Márquez sobre Castro en Granma
«El Fidel Castro que yo conozco», titula Gabriel García Márquez un extenso artículo en el diario oficial cubano Granma, repleto de impresiones que proceden del contacto directo. La larga amistad con Castro, seguramente el aspecto más discutido y polémico del premio Nobel, no ha desfallecido, sino todo lo contrario, con la llegada del «otoño del patriarca». «Una cosa se sabe con seguridad: esté donde esté, como esté y con quien esté, Fidel Castro está allí para ganar. Su actitud ante la derrota, aun en los actos mínimos de la vida cotidiana, parece obedecer a una lógica privada: ni siquiera la admite, y no tiene un minuto de sosiego mientras no logra invertir los términos y convertirla en victoria (…) Alguien que cree conocerlo bien le dijo: las cosas deben andar muy mal, porque usted está rozagante».
Su «auxiliar supremo es la memoria y la usa hasta el abuso para sustentar discursos o charlas privadas». Sin embargo, es el «antidogmático por excelencia». «Desayuna con no menos de 200 páginas de noticias del mundo entero (…) Es un lector voraz. Nadie se explica cómo le alcanza el tiempo ni de qué método se sirve para leer tanto y con tanta rapidez». No todo es oro en la revolución, viene a admitir el escritor. «Sobre los que le escamotean la verdad por no causarle más preocupaciones de las que tiene: él lo sabe. Las más graves, sin embargo, son las verdades que se le ocultan para encubrir deficiencias, pues al lado de los enormes logros que sustentan la revolución hay una incompetencia burocrática colosal, que afecta a casi todos los órdenes de la vida diaria y en especial a la felicidad doméstica». ¿Un epitafio anticipado, «por si acaso»? Sólo el tiempo lo dirá. En Europa, Le Monde era el único ayer en acordarse en sus editoriales del asunto cubano, eclipsado momentáneamente por Oriente Medio: «¿Ha comenzado la transición en Cuba? Es posible. Por el momento es sobre todo el silencio lo que prevalece, el silencio del miedo».
Mientras, tras la impresión de los planes de atentados, la prensa anglosajona aparece más optimista. En el Times, Rosemary Righter expone con argumentos muy convincentes las razones por las cuales «los islamistas nunca ganarán». La conclusión es clara: su movimiento «está en guerra con el instinto humano de supervivencia, que nunca ha dejado de prevalecer».
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