La corrupción, el gran problema de Venezuela
Por Eliécer Calzadilla
Correo del Caroní
Durante muchos años, los bancos suizos fueron seguro refugio para el dinero que los gobernantes ladrones de Asia, África y América Latina, habían sustraído de sus empobrecidos países. Una nota publicada en el diario español El País, el 10 de octubre pasado, da cuenta del bloqueo que le hicieron esos bancos suizos a las cuentas de Vladimiro Montesinos, esbirro del Perú, que alcanzan a la astronómica suma de 30 millones de dólares. La nota dice que también están bloqueados ¡700 millones dólares del ex dictador de Nigeria Sani Abache! Ya Suiza no es un santuario para el dinero robado a los pueblos por los corruptos gobernantes. (Tengo entendido que los dineros de los corruptos venezolanos están en bancos chinos, españoles, panameños y del caribe).
Augusto Pinochet, tirano asesino, considerado por muchos todavía como un libertador de Chile, ha terminado como un vulgar ladrón. Durante los años que manejó a la nación chilena como un drácula uniformado, amasó una fortuna inmensa a costa de las arcas públicas del país del sur. Bajo distintos nombres, con los cuales mimetizó su verdadera identidad, abrió varias cuentas en el Banco Riggs de Washington, en las que guardó 26 millones de dólares. Hasta allá, los Estados Unidos, llegó la mano de la justicia democrática chilena y le echó guante al dinero robado por este Nerón de Latinoamérica.
Los casos he contado para ilustrar la magnitud del saqueo al que son sometidos estos países, son apenas las orillas de las sábanas de la corrupción, que arropa las gestiones de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos. Detrás del discurso redentor y salvador de los gobiernos autoritarios, pseudo democráticos, que ocupan muchas capitales y provincias de estos países, se oculta una nauseabunda madeja de corruptelas que es una de las raíces del frondoso árbol de la pobreza que ensombrece a toda la región. Venezuela no es una excepción. Al contrario, Venezuela está catalogada como uno de los países más corruptos del mundo. La organización Transparencia Internacional, en su informe del año 2006, presentado al mundo el 6 de noviembre pasado, ubica a Venezuela como el país más corrupto de América Latina, superado sólo por la desdichada República de Haití.
Venezuela desde la Independencia fue un país marcado con el signo de la corrupción. La mayoría de los empréstitos del sector público iban a parar a los bolsillos de los caciques. Antonio Guzmán Blanco, en los años 70 del siglo XIX, superó con creces todo el raterismo de sus predecesores y contaminó definitivamente con corrupción la función pública.
El venezolano no mira al cargo público como un servicio de alto valor social, de mucho conocimiento y de mucho requerimiento ético. Mira al cargo como un vehículo de ascenso social. El venezolano asciende socialmente por los bienes y el dinero que acumula: el cargo público es como una mina. Al venezolano le cuesta distinguir entre los dineros públicos y los que él carga en su bolsillo. Lo revolucionario en Venezuela es no robar.
Los cálculos de los entendidos estiman que el 40% del dinero del presupuesto venezolano desemboca, por distintos canales directos, en los bolsillos de los gobernantes y en el de sus socios en el sector privado. Si a eso le sumamos el dinero que se despilfarra en planes sin destino, en fiestas, agasajos, dádivas y regalías, y en sueldos y salarios de una burocracia inepta e infinita, entenderemos por qué no hay obras, por qué los hospitales son una ruina asquerosa, por qué no hay policías eficientes y por qué la escuela pública es una chatarra del intelecto y del conocimiento.
Un gobierno revolucionario en Venezuela, de proyección mundial e histórica, sería un gobierno donde los dineros no sean robados y en el que la corrupción se castigue severamente.
Si categorizamos a un gobierno como revolucionario por su lucha contra la corrupción y los corruptos, este gobierno de Hugo Chávez y los chavistas no es revolucionario. Es todo lo contrario. Es uno de los gobiernos más conservadores y de derecha que ha existido desde que Venezuela es independiente. Este régimen supera en todos los sentidos el latrocinio de Guzmán Blanco y resume en su seno -el chavismo- todo deterioro ético y todo el derrumbe institucional que es posible condensar en un mal gobierno: el dinero de los hospitales, escuelas, policías, infraestructura, asistencia a sectores sociales vulnerables, ciencia, cultura y consolidación institucional se desplaza, veloz, por las cañerías de la corrupción del sector oficial. (Dejo constancia que por razones de espacio no he tocado esa otra forma de corrupción latinoamericana y venezolana: los ineptos e incapaces en todas las escalas de la administración pública).
Uno no necesita que Transparencia Internacional le diga lo que vemos a diario. Venezuela es pequeña, aquí nos conocemos. ¿Cómo pueden justificar miles de funcionarios del régimen chavista la reciente riqueza que ostentan, ellos, sus mujeres y sus familiares?
Entre las razones para desplazar del poder a Chávez, democráticamente, con el voto, el próximo 3 de diciembre, yo coloco de primera a la corrupción del régimen. Yo votaré por Rosales que, por lo poco que sabe uno de estas cosas, tiene el primer chance de triunfo. Yo lamento que en las ofertas electorales de Rosales no hayamos visto claro todavía un compromiso profundo, categórico, prioritario, contra la corrupción y los corruptos. Confieso que a veces me siento cansado de esto. Confieso también que no quiero verme en la oposición frontal, de nuevo, en abril del 2007, contra un eventual gobierno de Rosales, si no ataca decididamente la corrupción.
La corrupción, pienso, es el gran y primer problema de Venezuela. Por allí, contra la corrupción debería comenzar un proyecto de largo plazo que de verdad quisiera transformar a Venezuela.
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