Locuras estatistas
Un continuo certamen de quién tiene el discurso más radical y desatinado ofrece el neosocialismo latinoamericano. Casi siempre gana Hugo Chávez, con su programa radial “Aló presidente”. Le siguen Néstor Kirchner, Morales, Correa y Ortega con sus cotidianos desatinos. Lula asegura que el etanol salvará al mundo, mientras Castro afirma que será un genocidio. Y hasta el más trivial, Nicanor Duarte Frutos, presidente de Paraguay, un país pobre entre los pobres, participa con sus dislates alentando desde la creación del Banco del Sur de Chávez en el que pretende depositar las reservas internacionales, hasta la invasión de propiedades.
Nicanor a menudo se despacha contra empresarios agrícolas porque supone que con la mecanización y tecnología “avasallan la economía rural” y presionan a los campesinos a emigrar a las ciudades. De continuar esta situación, dice, “el pueblo hambreado puede asaltar las tierras de los sojeros”. Deja así a los empresarios amenazados por la violencia y con sus derechos desmantelados. Estos aportes le valieron posiblemente el premio al desvarío socialista del mes.
Los productores confirman que su discurso es peor que el de Chávez y Morales juntos. Nicanor olvida su juramento de cumplir y hacer cumplir las leyes que declaran inviolable la propiedad privada. Olvida que la razón primigenia del gobierno es la protección de los derechos de las personas y sus bienes, de la vida y la libertad, así como de las tierras, viviendas y maquinarias. Olvida que la ley le ha dado el monopolio del uso de la fuerza para proteger el orden y la paz pública, y no para su guardia pretoriana.
Paraguay tiene uno de los más bajos índices de libertad económica y uno de los peores ambientes de negocio del mundo. Es uno de los países de menor productividad y de mayor corrupción. Tiene la peor calificación en la protección de los derechos de propiedad y en la extensión del mercado negro que abarca más del 60% de la economía. Arrastra 20 años de retracción económica. El errático discurso populista del Presidente promueve ahora la invasión de tierras, la deforestación y el abigeo, siembra la inseguridad y el temor, desincentiva la inversión externa e interna, frena el crecimiento y destruye fuentes de trabajo.
Los neosocialistas no se han enterado de los descubrimientos del último cuarto de siglo sobre la importancia fundamental del respeto a los derechos de propiedad para el progreso de los pueblos. El premio nobel de Economía 1991 Ronald Coase revela que los países que no tienen derechos de propiedad seguros y bien claros frenan la producción y el comercio y se hunden en la pobreza. No se han enterado de que la creación de mínimos derechos de propiedad privada acabó con las hambrunas en Rusia y China. Y no ven que mientras sigan postergando las reformas de mercado la miseria seguirá avanzando.
El peligroso populismo de Nicanor con la idea de reducir la indigencia provoca la invasión y expropiación arbitraria de tierras. Pero la falta de garantías a la propiedad castiga más a los pobres que a los empresarios, debido a que posterga las inversiones, paraliza la economía y aumenta el desempleo, la informalidad y el crimen. La solución a la pobreza para Nicanor no es incrementar la producción, la productividad y los salarios, sino recaudar más impuestos de los “ricos”, para repartirlo como subsidios a los sectores sociales que apoyan su reelección.
Nicanor es estatista, pero no es tonto. Al igual que otros mandatarios latinoamericanos, sabe que solo podrá lograr su reelección mediante la creación de una profusa clientela política dependiente de los subsidios estatales, como lo han hecho Lula, con su programa de “hambre cero”, Chávez, Néstor Kirchner, Morales. Pero necesita recaudar más. Por eso advierte a los empresarios que ¡solo un nuevo impuesto asegurará “la paz social” en el país! El fortalecimiento del clientelismo político y el amiguismo es esencial para conservar el poder y repartir el botín estatal.
Los neosocialistas pervierten la democracia porque buscan mantener el poder, no haciendo un buen gobierno, sino gracias a contribuciones y votos cautivos que acaparan con prebendas y corrupción.
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