presidente colombiano Alvaro Uribe y Chavez han acordado construir un oleoducto hasta un puerto colombiano en el Pacífico. Y un gasoducto puede ser también ser extendido en América del Sur.
Aún así, el embajador chino en Caracas dijo en agosto pasado que, «los mercados naturales para el petróleo venezolano son América del Norte y del Sur». En este y en otros comentarios, pareció implicar que China no está aún convencida de la seriedad y la competencia venezolana en un proyecto tan vasto y que China no desea ser utilizada como un ariete en los enfrentamientos de Chavez con Washington.
Todavía los Estados Unidos están preocupados de que Chavez pudiese continuar con sus periódicas amenazas de interrumpir las ventas de petróleo a los EE.UU. en favor de China. En diciembre de 2005, Venezuela exportó 140.000 barriles diarios de crudo a China, todo el cual según se dice sería utilizado para asfalto. El vocero del gobierno de Chavez a veces afirma que esperan en su momento satisfacer entre el 15 y el 20 por ciento de las necesidades de importar petróleo de China.
Algunos observadores ven complots más siniestros en marcha. Por ejemplo, Venezuela ha recibido equipamiento de radar y está adquiriendo un satélite de comunicaciones de China. Pero China no es el cerebro detrás y ni siquiera alienta a Chavez, quien compra armas de Rusia y otros bienes militares y de alta tecnología a quien sea que desee vendérselos. Su misión es una “revolución socialista y anti-imperialista” y para ese fin es practico y negociará con cualquiera que tenga lo que él desea.
La conclusión, tal como un ex diplomático venezolano de alta jerarquía lo destacó en una entrevista, es la de que Chavez es altamente ideológico en sus ataques casi resueltos contra Washington, mientras que China opera desde una perspectiva practica, no ideológica. Uno podría opinar que a medida que sus inversiones aumenten, los líderes chinos se volverán crecientemente intolerantes de la ideología que tan a menudo se encuentra enemistada con la competencia y la eficiencia. Pueden incluso estampar sus pies en frustración. Para algunos “revolucionarios” latinoamericanos la imagen del “desagradable estadounidense” puede pronto ser igualada por la del “desagradable chino”.
William Ratliff es Asociado Adjunto en The Independent Institute, Investigador Asociado en la Hoover Institution de la Stanford University, y un frecuente escritor sobre temas de la política exterior china y cubana.
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