Seducir con flores marchitas
El grotesco habría asombrado a Eugéne Ionesco y otros maestros del absurdo. La historia podría comenzar con el malestar que le produjo a Néstor Kirchner advertir que el presidente norteamericano lo salteaba adrede de su agenda. ¿Esperaba otra cosa? Es posible, porque está acostumbrado a que sus ofensas no sean sancionadas. Al fin de cuentas, Argentina es más relevante que Uruguay, habrá pensado.
Lo sorprendente, empero, es que el señor K no recordase las humillaciones que perpetró contra Bush en Mar del Plata, cuando vino para la Cumbre de las Américas. Quienes tenemos algo de memoria recordamos que no le escatimó agravios, incluso permitir que sus funcionarios organizaran el tablado de la Anti-Cumbre, donde cedió el protagonismo a Hugo Chávez, para que vomitase todas las maldiciones que fermentan en su bien alimentado aparato digestivo. Es de suponer que nuestra cancillería –muerta de miedo para hacerle entender que algunas cosas NO se hacen- le haya informado que el presidente norteamericano decidió no volver a la Argentina mientras Kirchner esté en el poder. Y Kirchner escupió un insulto al diplomático que dijo eso.
Bush, con imperdonable atraso, se acordó de América Latina, a la que “dice” amar. Sus graves problemas en el Medio Oriente sacaron de foco al continente que su administración iba a jerarquizar. Las tensiones con los republicanos en torno al intrincado problema de la inmigración latinoamericana tiene poca prensa. Se cree que Bush se opone a admitir inmigrantes y regularizarlos, cuando en verdad se opone gran parte de su partido, no él.
Pero eso no trasciende, o no se deja que trascienda. Lo cierto es que Bush se ha convertido en un presidente muy impopular, en gran medida por la guerra de Irak, que fue un error de consecuencias incalculables. Algunos ya afirman que tendrá el melancólico privilegio de ser calificado como el peor presidente de la historia de su país. Esto es aprovechado por quienes desean pescar en río revuelto, en especial el matón de Hugo Chávez. Ya no se conforma con remedar a Bolívar, sino que pretende ser el polo universal anti-norteamericano. Es decir, el más visible, admirado, querido y trascendente líder que se anima a pulsear con la mayor superpotencia del mundo. Casi como decir que Chávez es la otra superpotencia.
Un caso de narcisismo galopante que habría dejado atónito a Freud. Kirchner, sobre cuyos rasgos psíquicos prefiero abstenerme, se enojó por quedar excluido de la agenda de viaje diseñada por Bush, claro. Entonces voló a Caracas, sin la compañía de su esposa, que decidió quedarse a último momento. Dicen que el señor K allí preguntó a Chávez, un presidente militar, por qué tiene tantos militares poderosos acompañándolo en el poder. Pregunta lógica si las hay, porque en la Argentina los militares son objeto de un desdén profundo gracias a la ola neo-montonera que ahora prevalece en el gobierno. Chávez contestó que los militares “saben mandar”. ¡Chocolate por la noticia! Pero es cierto. Durante nuestras dictaduras lo hemos experimentado.
Pero, ¿y los derechos humanos? ¡Ah, es un tema que no importa donde se marcha hacia el socialismo!… Ahora, por ejemplo, Venezuela acaba de negarse a recibir a la Comisión de Derechos Humanos de la OEA, que había venido a nuestro país, y habló con Ernesto Sábato, y ayudó a encontrar algunos desparecidos. Pero los derechos humanos no deben invocarse en países “que construyen el socialismo”, y ¡basta! Ionesco, Ionesco… tu teatro del absurdo. Entonces es probable que K le dijo a Chávez que el diablo de Bush no pisará Buenos Aires.
Si no viene Bush, ¿por qué no armarle un acto en contra justo el mismo día que visite Uruguay? Propuso uno de los dos, quizás el teniente coronel golpista. ¡Idea brillante! Se produjo entonces un encadenamiento que no resgitra el protocolo internacional, y menos los países que –como el nuestro- proclaman su vocación de soberanía. Es un tema importante, porque a partir de lo que diré ensseguida, deberíamos revisar. En efecto, el presidente argentino dice que “no pudo prohibir” que el presidente venezolano venga a nuestro territorio para insultar a un tercer presidente, el de los Estados Unidos, mientras firmaba acuerdos con un cuarto presidente, el de Uruguay, luego de acordar un proyecto multimillonario con un quinto presidente, el de Brasil.
Para rociar de pimienta loca semejante camabalache, el Leninista-narcisita (como bien lo ha bautizado Andrés Oppenheimer), se dio el lujo de invitar a un sexto presidente, el de Bolivia, para que lo acompañase en su show como si fuese el dueño de casa, y como si la Argentina ya estuviese bajo su mando. Esto no enojó a Kirchner.
El discurso de dos horas y media hizo bostezar. Le habían marcado frases de libros de Perón escritos cuando él hablaba de la “juventud maravillosa” y su proyecto “revolucionario”. Chávez creyó que la gilada de 30.000 espectadores traídos –algunos a la rastra, con sus pibes- en diversos medios de locomoción y sobornados con regalos y dinero, era igual de estúpida e ignorante que el resto de los argentinos. Por lo menos de quienes vimos y recordamos cuando Perón les gritó a los “revolucionarios” de entonces y hoy en el gobierno, que eran unos “estúpidos imberbes” y luego les creó la Triple A para exterminarlos “uno a uno”, porque deseaban hacerle imposible su gobierno de conciliación.
La “clase magistral” del Papagayo vestido de “rojo-rojito” puso en evidencia la mediocridad de sus conocimientos, una grave confusión de ideas y su matonismo de barrio a toda prueba. Los clubes podrían contratarlo de patovica si algún día el pueblo venezolano consigue sacarlo del poder. Sus momentos más logrados fueron los dedicados al insulto, como en los espectáculos cómicos de baja calidad. Su bouquet de flores marchistas es la invitación a un “socialismo del siglo XXI” que nadie entiende.
En otro texto demostré que su alianza con la teocracia ultrarreaccionaria de Irán habría producido un infarto masivo a Marx, Engels y Lenín, autores ni debe conocer por las tapas.
El poder de Chávez sólo deriva de los altos precios del petróleo, no de genialidad alguna, excepto su despotismo autocrático, su incontinencia de cotorra barranquera, la repetición de frases huecas y el soborno sin límites ni rubor. Todo su cuerpo ideológico se reduce a ser anti-imperialista, es decir anti-norteamericano. La razón es antigua y simple: fascina golperarle al poderoso. Genera la admiración de los imbéciles. En esto no importan los derechos humanos, ni la democracia, ni el pluralismo, ni los derechos individuales, ni la libertad de prensa, ni la tolerancia. Menos importan aún si son las banderas que el Imperio “defiende” y lo hace con serios errores.
Además, Estados Unidos es criticable porque bogas o porque no bogas. Si no invierte en la región, nos abandona. Si invierte, nos intenta chupar la sangre. La adiposa billetera de Chávez, en cambio, vuelca petrodólares aquí, allá y acullá, siempre para beneficiar a quienes los reciben. Su periplo duró lo mismo que el periplo de Bush, pero tuvo que ir a países diferentes, por supuesto. En ningún sitio se privó de insultar. Bush, sólidamente asesorado, hizo todo lo posible para ignorar al tábano que intentaba picarle la oreja.
La diferencia entre Venezuela y Estados Unidos, es que Bush se irá para siempre en menos de dos años y Chávez se quedará en el gobierno hasta que se le agote la billetera. Bush no tiene facultades para repartir dólares a su abritrio, porque en su país funciona el Congreso, la Justicia, la prensa y la libertad de expresión. Chávez puede hacer lo que se le ocurre porque no se le opone el Congreso, la Justicia fue sometida, la prensa es asfixiada y la libertad de expresión acaba tras las rejas. En la pulseada gana Chávez.
Además, la recorrida de Bush fue tardía y débil, con una prensa enfocada en mostrar el rechazo a su presencia y no los beneficios de una vigorización productiva. Su bouquet de flores también estaba marchito. No obstante, Kirchner y Chávez han brindado un buen servicio a nuestro subcontinente con motivo del periplo de Bush. Han llamado la atención de la dirigencia norteamericana, porque en forma directa o indirecta sacudieron su opinión pública. La informó del nombre de varios países que ni siquiera conocían.
La informó de problemas graves como la pobreza, la marginalidad y la rabia. La informó de que Chávez es un fenómeno que no se puede ignorar. Que la democracia no consiste en ir cada tanto a las urnas, sino en fortalecer las instituciones que en America Latina se caen de debilidad. Ahora parecieran haberse establecido dos ejes, uno más moderado y razonable, dispuesto al diálogo en serio. Otro más extremista e imprevisible, liderado por Chávez.
Lástima que la Argentina aparece más pegada a Chávez de lo que tal vez desea el mismo matrimonio K. O de lo que conviene a nuestro confundido pueblo.
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