Un premio Nobel merecido, pero mal escogido
Publicado originalmente en
El semanario The Economist no está de acuerdo en que los suecos le hayan otorgado el premio Nobel de la Paz a Muhammad Yunus, el fundador del Grameen Bank en Bangladesh. No se trata de que el señor Yunus no merezca el aprecio de la humanidad, sino de que su labor no tiene una relación directa con la paz. El banco por él creado, luego imitado con éxito en decenas de países, se dedica a conceder microcréditos a personas desesperadamente pobres, casi siempre mujeres a cargo de familias monoparentales, para que emprendan pequeñas actividades empresariales que les permitan ganarse la vida honorablemente y encaminar a sus hijos. Eso es encomiable, pero sólo tiene una relación muy tangencial con la violencia y la guerra.
Estoy de acuerdo con The Economist, como casi siempre me sucede con los análisis que aparecen en sus publicaciones. Mas agregaría un matiz importante: el Nobel que merecía el señor Yunus era el de Economía. No me parece mal que en el pasado hayan seleccionado a brillantes matemáticos como Milton Friedman, a historiadores de la economía como Douglass North o a pensadores dotados de una penetrante visión sociológica como Gary Becker –tres de los gigantes intelectuales del siglo XX–, pero alguna vez había que premiar a un banquero práctico y compasivo que va más allá de la economía académica y entra en el corazón de esta pseudo ciencia: cómo crear riqueza para beneficio de las masas.
Supongo que Friedrich Hayek, Nobel de Economía en 1974, y su maestro Ludwig von Mises también coincidirían. Las grandes formulaciones matemáticas, las curvas estadísticas, las ecuaciones complejas y el resto de los instrumentos econométricos en alguna medida sirven para retratar la economía en un momento dado, y acaso sean útiles para explicar tendencias y predecir (muy tímidamente) posibles evoluciones, pero esa intensa actividad académica tiene poco que ver con la creación de riquezas. Ahí lo que importa es la acción humana. El ojo inteligente y único de quien ve una oportunidad de satisfacer una necesidad o de propiciar una demanda, y en busca de su propio beneficio se lanza a crear para ello un producto o un servicio. Por eso el señor Yunus merece el Nobel de Economía. De nada sirven mil brillantes economistas graduados en Harvard y en Chicago, o el mejor modelo económico que propone el Banco Mundial, si no aparecen los agentes dispuestos a crear riqueza con sus empresas, ya sean éstas microscópicas, medianas o grandes.
Pero, además, con sus ideas el señor Yunus no sólo ha beneficiado a millones de microempresarios en todo el planeta concediéndoles créditos. Nos ha beneficiado a todos, porque cuando una familia es rescatada de la miseria y se convierte en productora de riqueza, simultáneamente se transforma en consumidora de bienes y servicios generados por otros agentes económicos. Esa mujer, que con el préstamo del Grameen Bank en Bangladesh, o de Mi Banco en Panamá –un descendiente centroamericano glorioso y remoto de Yunus–, ha sacado adelante a su familia, hoy consume zapatos y camisas, mientras sus hijos y nietos acuden a la escuela y aumentan exponencialmente el capital humano disponible.
Es casi asombroso que los gobiernos y los partidos políticos no adviertan que la única forma de disminuir la pobreza y crear sociedades dominadas por vastas clases medias es estimular las condiciones sociales, legales y económicas para que el tejido empresarial crezca incesante y furiosamente. Hay una verdad de Pero Grullo que debe repetirse hasta que todos la entiendan: no hay países pobres o ricos. Hay países que disponen de un tejido empresarial denso, variado y eficiente, y países que carecen de ese tejido. Lo que hace grande a Estados Unidos es General Electric, no el Pentágono y su millón de bombas. En Estados Unidos existen el Pentágono y las cien mejores universidades y hospitales del mundo porque el país cuenta con el parque empresarial más eficiente y refinado del planeta, gracias al entorno institucional y cultural que le sirve de caldo de cultivo. No hay otro secreto.
El señor Yunus y sus seguidores operan desde esta misma suposición, pero lo hacen dentro del segmento más pobre de países del tercer mundo o en sectores muy marginales de cualquier sociedad. Ese es un tremendo acierto que merece el Nobel. Pero el de Economía, no el de la Paz.
- 28 de diciembre, 2009
- 23 de julio, 2015
- 16 de junio, 2012
- 25 de noviembre, 2013
Artículo de blog relacionados
Clarín La batalla por el Presupuesto ha sido la primera gran confrontación en...
14 de noviembre, 2010Prensa Libre Aumentar el salario mínimo en una época tan económicamente difícil no...
30 de diciembre, 2008Perspectivas Políticas Desde hace más de doce años, quienes se han ocupado de...
24 de junio, 2015- 18 de agosto, 2020