Ollanta, el cavernícola
Las parlamentarias electas Elsa Malpartida y Nancy Obregón son sentenciadas gonfaloneras de la coca y ahora violentas portaestandartes del sacha nacionalismo
Buen lector, me contaron en Malasia que cuando se introdujo el cultivo masivo de caucho, algunos aborígenes se sublevaron porque consideraban que las plantaciones traían "la destrucción del paraíso".
Dos siglos más tarde Malasia es una potencia tecnológica y gran parte de su desarrollo lo debe todavía a la industria cauchera. De modo que el paraíso no fue destruido y la ignorancia nativa ya acabó.
La historia viene a cuento hoy, cuando finalmente ha primado la cordura política y se ha aprobado el bendito TLC con EE.UU. Nadie puede ser mezquino en reconocer que el éxito se debe al tesón del presidente Toledo, el gran visionario de los enormes beneficios que traerá la integración comercial.
Comprensiblemente en su momento muchos discreparon. Algunos, con sano criterio, advirtieron que aun cuando no niegan los pro del TLC, hay contras (como el impacto sobre segmentos agrícolas, de medicinas y de patentes) que requieren compensarse.
En esa línea, durante la campaña electoral inclusive el Apra mantuvo una postura diletante. Pero llegado el momento decisivo, el partido del nuevo gobierno actuó con sensatez, entendiendo que oponerse per se a este tratado era comportarse como los mencionados indígenas malasios del cuento.
Por eso, responsablemente, votó a favor y sus voceros han anunciado lo obvio: que luego intentarán mejoras. Eso abona la esperanza de que el régimen de García puede ser realmente bueno… Ojalá y la ilusión no sea traicionada.
Pero a diferencia del aprismo, Ollanta Humala –aquel sacha caudillo que está perdido en el laberinto de sus partidarios fratricidas–, optó por la posición cavernícola. Literalmente, por tirarle piedras a la modernidad.
En actitud de candidato que no advierte que ya terminaron las elecciones, sacó a la minimasa (porque solo hubo un puñado de desorientados) a protestar. Y, más allá de causar algún desorden no consiguió sino desprestigiarse él y a sus seguidores. Peor todavía: un par de sus congresistas electas, las gonfaloneras de la coca Elsa Malpartida y Nancy Obregón, llamaron la atención por su estupidez. El término es exacto: cual energúmenas irrumpieron en el hemiciclo, golpearon a miembros de la seguridad… y después, en el programa de Rosa María Palacios, admitieron que ni siquiera han leído el texto del TLC.
He pedido desde este espacio respeto para Ollanta Humala, pero sus actitudes antidemocráticas, los nuevos indicios de participación en el crimen de policías en Andahuaylas y su asociación con delincuentes salvadas por la política como las mencionadas (y sentenciadas congresistas electas) plantean que si él mismo no respeta al país, no puede pedir consideración para su grupo.
Y ojo, que si Humala representaba algún mensaje popular valioso, ahora lo está traicionando. Además, ya es hora que explique quién lo financia. ¿No será el antiglobalizador Chávez?
En fin, esta es hora de celebración. El Senado estadounidense seguramente ratificará el TLC y luego habrá que difundirlo y aprovecharlo. Entre tanto, lo logrado, justo es subrayarlo, se debe a ese Toledo que vamos a extrañar. Y aquí, querido lector, hay que parafrasear: Al César lo que es del César y al humalismo violentista, el rechazo enérgico. ¿O no?
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