Turismo… ¿Turismo?

Por Jesús Ruiz Nestosa
ABC Digital

SALAMANCA. No sé si llamarle turismo a esa costumbre que se ha extendido de visitar, como antes se visitaban los templos de la antigüedad clásica, los sitios en que han ocurrido grandes catástrofes. El llamado Punto Cero, el sitio en que se encontraba el World Trade Center (Torres Gemelas) se ha convertido en un lugar de visita obligada para quienes van a Nueva York. Esto es nada más que para tomar un ejemplo bien cercano. Pero se le puede sumar la visita a los campos de exterminio nazis de Auschwits o Dachau; las cuevas Ardeatinas, la plaza de Hiroshima donde cayó la primera bomba atómica.

Últimamente se están organizando excursiones para ver cómo se derriten los hielos en Islandia y van apareciendo islas que antes nunca nadie vio porque estaban bajo una gruesa capa de hielo. Y no faltó quien quiera organizar visitas turísticas a los restos del “Titanic” en pequeños submarinos.
El placer que causa la contemplación del desastre no tiene límites, ni siquiera la proximidad de saber que todos podemos estar incluidos, sin posibilidades de salvación, en la próxima gran catástrofe: el calentamiento de la Tierra y el deshielo de los polos.

El deshielo ha comenzado ya y antes que motivar una gran preocupación, los rusos corrieron a llevar sus pequeños submarinos para ver hasta dónde les corresponde el Ártico porque sospechan sus científicos que allí se esconde el veinticinco por ciento de todas las riquezas naturales del planeta en forma de petróleo, gas, diamantes y ciertos metales. Así pues, ha estallado la controversia.
Los rusos, ni corto ni perezosos, mandaron un submarino que plantó una bandera rusa en el lecho marino como diciendo “Esto es mío”. Las imágenes fueron divulgadas lo que se dice, literalmente, a los cuatro vientos, y tomas cinematográficas fueron pasadas por la televisión. Hasta que un adolescente de catorce años, de Finlandia, comprobó que de las cuatro fotografías difundidas, dos pertenecían a la película “Titanic” y trozos de la película también. ¡Por favor, señor Putin! Por lo menos hubiera demostrado mayor nacionalismo y ya que estaba en el tema cinematográfico, hubiera incluido un fragmento de algunas de las glorias cinematográficas de su país: la secuencia de “Las gradas de Odesa”, por ejemplo de “El Acorazado Potemkin” (Eisenstein, 1925) en lugar de recurrir a una película venida del mundo capitalista, y, para mayor gravedad, ni siquiera llega a ser mediocre: “Titanic” (Cameron, 1997).

Estas investigaciones se pueden realizar gracias al calentamiento de la Tierra lo que permite que el sitio permanezca sin hielos mayor cantidad de tiempo que el ordinario. Es más, existe un paso que une el Pacífico con el Atlántico, llamado el Paso del Noroeste que gran parte del año se encuentra congelado. Pero se espera que en veinte años, al ritmo de deshielo actual, el mismo esté abierto a la navegación todo el año. Con ello será más fácil la extracción de petróleo, gas, diamantes y otros metales.

Claro que para entonces, el mar habrá subido de nivel y poco a poco irán desapareciendo ciudades como Buenos Aires, Montevideo, Punta del Este, Río de Janeiro, toda la Florida, Nueva York, San Francisco, Los Angeles, para mencionar algunas pocas. Y nuestro país no permanecerá ajeno al desastre ya que al subir las aguas del mar, el río Paraná será represado en su desembocadura y hasta ahora nadie ha calculado los metros que subirá, al igual que el río Paraguay.

Muchos científicos han advertido de los riesgos que corremos. Pero una parte de la población vive preocupada por extraer el petróleo que hay bajo la capa del Ártico, quizá en mayor cantidad que todo el petróleo que hay en los países del Medio Oriente y otra parte vive planeando hacer un viaje turístico para ver cómo se deshacen los hielos. ¿Podremos llamar a esto turismo? Será mejor comenzar a leer la Biblia y estudiar las características que tenía el arca de Noé pues en una de esas la vamos a necesitar.