Reconocer el genocidio armenio

Editorial – La Nación

Se cumplen 91 años de lo que probablemente haya sido el primer genocidio del siglo XX. Nos referimos al cometido en la entonces Turquía Otomana cuando se victimizó a la minoría armenia entre 1915 y 1916. No obstante, y a pesar del largo tiempo transcurrido y de las inocultables dimensiones del desastre humanitario, todavía no se ha precisado debidamente toda la verdad acerca de lo ocurrido y, menos aún, determinado las responsabilidades históricas que pudieran corresponder.

Escudándose vilmente en esta última cuestión, algunos países -como el nuestro- no han reconocido aún de manera oficial el carácter de genocidio que diezmó y enluta al pueblo armenio. Una circunstancia puede ayudar, quizás, a que la verdad histórica sea desentrañada. Se trata de la resolución del Parlamento Europeo que exige a Turquía reconocer que los asesinatos masivos tienen el carácter de genocidio para que sea aceptado su acceso a la Unión Europea.

En su momento, el gobierno otomano obligó a los armenios, sin distinción de edad o de sexo, a abandonar sus casas y propiedades en la región del Cáucaso, entre el Mar Negro y el Mar Caspio, que habitaban desde tiempos inmemoriales. En carácter de deportados, los obligaron a cruzar montañas y desiertos en cruenta marcha hacia su forzada «relocalización». Muchos murieron de hambre, enfermedades o cansancio, a lo largo del camino. Otros fueron asesinados.

Se contabilizaron unas 650.000 muertes, el 40 por ciento de la población total armenia de la Turquía Otomana de ese entonces. Esto conforma un desastre humanitario de proporciones y dimensiones impresionantes, por el cual alguien deberá asumir la responsabilidad histórica.

Lamentablemente, todavía hoy las autoridades turcas amenazan e intimidan a cualquiera que se aparte de la versión oficial de lo sucedido, que en este caso sostiene que no hubo genocidio premeditado. Pese a ello, grupos de académicos y estudiosos conformados por armenios y turcos han comenzado a trabajar -más allá de la retórica deformante y de los nacionalismos malsanos- en la investigación de lo ocurrido, que alienta la esperanza de poder conocer en algún momento la verdad, que aún luce envuelta en una nube de relativo desconocimiento.

Es claro que más allá de la discusión respecto de la existencia o no de la premeditación, lo cierto es que el enorme crimen existió. La Argentina debería, por fin, reconocer oficialmente el genocidio que enluta a la humanidad desde hace casi un siglo.