¡Oh! ¡Las palabras!
Por Malú Kikuchi
Fundación Atlas 1853
Miércoles 2 de agosto 2006, mediodía, Rosario, Santa Fe. En un acto en el que se entregaron 232 viviendas y defendiendo la ley de los llamados superpoderes, dijo el Presidente Kirchner: “Con esta ley voy a poder adecuar las partidas para concretar las obras que hacen falta para que se avance con rapidez y cristalinidad. Estoy necesitando los instrumentos para poder gobernar y llevar la Argentina adelante”.
En el castellano, idioma oficial de la Nación Argentina, según el diccionario de la Real Academia, la palabra cristalinidad no existe.
¿Qué importancia puede tener el hecho de emplear una palabra que no existe? En un ciudadano común, ninguna. Quizás, del hecho de hablar incorrectamente se pueda deducir que el ciudadano en cuestión no recibió la educación adecuada en cuanto al habla. Pero si el que emplea una palabra inexistente, sin creatividad alguna, pudiendo emplear muchas otras con corrección, es el Presidente de la Nación, pasa a ser un tema preocupante.
El lenguaje es el instrumento del pensamiento. Las palabras reflejan las ideas, los sentimientos, las sensaciones y es a través de las palabras que las personas se comunican con los demás. Las palabras no son sólo una acumulación de letras y sonidos, son la expresión de lo que somos, nos revelamos a través de ellas y a veces, nos escondemos detrás de ellas. Las palabras definen y nos definen.
Confucio, el gran filósofo chino ( 551 a 479 AC ), decía que “lo que el gobernante requiere es que en sus palabras no haya error”. En los Veinte Libros, recopilación de las analectas de Confucio, en el libro 13, capítulo 3, se cuenta que “cuando se le preguntó a Confucio cual sería su primer acto si lo dejaran gobernar un país, dijo: — Ciertamente sería corregir el lenguaje. ¿Porqué? le preguntaron, y Confucio respondió: — Porque si el lenguaje no es correcto, entonces lo que se dice no es lo que se quiere decir, si no se quiere decir lo que se dice, entonces lo que se debe hacer queda sin hacerse. Si esto queda por hacerse, entonces se deterioran la moral y las artes. Si la moral y las artes se deterioran se pierde la justicia y la gente cae en la más completa confusión. Por lo tanto no debe existir arbitrariedad en lo que se dice. Esto es más importante que todo lo demás”.
Para no remitirse solamente a un filosofo chino anterior a Cristo, con fama de conservador ( ¿sería de derecha Confucio?, liberal, no era) encontramos que en tiempos más recientes y en representación de una ideología política revolucionaria, León Trotsky ( Lev Davidovich Bronstein, 1879-1940 ) decía: “La corrección y precisión en el lenguaje es condición indispensable de un pensamiento recto y preciso” (Problemas de la vida cotidiana 1923).
Desde la China anterior a Cristo hasta la Revolución Rusa, la precisión en el lenguaje es recomendable, en particular si se refiere a las palabras que dice un gobernante.
¿Porqué el Presidente usó la inexistente palabra cristalinidad ? ¿Cree que existe? ¿La inventó a último momento? ¿Quiso decir lo que dijo? Sólo él tiene la respuesta. El Presidente, con frecuencia, al retar a alguien, suele decir , “con cariño lo digo”, del mismo modo, con cariño, le proponemos las palabras correctas para usar en lugar de cristalinidad : transparente, translúcido, cristalino, claro, nítido, intachable, inmaculado, límpido, limpio, puro, despejado, honrado o decente. Ha de haber otras, que el castellano es un idioma riquísimo en vocablos y extremadamente preciso.
Siempre con cariño, le podríamos proponer usar el diccionario del lunfardo, tan particularmente rioplatense y en vez de cristalinidad ( que no existe), usar: sin grupo, sin truchar, sin currar, sin garcar, sin chantar, sin guay. Soluciones hay varias, lo que importa es hablar el idioma que se habla, con corrección.
¿El Presidente, dijo lo que dijo porque quería decir lo que dijo?
Hoy nos enteramos gracias a un artículo de Laura Zommer en La Nación (Enfoques) que los imprescindibles –para el Presidente- Decretos de Necesidad y Urgencia, no son tales. El 90% de los DNU firmados por el Presidente K no fueron ni necesarios ni urgentes.
En 38 meses de gobierno el Presidente firmó 176 DNU de los cuales sólo 17 son considerados necesarios y urgentes por un grupo de prestigiosos constitucionalistas. ¿Hay cristalinidad en el hecho de legislar en lugar del Poder Legislativo cuando no es realmente necesario y está explícitamente prohibido por la Constitución Nacional (artículo 99 inciso 3)?
El Presidente pidió los superpoderes para que su Jefe de Gabinete pueda disponer de las partidas del presupuesto nacional como mejor le parezca. En lenguaje claro y simple, esto es, formalmente, una derogación de la figura de malversación de fondos públicos. ¿Hay cristalinidad en el hecho de derogar por ley y para siempre, la obligación de explicarle a la ciudadanía cómo, en qué y porqué se gasta el presupuesto de la Nación? Presupuesto que se paga con el dinero de los ciudadanos a los que, a partir de esta ley, ya no hay que explicarles nada. Aunque la plata sea de los ciudadanos y no del gobierno.
Uno de los primeros actos de gobierno del Presidente Kirchner fue hablar por cadena nacional para exigirle al Congreso que le hiciera juicio político a determinados miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. En un solo acto suprimió la división de poderes y terminó con el sistema republicano. ¿Hay cristalinidad en el hecho que el Poder Ejecutivo le ordene al Poder Legislativo que remueva parte del Poder Judicial? Es así como pasamos de una corte “adicta” a una corte “unánime”.
¿Hay cristalinidad en el manejo errático de las relaciones exteriores de la Nación, hoy en manos de los asambleístas de Gualeguaychú y de Hugo Chávez? ¿Hay cristalinidad en los subsidios que otorga graciosamente y sin explicaciones el Secretario de Transporte Ricardo Jaime? ¿Hay cristalinidad en la permisividad con que se trata a los movimientos piqueteros afines mientras se reprime, a veces con dureza, a los trabajadores que le reclaman algo a los empresarios amigos del Gobierno? La lista de preguntas sobre la cristalinidad en los actos del Gobierno puede ser muy, pero muy larga.
¿Existe la cristalinidad como concepto en el discurso presidencial? Aclarando una vez más, que la palabra no existe.
Hay un viejo refrán español que dice que: “dime de qué hablas y te diré qué te falta”.
Gentileza de www.lacajadepandoraonline.com para NOTIAR
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