El beso de la muerte
Por Roberto Giusti
El Universal
La ola del populismo autoritario con la cual Chávez pretende arropar el continente está perdiendo el impulso que amenazaba con llevárselo todo por delante. El pretendido líder continental ha ido demasiado lejos y no obstante las penurias de toda índole que vive la América Latina, sus pueblos han mostrado suficiente perspicacia como para deducir que la propuesta chavista, lejos de remediar la pobreza y erradicar todos los males que se desprenden de ella, los ha incrementado a niveles sin precedentes, como lo demuestra su aplicación en el supuesto país modelo, es decir, en Venezuela, para no hablar de Cuba.
Posiblemente los pobres del continente no se angustien mucho por la gobernabilidad, el Estado de Derecho y el equilibrio de poderes, ocupados, como andan, en llenar el estómago, pero por lo menos en tres países del área han permanecido impávidos ante las artes seductoras y la billetera de Chávez. Luego del éxito boliviano, donde ya la franquicia chavista está en desarrollo, (Constituyente, médicos cubanos, nacionalizaciones y retórica antiimperialista) las elecciones que vienen en Colombia, Perú y México deben significar tres derrotas al hilo para sus expectativas de contar con gobiernos afiliados a la internacional chavista.
En Colombia la suerte está echada. Uribe ganará en la primera vuelta y renovada su base de apoyo popular podrá continuar la política de «seguridad democrática» que, sin haber logrado desmontar los mecanismos de la guerra, ha obtenido avances en el combate a los camaradas de Chávez. Ni el liberal Horacio Serpa, recibido en Miraflores, ni Carlos Gaviria, el candidato de izquierda, tienen la menor oportunidad. Uribe está listo para continuar su lucha contra la guerrilla y echar a andar el TLC con EEUU. Nada que ver, entonces, con el vecino.
En Perú el drama es mayor porque el comandante Humala, versión inca de su mentor venezolano, comenzó a derrumbarse luego de su triunfo, en la primera vuelta, cada vez que Chávez pretendía darle un espaldarazo con tantos elogios para él como insultos a su contendor, Alan García, y al presidente Toledo. El beso de la muerte congeló a Humala y ya era muy tarde cuando su esposa trató de controlar los daños acusando a Chávez de «boca floja». Olvidaba la señora Humala su agradable estancia en Venezuela y su participación en Aló Presidente, donde debió calarse al boca floja durante cinco horas. Paradójicamente, porque Humala se dice nacionalista, los peruanos sintieron como intolerable la descarada intervención del venezolano en asuntos internos. Para emperadores, dirán, el Pachacútec Inca Yupanqui. Alan García parece volver, ahora en otra tesitura. Y pese a que algunos dicen que elegirá entre el malo y el peor, hay una diferencia sustancial: García es un demócrata.
En México el candidato López Obrador, quien aparecía invencible hasta hace dos meses, ha sido desplazado por el candidato del PAN, partido del gobierno, Felipe Calderón. Algo parecido a lo ocurrido con Humala, la caída de López Obrador se atribuye, entre otras causas, a sus vínculos con Chávez, el apoyo que habría recibido de éste y un estilo y un lenguaje parecidos al del venezolano. Aún Calderón no se consolida, pero todo parece indicar que, beneficiado por la política económica «del cachorro del imperialismo» y centrado su programa en el tema del desempleo, será el sucesor de Vicente Fox.
Está visto. Hay besos que matan y los de Chávez son asesinos.
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