El dinero de Chávez podría frenar el ímpetu de cambio en una Cuba sin Fidel
Por José de Córdoba, David Luhnow y Bob Davis
The Wall Street Journal
Carente de carisma y temido por muchos, Raúl Castro, el nuevo líder interino de Cuba, está dando los primeros pasos de lo que podría convertirse en una transición prolongada e incierta del reinado de décadas que su hermano ha ejercido sobre esta isla.
El anuncio, el lunes pasado, de que Fidel Castro había traspasado temporalmente el poder a su hermano Raúl después de someterse a una operación intestinal desató una noche de celebraciones en Miami, donde muchos exiliados están convencidos de que se trata del comienzo del fin de los 47 años de Fidel Castro en el poder.
Más allá de las especulaciones políticas, Raúl Castro tendrá que hacer frente a tres grandes preguntas económicas: la relación con Estados Unidos; la relación con su principal mecenas, el presidente venezolano Hugo Chávez, y cómo expandir la economía.
De las tres, la relación con EE.UU. parece ser la más sencilla. Tomando en cuenta la vehemencia anticomunista de la población cubano-estadounidense y la antipatía del gobierno de George W. Bush hacia el régimen comunista, es improbable que Washington haga alguna concesión sustancial, allanando el camino para que Raúl Castro siga adelante con las actuales políticas del gobierno. «Me pregunto si Washington está preparado para enfrentar una situación tan impredecible e incierta… a apenas 150 kilómetros de Miami», dice Michael Shifter, analista de Diálogo Interamericano, un centro de estudios de Washington.
Chávez presenta su propio conjunto de desafíos. El líder venezolano ha mirado a Fidel Castro como a una figura paternal, y ha enviado sus mejores deseos a la oficina del líder cubano. «Esperamos que el presidente Fidel Castro tenga una pronta recuperación. ¡Viva Fidel Castro!» expresó.
En caso de que el mayor de los hermanos Castro no se recupere, el mandatario venezolano perdería una fuente clave de asesoría estratégica y dirección para su propia revolución bolivariana. Fidel Castro ha contribuido a frenar el instinto más impulsivo de Chávez; sin el líder cubano, el ex militar venezolano podría ser más radical en su intención de transformarse en el líder indiscutido de las fuerzas antiestadounidenses en el mundo.
La semana pasada, Chávez visitó Moscú y firmó un acuerdo por US$1.000 millones para obtener aviones de guerra y helicópteros, un negocio que hizo sonar las alarmas en Washington. Después fue a Teherán, donde selló una serie de pactos de cooperación energética y no tuvo inconvenientes en unirse a los iraníes para denunciar a EE.UU. como el «gran satanás». Chávez incluso ha expresado su deseo de visitar Corea del Norte. Chávez está en campaña para que Venezuela sea votada como miembro temporal del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Con Raúl Castro en el mando, tal vez disminuya el apetito de La Habana por las aventuras internacionales de Chávez. Pero es poco probable que Raúl Castro incomode en demasía al venezolano, pues necesita su asistencia económica, en especial porque es improbable que EE.UU. levante su embargo sobre la isla y ofrezca una alternativa real a Castro. «El dinero que Venezuela está gastando en Cuba es tan gigantesco que no hay forma de que puedan cambiar la relación», observa Eric Eckvall, un consultor político en Caracas.
Sin embargo, en lo que para algunos sería una sorpresa, la economía cubana podría otorgarle algún margen de maniobra a Raúl Castro. El crecimiento ha repuntado en los últimos dos años, pese a que muchos cubanos todavía quieren abandonar la isla. Según las estadísticas oficiales, que la mayoría considera infladas, la economía cubana se expandió casi un 12% en 2005, debido a un auge del turismo, las ventas de níquel y las exportaciones de servicios médicos, deportivos y de otras clases a Venezuela. La Agencia Central de Inteligencia de EE.UU. coloca la cifra en 8%, aunque resalta que «el estándar de vida promedio sigue en un nivel más bajo» que antes de que el colapso de la Unión Soviética terminó con los subsidios de ese país.
La economía cubana se ceñía estrictamente a los preceptos de la planificación centralizada cuando la Unión Soviética le proveía petróleo y pagaba en exceso por su azúcar. Cuando la economía se desplomó, a inicios de los años 90 tras la caída del Muro de Berlín, el país empezó a aflojar algunos controles, en lo que Fidel Castro catalogó como un «período especial en tiempos de paz». El gobierno permitió la inversión extranjera en el turismo y la minería, la inversión privada en pequeña escala en la agricultura y el uso del dólar por parte de la población. Raúl Castro tuvo un papel destacado en ese esfuerzo.
No obstante, después de una serie de huracanes y una sequía devastadora en 2001, y el surgimiento de Hugo Chávez como nuevo mecenas, Fidel Castro volvió a cambiar de rumbo. Volvió a centralizar la economía y prohibió la circulación del dólar.
Ahora, Cuba depende de la generosidad de Venezuela, la que probablemente no disminuirá. Según el Cuba Transition Project, un centro de investigación financiado por EE.UU. en la Universidad de Miami, Venezuela provee a la isla cerca de US$1.100 millones en petróleo subsidiado, una gran ayuda en una economía cuya economía bordea los US$40.000 millones, según la CIA. Venezuela también importa cerca de US$600 millones en bienes y servicios.
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