El giro al centro de Humala
Ollanta Humala, el ex militar ultranacionalista que ganó la primera ronda de las elecciones presidenciales del Perú el 9 de abril, parece estar moviéndose hacia el centro: en una entrevista, me aseguró que de ser electo no expropiará empresas privadas ni cambiará las leyes de prensa, e incluso admitió que »probablemente» Cuba no sea una democracia.
¿Se trata de un giro político sincero? ¿O es una estrategia para ganar votos moderados en la segunda vuelta electoral el mes próximo? Antes de que tratemos de contestar estas preguntas, veamos algunas de las cosas que dijo Humala en la entrevista de 40 minutos el 11 de abril.
Humala, quien ya se había distanciado de los comentarios antisemitas, homofóbicos y prosupremacía racial de los »cobrizos» hechos por sus padres y hermanos, rechazó las declaraciones del escritor peruano Mario Vargas Llosa en el sentido de que si llegara a la presidencia sería un discípulo del presidente venezolano Hugo Chávez y del dictador cubano Fidel Castro.
»No es cierto eso», dijo Humala. «El señor Vargas Llosa es un magnífico novelista, que está entrando en un terreno en el que nunca le ha ido muy bien».
¿Pero no se ha colocado usted mismo en ese rincón?, le pregunté. Usted encabezó una rebelión militar, como Chávez; luego se proclamó un admirador de Chávez; luego fue visto en televisión asintiendo con la cabeza cuando Chávez lo apoyó públicamente en una ceremonia en Caracas el 3 de enero de este año.
»No», respondió Humala. »Jamás he dicho que tengo admiración, no he empleado esa palabra» hablando de Chávez, porque »sería apresurado calificar un proceso que todavía está en marcha». Añadió que «admiro la vida de Mahatma Gandhi, de Martin Luther King».
Respecto de la rebelión militar del 29 de octubre del 2000, Humala dijo que «fue un levantamiento muy diferente a los golpes militares tradicionales, (como los) que en la década de los 70 Estados Unidos promovió y apoyó… En el caso de nosotros, nuestra insurgencia militar no fue para interrumpir el proceso democrático, fue al revés.»
Entonces, ¿usted piensa que hay tal cosa como »golpes buenos» y «golpes malos»?, le pregunté.
»Es que en realidad no fue un golpe. Jamás intenté llegar a Palacio de Gobierno», respondió Humala. En medio de una crisis política en la que miembros de la clase política de Perú «pretendieron darle un año más de vida política (al ex presidente Alberto) Fujimori, contra la voluntad del pueblo peruano, ahí es donde salta una unidad militar que yo tuve el honor de comandar».
Preguntado sobre su promesa de »nacionalizar» la economía, dijo que «es un concepto que utilizo en un sentido no autoritario y democrático. (Nacionalizar) no significa estatizar, no significa expropiar. Esas son metodologías de los años setenta».
¿Entonces qué significa?, pregunté. «Yo hablo de darle un papel más importante al Estado, a través del cobro de tributos, regalías, impuestos a la renta, puede ser a través de una ampliación accionarial si el Estado está en capacidad de invertir«.
¿Y su plan de «revisar contratos»?, pregunté. «He hablado de revisión de contratos a empresas que no están pagando el impuesto de regalías que deben pagar por el usufructo de un bien por el cual la propiedad es del estado. No he hablado de salirnos del marco legal.»
Preguntado sobre si cambiaría alguna ley de prensa, dijo que «nosotros no vamos a cambiar esas leyes, en principio. Nosotros lo que queremos es fortalecer la libertad de expresión».
Preguntado sobre Cuba, dijo que »evidentemente, de acuerdo a los estándares que tenemos, probablemente Cuba no califique como un país democrático», pero añadió inmediatamente –con ironía– que Perú «es democrático: hemos democratizado la pobreza».
Mis conclusiones: Humala es un político astuto, y más preparado de lo que yo pensaba. Lo que me preocupa de él no es su línea económica, que podría cambiar en el futuro a medida que descubra que Perú no puede crecer sin inversión, sino el hecho de que no tome distancia de su pecado original: la rebelión militar que encabezó en el 2000.
¿Por qué es preocupante eso? Porque estamos viendo –primero en Venezuela, después en Ecuador, ahora en Perú– el mismo fenómeno: un oficial del ejército con ambiciones políticas organiza una rebelión militar, gana notoriedad nacional sin gastar un centavo en publicidad política, sale de la prisión con un discurso radical destinado a mantener su nombre en las primera planas, sube en las encuestas, se postula para presidente afirmando ser un seguidor de Mahatma Gandhi, y gana.
Quebrar el estado de derecho se está convirtiendo en una receta para ganar elecciones. Eso es un precedente peligroso. El giro hacia el centro de Humala sería mucho más convincente si hubiera dicho que su rebelión militar fue un error, en lugar de un «honor».
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