Ramonet, Fidel y los demás

El Nuevo Herald

La publicación en Cuba del libro Cien Horas con Fidel, que recoge las conversaciones del dictador cubano con el periodista francés Ignacio Ramonet ha provocado un torrente de comentarios en los medios oficiales de comunicación social de la isla.

Torrente impetuoso, cargado de elogios y hasta de emocionado lirismo con giros épicos, tanto en la radio, televisión como en la prensa escrita. Claro que, los periódicos, la prensa escrita, constituyen desde siempre el elemento más contundente a la hora de citar la esencia de algunos hechos. Ahí quedan las cosas »en blanco y negro», la letra impresa en tinta sobre el papel.

Cien Horas con Fidel es el título que se le dio en Cuba al mismo libro editado en España por la editorial Debate como Fidel Castro, biografía a dos voces.La edición cubana fue hecha por la Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, tiene 718 páginas de texto, 29 fotos, una cronología y notas informativas.

Creo que los lectores de esta columna disfrutarán leyendo algunas de las cosas que «los demás« han escrito en la prensa oficial cubana, a propósito de ese tú a tú entre Fidel y Ramonet…

»¿Cómo será descubrir la voz de Fidel, seducirla, atraparla, incitarla, desbordarla?», se preguntaba Katiuska Blanco en el diario Granma.»Fidel es un desafío para el escritor. Imagino esa circunstancia como alguien que observa el mar desde un acantilado, quizás pueda alcanzar la línea del horizonte, pero cómo hacer para avistar la infinitud a lo profundo de las aguas o a la distancia», agregaba la Katiuska en su artículo titulado «Expedición».

Al leer ese párrafo tan poético me pregunto -quizas movido por ese defecto profesional de preguntar y preguntar, que tenemos los periodistas-, ¿tendrá la Katiuska la misma curiosidad por la voz de Raúl? A fin de cuentas, es el sucesor designado…

»En todo eso pensaba mientras leía el libro que vio la luz en La Habana…El volumen de 26 capítulos confirmó la idea que venía dándome vueltas en la mente: Fidel es un océano y Ramonet una especie de expedicionario que intenta bucear y navegar la inmensidad, perfilando interrogantes en prolongadas conversaciones», añade la periodista.

Pero dejemos a Katiuska y sus evocaciones, quizás enraizadas en el caluroso hastío de sus lejanas noches angolanas; a fin de cuentas, hay otros colegas de ella que tratan de emularla en sus reseñas.

Para el cronista cultural de Granma, Pedro de la Hoz, ese »diálogo fecundo y esencial» entre Ramonet y Fidel, puede «`contribuir a trazar no solo el perfil de una personalidad imprescindible y subyugante, sensible y apasionante, asistida de razones épicas y humanas, sino también a tomarle el pulso a las realidades de una época y anticipar las coordenadas por las que debe transitar la redención de una especie amenazada como nunca antes por tan graves peligros».

»En las conversaciones con Ramonet, Fidel expone sus más arraigadas convicciones: su sentido de la lealtad, su vocación internacionalista, su elevada concepción de la ética, su fe, para decirlo con palabras martianas, en el mejoramiento humano», subraya de la Hoz.

Por su parte, el periodista Alexis Schlachter, optó por destacar en su artículo la absoluta libertad que tuvo Ramonet para hacerle al Comandante en Jefe, cualquier pregunta. En el artículo titulado »Pregunté libremente a Fidel», Schlachter deja en claro -creo que sin proponérselo-, que no es eso lo que al parecer se espera que hagan los periodistas en la isla…

»Ninguna pregunta fue difícil, pues jamás ni el Comandante ni sus compañeros más cercanos exigieron información alguna sobre mi cuestionario y todas las interrogantes, por polémicas que pudieran ser algunas, nunca fueron obviadas, cuestionadas, mucho menos dejadas de contestar y, en resumen, pregunté libremente a Fidel, como amigo sincero», aseguró Ramonet.