Periodistas, socialismo y el futuro
Por Porfirio Cristaldo Ayala
Diario Las Americas
Asunción– ¿Por qué la mayoría de los periodistas sigue alentando el socialismo pese a su rotundo fracaso en todo el mundo? La pregunta no es trivial, dado que las personas que comúnmente moldean nuestras opiniones sobre el gobierno, la economía y la sociedad son los periodistas, directores de medios, cronistas, columnistas y otros artistas de la palabra escrita. Sus ideas sirven de guía a gobernantes y legisladores en el análisis de las leyes y políticas públicas. Los países tienden a ser el reflejo de sus hombres de prensa.
Una explicación del apoyo al socialismo es el resentimiento. Es sabido desde hace mucho tiempo que muchos escritores, novelistas, poetas, sociólogos, profesores y demás intelectuales defienden el socialismo por la profunda antipatía que sienten contra el sistema contrario, la economía de mercado, un sistema que no les reconoce los méritos que piensan se merecen ni les confiere poder y celebridad. En el socialismo, en cambio, la distribución de beneficios es definida por las elites políticas y no por la demanda de la gente común. Los intelectuales pueden ocupar así el sitio de honor que sienten les corresponde en la sociedad.
Al igual que el resto de los intelectuales, los periodistas entienden perfectamente que el socialismo y estatismo han naufragado en todas partes, sin excepción, dejando a los pueblos en el atraso y miseria. Los únicos países que han logrado alcanzar prosperidad, libertad y justicia son los que tienen economías de mercado. Y cuanto más libres sus economías, más rápidamente han crecido y progresado. ¿Qué futuro hay, entonces, en seguir alentando el socialismo?
El resentimiento suele ser más fuerte que la razón. Muchos periodistas sienten rencor contra el mercado porque éste tiende a premiar, no a los que tienen el más alto nivel intelectual, mayor valor y mérito académico, como sucede en las universidades, sino a las personas que mejor satisfacen las necesidades y los gustos de la gente sin importar su nivel de educación o rusticidad. Un sistema que premia con riqueza, fama y poder a empresarios, artistas, futbolistas, boxeadores, pero deja de lado a intelectuales y pensadores–nos aseguran– es decadente e injusto.
Por otra parte, a los periodistas, como a todos, les gusta sentirse influyentes e importantes. Por eso no se contentan con informar con imparcialidad, sino que tratan de “interpretar” la información de acuerdo a sus propias valoraciones políticas. En su afán reformista comprenden que el socialismo y el intervencionismo estarían más cercanos a su propia agenda política que el libre mercado. Algunos periodistas tratan de conseguir cargos públicos o políticos, buscando crear una sociedad mejor a través del intervencionismo y la redistribución, sin comprender que el mercado con sus millones de personas comunes, compradores y vendedores, es un delicado mecanismo de precisión que no es posible mejorar a golpes.
A los intelectuales, y en especial a los que desconocen la ciencia económica, les resultan muy atractivos el intervencionismo y la planificación central porque se ilusionan con llevar a la práctica sus ideas sobre reformas y utopías. Además, les resulta muy injusta y hasta aborrecible la noción que en el mercado la simple decisión de la gente común, del inculto proletario, sobre comprar o no comprar determina el éxito o el fracaso económico de las personas que ofrecen un servicio o emprenden un negocio, sin importar sus méritos, su moral o excelencia académica.
Pero los periodistas, en cierta forma, también son comerciantes, “vendedores de ideas de segunda mano”, decía Hayek. Y a veces “vender” significa conseguir propaganda estatal y acceder a las fuentes de información para lo cual deben relegar su integridad y someterse al interés de los gobernantes o formar corruptas alianzas con el gobierno de turno. Parece que cada vez son menos los periodistas que desnudan el populismo, impugnan el socialismo, cuestionan a los gobernantes y denuncian la corrupción. Quizás por ello aumentan las publicaciones que se derrumban frente a la red Internet, la cual se distingue por su vigorosa libertad económica y de expresión, así como por su independencia del poder. No hay futuro en el socialismo. (AIPE)
El autor es corresponsal de AIPE y presidente del Foro Libertario.
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