Chile: Impuestos, siempre al alza
Editorial – El Mercurio
Prácticamente todos los impuestos, excepto los aranceles aduaneros y la tributación a los ingresos, vienen subiendo desde 1990. En el último tiempo se ha producido una verdadera competencia política por aumentar el IVA, gravamen que ya se acerca a los niveles de mediados de los años 70, cuando una profunda crisis llevó a fijar una tasa de 20 por ciento. Hoy se plantea fijarlo en 19 por ciento, sin garantizar que no siga subiendo, lo que —se dice— podría ser necesario para financiar un amplio programa social, algo ya clásico en la larga y pobre historia política redistributiva chilena.
El IVA ha aumentado de mala manera, con la falacia de que será algo transitorio. Su alza ha contado con amplio apoyo político, a partir de la ignorancia de la opinión pública, que “no sabe” que lo paga, porque no se explicita en los precios y boletas de compraventa. La realidad es que casi un quinto del ingreso de las personas se les extrae como impuesto, al efectuar cualquier compra. El IVA, además, afecta proporcionalmente más a los pobres que a los ricos, porque los primeros consumen más en relación con el ahorro. Así, es una paradoja que con los ingresos de los grupos populares se otorguen beneficios “sociales”. Esto, sin perjuicio de reconocer que, en términos absolutos, el grueso del IVA proviene de los grupos medios y altos.
Es inexplicable que el aumento del IVA, como el de las contribuciones, el royalty minero, el de tarifas variadas, como las aeronáuticas, y otras alzas anteriores en combustibles, tabaco y timbres y estampillas, se lleve a cabo en un contexto de desusado superávit fiscal, alto precio del cobre y un incremento extraordinario en el gasto del Gobierno y de los ingresos tributarios. Esto coincide con elevadas reservas del Banco Central y excedentes públicos en el fisco, Banco del Estado, Codelco y Enap, además de fondos especiales, como el del cobre.
Los recursos del fisco son extraídos del sector privado, que pierde bienestar y libertad, en especial de emprendimiento. Los impuestos restringen los derechos personales, lo que, curiosamente, no llama la atención, como tampoco parecen interesar las distorsiones de precios y rentabilidades, que afectan al empleo, la inversión y el desarrollo. Un mínimo de responsabilidad exige una amplia discusión y reforma del sistema tributario y del destino de esos cuantiosos recursos en programas y ministerios nunca evaluados, de modo que se dilapidan y usan mal. Eso terminará por afectar el desarrollo y bienestar de las grandes mayorías, en especial cuando el precio del cobre se normalice
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