Carecemos de razones para aleccionar al mundo
Por Vladimir Chelminski
CEDICE
Debería ser motivo de alarma que la economía de nuestro país aparezca tan mal en cualquiera de las mediciones que hacen reconocidas instituciones. Los funcionarios del Gobierno, o no se dan cuenta o les parece que esas pésimas notas que recibimos son trucos del imperialismo para desdibujar nuestra pujante economía.
Por ejemplo, en el índice de competitividad que realiza el Instituto de Desarrollo Gerencial (Suizo) aparecemos en el puesto 61, entre 61 países analizados. La revista The Economist nos colocó de 77 entre 82 en el Índice de Clima Empresarial. En el de Competitividad que elabora el Foro Económico Mundial, estamos en el 89 entre 101. En el de grado de globalización de la economía en relación con el tamaño de su economía, elaborado por A.T. Kearney estamos de 58 entre 62. En el Índice de Libertad Económica que publica The Heritage Foundation estamos de 152 entre 157, y en el que publican conjuntamente los institutos Cato y Fraser, estamos de 124 entre 127. En aquellos índices donde no se toma en cuenta el atractivo para invertir, o la habilidad para producir bienes y servicios capaces de competir internacionalmente, y en los que el solo reparto de la renta petrolera (por más efímera que esta pueda ser) tiene influencia determinante, estamos algo menos mal, pero mal. Así, en el ingreso anual (PIB) per cápita, tomando en cuenta niveles de precios al consumidor que calcula el gobierno de USA, aparecemos con $6.500. Allí figuramos de 117 entre 232. Pero los países que aparecen de primeros, y no de últimos, en los índices mencionados, pasan de $30.000; es decir, por lo menos casi cinco veces más. Los más libres desde el punto de vista económico, globalizados y competitivos, como USA, Hong Kong y Singapur, tienen $42.400, $37.400 y $29.900, respectivamente.
Todavía más grave es que en índices de peligrosidad personal, también figuramos en la cola. Estudios de The Economist Intellegence Unit nos han colocado solo detrás de Irak, Zimbabwe y Argentina.
Es sorprendente que no queramos aprender de las experiencias positivas de los países exitosos, ni de las negativas de los fracasados. Creo que nuestra gente no se merece que le apliquen un “experimento” que pudiera dejarnos mucho peor después de un tiempo penosamente largo. La historia está saturada de proyectos colectivistas que nada bueno trajeron. En Cuba llevan casi 50 años tratando de construir una sociedad socialista. En muy poco tiempo, grandes saltos en bienestar de la mayoría de la población se han dado recientemente en Irlanda, España, Nueva Zelanda, Australia y Dubai. En China, una economía cada vez más libre y globalizada, está sacando de la pobreza más abyecta a decenas de millones de personas por año.
No debemos los venezolanos pecar de ingenuos achacándole nuestro evidente retraso a nuestra particular historia. Los países hoy más ricos y con mayores esperanzas de futuro, también vivieron un pasado lleno de convulsiones y de injusticias. Carecemos de razones para aleccionar al mundo sobre cómo superar la pobreza en paz. Lo único que podríamos mostrar es la evidencia de cómo un Estado muy rico y poderoso ha impedido que la mayoría de la gente pueda soñar y prosperar en paz.
Publicado Diario El Universal 22 de mayo de 2006
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