La familia trasnacional
Por Mariana Martínez
BBC Mundo
Cada semana, más de US$1 mil millones de remesas son enviadas por inmigrantes latinos hacia sus comunidades de origen en América Latina y el Caribe, según datos del Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN).
En la semana del día de la Madre, este volumen de envío alcanza su máximo, lo que demuestra que las remesas son más que una transacción financiera. Son una demostración de los fuertes lazos que existen en las familias trasnacionales, es decir, entre los que tomaron la difícil decisión de emigrar en busca de una mejor vida y los seres queridos que quedaron atrás.
Así lo expresó Donald Terry, director del FOMIN, un organismo dependiente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), durante la conferencia «Enviando dinero a casa: las remesas y la familia trasnacional», llevado a cabo esta semana en Washington y en la que participaron expertos en migraciones y remesas.
Parafraseando a Albert Einstein, Terry, dijo que «no todo lo que puede ser contado cuenta y no todo lo que cuenta puede ser contado, es tiempo de hacer contar a los que cuentan», refriéndose a los inmigrantes y al uso productivo que se le puede dar a las remesas con la colaboración de los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil.
Más que un simple número
Terry hacía referencia al abultado volumen de remesas que envían los inmigrantes latinos hacia sus comunidades de origen en América Latina y el Caribe -que este año alcanzó los US$53,6 mil millones-, destacando que estos flujos de fondos son más que simples «números».
Según Terry, estas remesas están contribuyendo a mejorar el bienestar de millones de familias que las reciben en la región, y al desarrollo económico de las comunidades y naciones a las que los inmigrantes pertenecen.
Si bien las remesas se están utilizando en su mayoría para cubrir necesidades de consumo ¿alimento y vivienda-, entre el 10% y el 15% se destina a la inversión y el ahorro, algo que de incentivarse, podría generar un impacto económico mayor, según destacaron durante la conferencia expertos como Manuel Orozco del Inter-American Dialogue, y Raúl Hinojosa, de la UCLA.
En los últimos seis años se han hecho importantes progresos en materia del registro de las remesas, es decir, un esfuerzo por «contabilizar» las transferencias que ingresan por canales formales -agencias de envíos y transacciones bancarias- y en la reducción en los costos de envíos.
Hoy, el costo de envío de remesas hacia América Latina es, en promedio, dos tercios menor al de cinco años atrás.
En pocas palabras, en 2005 unos US$5 mil millones más terminaron en las manos de los familiares que reciben remesas debido a esa reducción.
Bancarizando a los pobres
El gran desafío que queda por delante ya no es cómo lograr que una mayor proporción del envío quede en los bolsillos de las familias trasnacionales -y no en el de las agencias de envíos o los bancos-, sino cómo volver más productivas esas remesas y convertirlas en el elemento propulsor del desarrollo económico.
La idea es que las remesas puedan ingresar al sistema financiero y, de esa forma, fomentar el micro-crédito para la instalación de pequeños negocios, la compra o mejora de vivienda, el financiamiento de educación y el ahorro.
En pocas palabras, no sólo fomentando el consumo de la familia trasnacional, sino ayudándola a utilizar estos fondos con una visión más productiva.
Algo que solo puede lograrse por medio de la bancarización o el acceso a los bancos para las familias de la región que las reciben.
Según datos del Pew Hispanic Center, sólo el 11% de los inmigrantes en Estados Unidos envía remesas a través del sistema bancario y el 30% de la población de América Latina vive en áreas rurales donde el acceso a la banca se hace más que difícil.
Todo un desafío si se piensa que, según datos del Pew Hispanic Center, sólo el 11% de los inmigrantes en Estados Unidos envía remesas a través del sistema bancario y que el 30% de la población de América Latina vive en áreas rurales donde el acceso a la banca se hace más que difícil.
Es por eso que para alcanzar la meta de volver más productivas a las remesas será necesario entonces el apoyo de los gobiernos, del sector privado y de las organizaciones sin fines de lucro para «educar» financieramente a los más pobres, «convencer» a los bancos y/o instituciones prestamistas de aceptar el flujo de remesas como historial de crédito y «mostrarle» a las familias trasnacionales las herramientas financieras que existen para que puedan invertir en un mejor futuro.
Todo esto sin olvidar que las remesas son producto del sacrificio de los inmigrantes y que pertenecen en su totalidad a las familias trasnacionales que, pese a la distancia, siguen unidas por fuertes lazos de sangre. Siendo en última instancia el inmigrante y su familia los que tienen la última palabra sobre cómo y cuándo utilizar sus remesas.
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