La política ecuatoriana
Por Carlos Baquerizo A.
El Telégrafo
Las condiciones y las circunstancias en el tiempo son permanentemente variables, no son estáticas, son dinámicas, pues cambian para lograr la necesaria transformación que permita el desarrollo equilibrado de los pueblos, para lo cual es necesario hacer una constante evaluación de la evolución tecnológica que se produce en todas las esferas del convivir mundial, pues el tiempo no se detiene nunca, lo que se detiene es la voluntad por la decisión de hacer justicia al amparo de la igualdad de las leyes para todos, sin distingos ni condiciones, sin el beneficio de inventario particular o de los grupos de poder, acorde con el vaivén de las mayorías.
La política ecuatoriana no ha cambiado con el tiempo, lo que ha cambiado es la forma de hacer política, ejecutando sus decisiones de acuerdo a los intereses de los monopolios partidistas que alternativamente se han cobijado en principios ideológicos de izquierda o de derecha, sin haber llegado a los extremos radicalistas, ubicándose en la sociedad de mercado o en la izquierda democrática, pues mas que sus teorías o principios ideológicos han primado los intereses de sus grupos políticos. Así se degeneraron las elecciones parlamentarias, pues se dejo de buscar mentes capaces y libres de pensamiento, para elegir a obedientes discípulos deudores del o de los favores recibidos, por eso es que el Congreso Nacional sin una intelectual representación, se ha llenado de buenos muchachos, manejados por comunicación celular, cuyas ordenes solo ha logrado cambiarlas el hombre del maletín, guiado como marioneta desde el poder ejecutivo.
Las leyes son buenas aplicadas con justicia, lamentablemente han sido mal interpretadas, desviándolas hacia el acomodo de quienes han creído disponer del poder que engendra las mayorías o del garrote que otorga la fuerza. Eso no es ley ni justicia.
Es indudable que las circunstancias y el medio en que se desenvuelven los hechos, tienen influencia en las decisiones, pero es necesario entender que los actores, nosotros, somos los únicos responsables de lo que hacemos, por eso no es ético ni moral mirar hacia atrás para recordando el pasado, echar la culpa de todo a los que ya se fueron, para eludir responsabilidades y esconder la indecisión o incapacidad para encontrar la solución a los problemas del presente, aunque sean heredados del pasado.
En el marco político del actual gobierno, se ha planteado como solución a los errores del pasado, la convocatoria a una Asamblea Constituyente, con todos los poderes, la que deberá trabajar en la estrecha mira que se genera en la ladera del cerro de Montecristi, cuna de Alfaro, posiblemente no como homenaje a este ilustre ecuatoriano, sino mas bien como un sitio estratégico para el control de sus participantes, lo cual demuestra que la política ecuatoriana no ha cambiado, seguirá existiendo el control del celular impositivo, el atropello de las mayorías o el imperio de la fuerza con el garrote en mano.
La Constitución que produzca la Asamblea Constituyente, por su claridad y comprensión, no debe permitir la antojadiza interpretación de los intereses políticos, debe ser una Constitución que sirva por igual para todos los gobiernos, sean ideológicamente de izquierda o de derecha, pues la orientación política la debe dar el Presidente electo de acuerdo con su ideología, expuesta en su plan de gobierno y no por la Constitución de la Republica.
No la fuerza sino la razón y la justicia es la que se debe imponer para lograr los fines que se desean lograr.
El atropello no siempre conduce al éxito sino al fracaso y el fracaso solo conduce a la derrota.
- 23 de julio, 2015
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