Extraña izquierda esta
Por Gerardo Blyde
El Universal
Que izquierda tan extraña esta, la que se dice revolucionaria y que hoy gobierna. Se ufanan de haber combatido por décadas la exclusión de los menos favorecidos; se venden como los que antes de estar en el poder dedicaron sus vidas a la defensa de los derechos humanos; se enorgullecen de haber combatido y denunciado procesos judiciales injustos que no garantizaban el derecho a la defensa; expresan que luchaban por el respeto a las minorías raciales, religiosas, sexuales o de cualquier tipo; se exhiben como los principales defensores de la libertad de expresión en el pasado, incluyendo en ella la libertad de información y la de opinión. Defendían a capa y espada el derecho a protestar, a manifestar, a disentir. Todo ello quedó en el pasado.
Al llegar al poder y tratar de mantenerse en él a como dé lugar, han montado todo un aparataje de apariencia institucional que se dedica a la persecución, a la exclusión, a la imputación sin pruebas, a la violación de los procedimientos legales sin garantizar el derecho a la defensa, a la presión constante sobre los medios de comunicación para alinearlos a una sola visión. Usan su institucionalidad para prohibir las protestas, para limitarlas con autorizaciones previas o declararlas ilegales. Se pretende insultar al adversario político irrespetando a las minorías a las que antes se decía proteger. Si trabajadores se organizan y protestan por reivindicaciones, terminan imputados y sometidos a juicios. Y aun así, con una distancia tan grande entre lo que dicen y lo que hacen, pretenden seguir hoy autocalificándose de izquierda.
LA IZQUIERDA DEMOCRATICA no censura, no veja al ser humano, no prohíbe la libertad de expresión, no le teme a la protesta pública, no vive de la siembra del miedo ni de la instauración del odio. En cambio, sin importar si se es de izquierda o de derecha, si se le teme a la libertad porque la misma pone en riesgo la permanencia en el poder, se es autócrata. Un autócrata de izquierda se parece demasiado a uno de derecha. Ambos le temen al ejercicio pleno de la li bertad.
Es increíble ver la transformación que han sufrido y las justificaciones que tienen hoy que inventar quienes hoy participan de esta farsa. Aquellos que antes eran una referencia nacional por sus luchas contra las injusticias, hoy lucen desdibujados, vengativos, inventando excusas para cada exceso, montando cuentos inverosímiles para tratar de justificar lo injustificable y seguir tratando de venderse a sí mismos como humanistas, liberales, de izquierda y demócratas.
HAN HECHO DE LA MENTIRA su forma de abordar a diario la vida pública. Se halagan mutuamente, unos a otros, cada vez que tienen oportunidad; se recuerdan en cada ocasión sus antiguas luchas por reivindicaciones populares; se ensalzan en cada acto de conmemoración de aquellos que fueron asesinados, torturados o encarcelados por motivos políticos. Al verlos en esa actitud constante, una lección debemos todos aprender. Dios nos libre de, en el futuro, cuando su tiempo se les agote, presenciar a otros en el ejercicio del poder dedicados a hacer lo que hoy criticamos, viviendo de glorias pasadas y no construyendo glorias presentes para todos los venezolanos. Llegar al poder para enquistarse en él sólo por el placer de ejercerlo, para usarlo como arma para la venganza y, para colmo, no lograr beneficios reales y duraderos que terminen con la pobreza y la marginalidad de manera permanente, es inexcusable.
Y NO SE TRATA de olvidar a los caídos, torturados o encarcelados durantes estos años. Por el contrario, se trata de honrarlos siendo demócratas de verdad, defendiendo la libertad de los venezolanos sin importar las consecuencias, gobernando para el beneficio de todos sin exclusiones, respetando las diferencias que cada uno pueda tener. Se trata de sanar las heridas, no de abrirlas de nuevo en cada oportunidad que se tenga.
Hoy lucen soberbios, prepotentes, amos del poder. Pero también se les nota el inmenso miedo que tienen a perderlo. Sus pésimas gestiones tratan de esconderlas con la censura, la vejación o el escándalo constante, para que no se hable de ellas, para que no se exhiba la realidad. Ya van casi ocho años y sólo se exhiben logros no tangibles, alejados del ciudadano de a pie. Vuelta a las promesas, a lo que harán, pero no quieren rendir cuenta por lo que no hicieron.
Todos sabemos que allí está su gran debilidad, ellos lo saben y nosotros también. Lo que les sucede hoy debe servir de ejemplo. Nunca más debe llegar alguien al poder para ejercerlo en su propio provecho y el de los suyos. Al final, siempre, más tarde o más temprano, el pueblo pide cuentas, evalúa resultados, analiza logros; a veces premia, otras castiga.
Y COMO ES EL PUEBLO el que castiga, a él le dejamos ese trabajo, que bien lo sabrá hacer. Los que vengan no deben perder el tiempo en venganzas o represalias, deben dedicarse desde el primer día a construir una Venezuela de bienestar para los 26 millones que habitamos esta tierra.
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