Igualdad social®
Libertad Digital, Madrid
Guillem López-Casasnovas, Catedrático de Hacienda de la UPF, ha escrito un artículo llamado Antiabolicionista confeso en el que defiende el impuesto de sucesiones. Para el autor, "una herencia es una renta no ganada por el perceptor, [donde] acumula patrimonios, con agravio para la igualdad social, y desincentiva el esfuerzo al trabajo de la generación beneficiada". Expresado de otra forma, si usted hereda algo, trabajará menos. ¡Ojalá fuera cierto! ¿Qué problema hay en poder vivir de tu propio dinero sin trabajar? ¿No es a lo que aspiramos todos en mayor o menor grado? Sin duda, por eso jugamos a la lotería, invertimos nuestros excedentes en productos de inversión o buscamos mil y una fórmulas para conseguir la mayor de las utilidades trabajando lo menos posible.
La expresión renta o ingreso "no ganado" la califica nuestro autor como un mal del capitalismo. El término se basa en el concepto marxista de la explotación y obtención del "derecho a todo el producto del trabajo". Esta visión de la economía es muy relativa, por ejemplo, ¿si nos toca la lotería hemos de darlo todo al Estado? Si nos arriesgamos en Bolsa para financiar una empresa y ésta consigue altos beneficios subiendo su cotización bursátil, ¿por qué hemos de renunciar a parte de nuestra ganancia? El riesgo lo hemos asumido nosotros, el Estado nos lo arrebata porque sí. Éste no se arriesga, sólo nos amenaza y consigue beneficios de esta forma, y estos ingresos del Estado, además de ilegítimos, sí que son totalmente "no ganados".
Las herencias son algo similar a los ejemplos anteriores. Son el traspaso voluntario de capital de titularidad privada de unas manos a otras. El término clave es voluntario. Lo traspasamos porque lo hemos ganado con nuestro trabajo y explotación de nuestro stock de capital anterior. Al hacer la herencia, lo cedemos porque nos da la gana sin que nadie salga perjudicado en todo el proceso. No hay vulneración alguna a la igualdad social®, esa marca registrada cuyo uso reclaman tener en exclusiva los que se creen más buenos y superiores a todos nosotros. Ganar dinero no es un acto criminal; regalarlo tampoco. No tiene sentido alguno que se penalice el traspaso de capital voluntario de un propietario a otro.
Lo que sí es un crimen es robar el dinero a la gente honrada. Los impuestos son esto, un robo, tanto el de sucesión como cualquier otro. No importa cómo quieran llamarlo o disfrazarlo los amantes de la omnipotencia estatal. Si usted cree que los impuestos son pagados voluntariamente, haga el siguiente experimento económico. En su próxima declaración de renta, escriba: "Este año no me va bien regalarles mi dinero porque el Euribor ha subido mucho y voy muy justo". Después se lo envía a Hacienda. Las fuerzas del estado se le tirarán encima en barrena asaltando sus cuentas bancarias, multándole y enviándole hombres armados a su casa. Según nuestro autor, tal acción "civilizada" podría hacerse legítimamente en nombre de la igualdad social®.
Fíjese que ninguna entidad privada actúa así. Para una empresa privada los contratos han de ser voluntarios y las dos partes, oferente y demandante, han de salir ganado en su operación. De lo contrario, la empresa no ofrece el producto y/o el consumidor no compra. Nada que ver con la forma de financiarse que tiene el Estado: no hay acuerdos ni contratos, sólo se benefician él y los grupos de presión que reciben sus dádivas. Por ejemplo, los actores, alguna escuela árabe que ha tenido que ser cerrada después de tirar en ella 18 millones de euros, países como Bolivia o los consejeros de las empresas más incompetentes del Estado, como RTVE, entre muchas otras bondades. ¿Y cómo se le llama a todo esto? Igualdad social®. El nombre es muy bonito, pero el contenido es totalmente perverso y antisocial en su esencia.
Para nuestro autor, la eliminación del impuesto de sucesiones es una excusa para "asfixiar la acción estatal". No debe estar muy asfixiado el Estado cuando representa casi el 40% del PIB y se gasta el 40% de nuestro trabajo y producción. Durante casi cinco meses al año trabajamos gratis para el Estado. Contabilizando desde enero de este año, aún nos faltan dos meses para empezar a ganar algo para nosotros mismos. Por tanto, es tiempo de abolicionismo fiscal por más que les pese a algunos. De no hacerlo así, la igualdad social® nos acabará hundiendo en la miseria.
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