EE.UU.: de los errores en Irak a la amenaza de Irán
Mientras los republicanos críticos se vuelcan al «realismo», el equipo de Bush especula con avanzar en la desestabilización del régimen iraní.
Aun allí donde la inteligencia es un bien ausente desde hace tiempo —el partido que en Estados Unidos es el sostén de George W. Bush—, la razón encuentra espacios para brillar con luz propia.
Veamos la siguiente crítica al curso que Estados Unidos sigue en el mundo: «Nuestro poder, entonces, conlleva el grave riesgo de inmunizar contra el fracaso nuestras teorías sobre el mundo. Volviéndonos sordos a signos que son fáciles de discernir, corremos el riesgo de ignorar los costos de largo plazo que resultan de nuestras acciones y los reveses que debieran llevar a reexaminar nuestros objetivos y medios». El párrafo está tomado de un discurso pronunciado hace algunos días por el congresista republicano Henry Hyde, que preside la Comisión de Relaciones Internacionales de la cámara baja del Capitolio.
La alusión al marasmo iraquí generado por la invasión del 2003 es nítida y se está convirtiendo en una suerte de eco que, cada vez más, repiten muchos de los conmilitones de Bush. Estos, cada vez más críticos, se están reagrupando en el bando de los «realistas».
Ellos le están diciendo a Bush en tono cada vez más alto que lo de Irak fue un error que cada vez queda más en evidencia y que se está aproximando la hora cero en que será imprescindible reconocerlo.
Aunque se intente disimular todo bajo los estandartes de un curioso «idealismo», aquel que pretende «hacer al mundo más seguro» frente a la amenaza terrorista (notoriamente ausente de Irak cuando se agredió al país) y de «esparcir la democracia» en el Asia. ¿Es solo revisionismo reservado para un Presidente que está en el final de su último mandato posible y cuyo poder está disminuyendo, o algo más?
Debiera ser algo más, porque lo que resta de este período de Bush (algo más de dos años) no es tan breve para que los errores, que la secretaria de Estado Condoleezza Rice acaba de admitir «fueron miles» en Irak, no puedan repetirse, generando un nuevo agujero negro en los intereses de seguridad de Estados Unidos y, por simple extensión inevitable, en los del resto del planeta.
El nombre de ese juego perverso es hoy Irán, como antes en el 2003 y el 2004 fue Siria, todos lugares del mundo que figuraron en el absurdo «eje del mal» que definió Bush. Pocos recuerdan hoy el eje y sus componentes —dado que Bush lo dejó caer de su vocabulario—, pero como gatillo de ideas en su administración aun se puede detectarlo en funcionamiento.
Esta semana, Washington conoció con Irán dos tropiezos que intentó disimular sin mucho éxito. Después de haber conseguido que la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA), brazo especializado de Naciones Unidas, refiriera el caso del programa nuclear iraní al Consejo de Seguridad, fracasó en obtener una resolución que aproximara la imposición de sanciones si el gobierno que preside Mahmoud Ahmadinejad persiste en su proyecto de enriquecer uranio en su país.
Debido a que el resto de los miembros permanentes de ese Consejo —especialmente China y Rusia— no estaban siquiera entibiados a la idea de acorralar a Teherán, la resolución adoptada solo compró algo de tiempo para seguir la negociación que, previsiblemente, los iraníes —quienes por todo su «fundamentalismo» musulmán no mascan agua— no rechazarán.
Hacia fines de semana en Berlín, Rice insistió ante sus colegas de los países claves del Consejo de Seguridad con las sanciones, pero ni siquiera Jack Straw, el canciller del dócil Tony Blair, parece haberle dado un sí condicional.
Pero el problema real no es ni el Consejo, ni la diplomacia, ni siquiera el plan nuclear iraní. Ya Bush probó sin suerte con la comunidad internacional antes de invadir Irak y en cuanto a la amenaza concreta que puede invocar, es más bien débil.
Irán —es el consenso de los expertos— no tiene la temida bomba, no está demasiado cerca de tenerla y, en todo caso, hay quienes piensan que si Teherán ingresa al exclusivo Club Nuclear no sería este un hecho que alteraría demasiado el actual balance de poder en la región.
Las cosas cambian: en 1999 las pruebas de sendos artefactos nucleares por parte de la India y Pakistán generaron condenas y alarmas en el mundo. Hoy Pakistán es reconocido como aliado estadounidense en Asia y la India acaba de obtener un criticado y amplio «visto bueno» de Bush en una reciente visita que, incluso, regresó aquel país a la condición de potencial receptor de tecnología nuclear sensitiva de Estados Unidos.
El meollo de la cuestión es que Bush hizo una demanda —que Irán abandone su programa atómico— desde la rígida visión en la que está enfrascado, la que solo reconoce un mundo dividido entre quienes «están conmigo» y quienes «están en mi contra».
Desde ese lugar no hay demasiado margen para negociar ni, por cierto, para que Irán desestime en los hechos la voluntad de Washington. Por eso, como en el 2003 en Irak, es que la escena diplomática —la ONU, etc.— amenaza con convertirse en secundaria, una vez más.
Concedido, tres años han pasado desde Irak y el peso de los «miles de errores» reconocidos por Rice ha dejado un Bush que no tiene ya los atributos de entonces. Pero quien crea que está impedido de hacer más daño se equivoca. A mediados de marzo The Washington Post reveló que Bush y su vicepresidente, Dick Cheney, estaban personalmente empeñados en un plan para «desestabilizar» el régimen del presidente Ahmadinejad y lo estaban proclamando en reuniones a las que citaron a expertos en ese país asiático y en la región.
De allí a las acciones concretas de desestabilización hay apenas un micrón y menos aun para profundizar la crisis regional cuyo oscuro epicentro es hoy Irak.
Es como lo dijo Hyde en el discurso citado al comienzo: «La vida de la preeminencia, como toda vida en este planeta, tiene un fin mortal. Permitir que nuestro enorme poder nos engañe haciéndonos ver al mundo como una cosa pasiva que espera que nosotros la recreemos a imagen de nuestro deseo, solo apresurará la llegada del día en que tengamos poca libertad para elegir».
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