Chávez marcha hacia el poder absoluto
Por Pilar Conci
La Nación
CARACAS.- «¡Chávez llegó para salvarnos y ahí lo vamos a tener hasta 2021, o hasta 2050!», exclama con euforia Lila Figueroa y despierta una ola de aplausos entre los demás partidarios del presidente de Venezuela que se encuentran en la «Esquina caliente», una pequeña carpa frente a la plaza Bolívar de Caracas.
En ese «toldo», como le dicen aquí, los incondicionales a Hugo Chávez se reúnen todos los días para hablar de política, alabar las decisiones del primer mandatario y defenestrar a la oposición. Ellos, como otros millones de venezolanos, impulsaron a Chávez al gobierno hace ocho años y lo respaldaron en todas las votaciones siguientes, otorgándole un poder que creció aceleradamente y cuyos límites aún no parecen vislumbrarse.
Tras lograr la reelección para su tercer mandato en diciembre, el impulsor de la «revolución bolivariana» anunció este mes el inicio de una nueva fase: planea llevar a su país del capitalismo al «socialismo del siglo XXI». Si bien nadie parece tener muy claro por aquí qué significa eso, en cada aparición Chávez va develando una pieza más del rompecabezas.
Los anuncios que generaron más preocupación fueron la próxima nacionalización de empresas clave del sector de servicios; la intención de reformar la Constitución para posibilitar la reelección indefinida del presidente, a través de la cual planea quedarse en el poder hasta 2021, y la sanción de una ley que le permitirá a Chávez legislar por decreto durante un año y medio.
Estos lineamientos causaron sorpresa y temor porque, si bien hasta ahora el verborrágico ex militar se había caracterizado por una inflamada retórica anticapitalista, no había tomado medidas estructurales de relevancia en otra dirección. «Estamos preocupados porque no sabemos adónde nos llevan, si al socialismo o al autoritarismo», confesó Rafael Lozada, un médico de 53 años.
Y ante la llegada de esta incierta versión del socialismo -cuyo lanzamiento invade Caracas a través de toneladas de propaganda oficial-, muchos ven el fantasma de Cuba agitarse sobre Venezuela, una nación piloteada por un líder populista que controla todos los poderes del Estado (incluido el electoral), tiene mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, dispone de amplios recursos financieros proporcionados por el petróleo, goza de altos índices de popularidad y no enfrenta a una oposición de peso. Se suma una prensa cada vez más controlada y regulada por el Estado, en una sociedad víctima de una polarización que no parece detenerse.
«Tiranía popular»
«Chávez esta inaugurando una modalidad de control absoluto del poder en el marco de una legalidad democrática y con el entusiasmo de la población. Lo novedoso es que se trata de una tiranía popular», explicó a LA NACION Tulio Hernández, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela.
La devoción de gran parte de los venezolanos por su líder tiene una sólida base en las misiones o programas sociales del gobierno, que redistribuyen hacia los sectores más necesitados parte del influjo de petrodólares que ingresa en las arcas del Estado. La bonanza petrolera llega a todas las capas de la sociedad, lo que genera un notorio consumismo que, según los caraqueños, recuerda a la década del 70, y que no parece encajar en un país que se proclama socialista.
Este modelo, según estiman algunos analistas, lo acerca al totalitarismo, por tratarse, señalan, de un gobierno de apariencia democrática pero en el cual a la democracia se le desfigura el rostro.
Esta concentración de poder, y sobre todo la intención de perpetuarse en el gobierno que ha demostrado Chávez, generan inquietud entre la población, tanto en los opositores como en los seguidores del presidente, que apoyan otras de sus medidas. «Las nacionalizaciones me parecen muy buenas, las empresas pasarían a ser nuestras y no de los extranjeros. Pero la reelección ilimitada, no. Tiene que haber oposición y disenso», opinó Andrés Hidalgo, un vendedor de 46 años, en medio de la frenética actividad del bulevar Sabana Grande.
El fantasma cubano
A pesar de los temores, los analistas coinciden en que aunque Chávez sostenga una retórica igualitaria al estilo de Fidel Castro, Venezuela no será una nueva Cuba. «Venezuela es muy diferente a Cuba. Aunque sí habrá elementos del sistema cubano que van a estar presentes. Chávez ya ha sugerido que en esta nueva etapa se va a tender a nacionalizar la educación y la salud», explicó a LA NACION el analista y columnista político Alberto Garrido, que aclaró que los cambios no serán instantáneos, sino que se darán a lo largo de un proceso que tomará cierto tiempo.
«Tenemos grandes anuncios, Chávez ha abierto las puertas de la revolución pero aún no ha entrado. Pero no será una dictadura. Venezuela es un laboratorio para un nuevo sistema», agregó.
Sin embargo, los límites al poder de Chávez podrían comenzar a delinearse en las fracturas que se insinúan dentro de su propia fuerza a causa de lo que muchos consideran su omnipotencia y su falta de tolerancia a los disensos. También dependerá de la capacidad de la oposición de reorganizarse, ya que si bien cuenta con un importante caudal de apoyo, aproximadamente el 40% de la población, carece de dirigentes y partidos fuertes.
Sin duda será difícil enfrentarse a ese poder, cuando Chávez cuenta con un sólido apoyo popular, traducido en cada cita con las urnas. «Mire, éste es el título de propiedad de mi casa. Me lo acaban de dar. Y es todo gracias a él», afirma Lila, eufórica, una vez más.
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