Los inmigrantes imprimen fuerza a la economía estadounidense
Un grupo de expertos asegura que fomentan la expansión de los pequeños y medianos negocios
En la década de 1960, casi la mitad de la población masculina estadounidense carecía de título de educación secundaria, pero la economía se daba abasto con ellos para satisfacer la demanda en los puestos de trabajo que requerían poca tecnificación; sin embargo, en la actualidad, menos del 10% de los varones blancos no logró terminar el bachillerato, por lo que la constante demanda de una fuerza laboral que desempeñe cierto tipo de labores es más fuerte que nunca.
Tal fue una de las aseveraciones hechas por un grupo de economistas y analistas que se reunieron la semana pasada en la capital del país para describir la profunda inserción de los trabajadores inmigrantes en la economía nacional.
“En los años 60 podemos encontrar los orígenes de nuestro actual sistema de inmigración, reflejados, por ejemplo, en la ley de 1965. En esa época, la presencia de inmigrantes en la fuerza laboral era mínima”, aseguró Ben Johnson, director del Centro de Políticas de Inmigración, una institución con sede en Washington, D.C.
Disputó incluso la idea que los bajos salarios de los inmigrantes sean el factor más importante para explicar su presencia en este país y su rol dentro del sistema económico.
En comparación, según él, el envejecimiento de la población estadounidense ha jugado un papel al que se ha dado poca importancia para entender la dinámica de la fuerza laboral extranjera.
“Según proyecciones de la Oficina de Estadísticas Laborales, entre el año 2002 y el 2012 el grueso de la fuerza laboral entre las edades de 55 a 64 años va a incrementarse 51% y, al mismo tiempo, en ese mismo periodo, el número de obreros de entre 35 y 44 años de edad va a disminuir un 7%”, indicó para ilustrar la creciente incorporación de inmigrantes al mundo del trabajo.
Tamar Jacoby, asociada del Manhattan Institute, un centro de investigación orientado a promover nuevas opciones en la economía, mencionó el caso de un empacador de cangrejos de Maryland, cuyo caso fue presentado hace unos años durante un debate en el Senado.
“Este hombre no puede encontrar a ningún blanco que esté dispuesto a quitarle el caparazón a los cangregos, así que tiene que contratar mexicanos para que lo hagan”, dijo Jacoby. “Si no pudiera contratarlos, no sólo se perdería su trabajo, sino además el de los cien blancos que hacen otro tipo de faenas para él. El negocio se iría a pique”.
De hecho, dijo Ben Johnson, director del Centro de Políticas de Inmigración, prevé que el nivel actual de productividad descienda.
¿Acaparan los trabajadores extranjeros empleos que sin su presencia serían bien pagados?
“Hasta cierto punto, sí, los salarios serían más altos… pero al mismo tiempo hay que entender que muchos de esos trabajos no existirían y, por lo tanto, tampoco los beneficios que se derivan de éstos”, dijo Pía Orrenius, economista del Banco de la Reserva Federal en Dallas.
La funcionaria hizo destacar, por otro lado, que cuando se habla de inmigrantes, generalmente se alude a trabajadores que hacen trabajos para otros.
Poco se menciona, se explayó, al empresario inmigrante, que crea su propia empresa y al hacerlo no entra en competencia con los aborígenes blancos, y que por lo tanto agrega un sector nuevo a la economía.
Ante la pregunta de si la desaparición de la fuerza laboral inmigrante no propiciaría la automatización de muchas actividades agrícolas o industriales, Dan Siciliano, director del programa de Leyes, Economía y Negocios de la escuela de Derecho de la Universidad de Stanford, argumentó que en algunos sectores donde es muy fuerte la presencia de trabajadores extranjeros, ya se ha hecho todo lo que se puede para automatizar la producción.
“Si se ve un [restaurante] McDonalds ya tenemos un alto grado de mecanización; en algunos sectores de servicios como guardería o cuidado de personas enfermas o discapacitadas no es mucho lo que se puede hacer… a menos que uno esté pensando en un futuro robotizado”, dijo.
Johnson terció para hacer notar que el propio senador de Arizona, Jon Kyl, admitió una vez que, sin la fuerza laboral extranjera, ese estado nunca habría experimentado el boom en el sector de la construcción registrado en años recientes.
Orrenius, por otro lado, señaló que en la polémica sobre inmigración poco se menciona la existencia de los niños indocumentados.
“Es parte de la tragedia que tenemos, que cuando estos niños crezcan y se gradúen se encontrarán con que no tienen permiso de trabajo”.
“Muchos modelos de inmigración”, apuntó Siciliano, “asumen que éste es un fenómeno fijo, cuando la verdad es que los inmigrantes son una fuerza dinámica de la economía; al permitir, por ejemplo, que muchos negocios pequeños o medianos sean más eficientes en el uso de capital”.
Sin esa presencia, explicó, un restaurante no podría ni pensar en expandirse. “Los inmigrantes”, terminó “imprimen mucha fluidez a la economía”.
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