Colombia: ¿Fin del bipartidismo?
Editorial – El Tiempo
Una de las consecuencias más notables de la histórica jornada electoral del domingo es que el resultado puede ser la estocada final para el viejo sistema bipartidista. No solo por la votación abrumadora sin precedente con la que el presidente Álvaro Uribe obtuvo un segundo mandato, sino porque la significativa votación del Polo lo ubica como la más importante fuerza de oposición del momento, por encima del tradicional Partido Liberal.
¿Qué pasó con las colectividades históricas? Si se analiza lo sucedido, no es descabellado pensar que el bipartidismo (que viene de tumbo en tumbo) puede estar en vía de extinción.
El conservatismo hace rato optó por pasar de agache y ahora está conectado artificialmente al proyecto uribista. Diluido, sin candidato presidencial propio por segunda vez en ocho años, con su jefe en una embajada y directivos clave sonando para puestos en el segundo gabinete de Uribe, el Conservador cada día luce menos como una fuerza independiente y más como apéndice de un proyecto con el cual tiene profundas afinidades programáticas e ideológicas, y que comparte con varios otros movimientos o agrupaciones, algunas de ellas de reciente creación y de mayor influencia electoral.
¿Y el liberalismo? Su debacle no puede ser peor. Lleva cuatro años dividido entre un sector que se sumó al uribismo –el propio Presidente fue elegido y gobierna como disidente liberal– y otro que intentó en vano montar un discurso social, de centroizquierda, alternativo al del Primer Mandatario. El derrotado Horacio Serpa habla ahora de oposición. ¿No debería ser el tema la existencia misma del partido? Quedó relegado a un tercer lugar y lo derrotaron en zonas de influencia tradicional como la Costa. Perdió en siete departamentos en los que había ganado en marzo y la votación de Serpa estuvo muy por debajo de elecciones anteriores. El partido queda ante el dilema de continuar disgregándose hacia el uribismo o de unirse a una izquierda democrática.
Si la crisis del bipartidismo parece irreversible, la pregunta es qué forma tomará el nuevo mapa político colombiano. Por lo pronto, parecen consolidarse, en paralelo, una derecha o centroderecha alrededor del reelegido presidente, y una izquierda en torno a Carlos Gaviria. Sin embargo, de esta realidad coyuntural, en la que impera el imán de dos caudillos sobre la fuerza de sus respectivas organizaciones, a un nuevo sistema partidista coherente todavía hay bastante distancia.
La votación por la izquierda es todo un fenómeno. Al constituirse en la segunda fuerza política, se traduce en un poderoso mensaje a quienes desde el monte todavía persisten en el anacronismo de una lucha armada cada día más injustificable y degradada. El proceso político en la izquierda es orgánico, producto de la fusión de dos sectores, el Polo y Alternativa Democrática. Tiene figuras como ‘Lucho’ Garzón, Antonio Navarro, Gustavo Petro. Su proyecto de consolidarse como fuerza partidista y pelear la presidencia en el 2010 depende de que encuentre un discurso que cale en sectores medios, que vaya más allá de consignas reivindicativas y contestatarias, y que le pierda el miedo al tema de la seguridad, entre otros.
El uribismo enfrenta otros retos. No es una fuerza política homogénea y en su interior conviven ‘caciques’ y personajes que más parecen rivales que pasajeros del mismo barco. Los próximos años dirán si los varios movimientos y personalidades que lo componen logran consolidarse como una bancada sólida en el Congreso y avanzar hacia la cohesión de un proyecto de centroderecha. O si solo se montaron para salir en la foto de la reelección, y, una vez Uribe pierda vigencia, el tema sucesoral desatará no pocas luchas intestinas.
Por lo pronto, el panorama político colombiano ha cambiado radicalmente. Del juego entre liberales y conservadores, hemos pasado al del uribismo y la izquierda. Toda una patada al tablero de la política nacional que, de todas maneras, necesita de partidos fuertes y modernos.
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