Los origenes del totalitarismo
Escribir sobre lo que denominó Hannah Arendt como los orígenes del totalitarismo es hoy en día algo más que el ejercicio de una disquisición académica. No se trata solo de explicar ese fenómeno característico del siglo XX, que tuvo sus expresiones más marcadas en los regímenes totalitarios de Stalin y Hitler, sino de ver como se ha hecho extensivo a otros regímenes situados en diversas latitudes del planeta.
Lo característico del totalitarismo ha sido utilizar una determinada ideología, basada bien sea en el conflicto racial o en la lucha de clases para modificar las estructuras de la sociedad, por medio de la fuerza y la intolerancia, para crear una nueva sociedad homogénea y controlada en todos sus aspectos, en la que supuestamente se erradiquen para siempre y en forma definitiva los pretendidos vicios del modelo de sociedad que se quiere remplazar. En una serie de artículos exploraremos las diversas facetas de esta modalidad de gobierno a través del tiempo porque consideramos, como dijo Toynbee, quien desconoce la historia está condenado a repetirla.
Aunque el concepto de totalitarismo es relativamente nuevo, sus antecedentes relativamente modernos se remontan a la Revolución Francesa . Sin embargo, sus raíces occidentales más antiguas podrían estar en el Estado Espartano, dentro de la óptica que propone Popper en “The Open Society and its enemies”.
Como bien sostiene Talmon en su extraordinario libro Totalitarian Democracy , lo que podríamos llamar la concepción moderna del totalitarismo fue iniciada por Rousseau. En efecto, al afirmar éste que existe un orden natural y armonioso para la sociedad humana le agregó la peligrosa noción de que existe una voluntad general para lograrlo. Esto se lograría al liberar las amarras de la capacidad de expresión del ciudadano mediante la imposición del concepto de la soberanía popular.
Rousseau desarrolló este concepto de manera metafísica y lo hizo porque resultaba evidente que el resultado que se deseaba, a veces, no podía expresarse mediante la mera decisión mayoritaria del colectivo. Rousseau afirmaba que el pueblo siempre aspiraba al bien, pero no siempre estaba en capacidad para discernir en qué consistía este valor. Por lo tanto era necesario determinar las condiciones necesarias para que el populacho pudiera ser instruido en qué consistía lo que más le convenía.
sociedad todos contribuirían con el fruto de su labor y podrían disponer libremente de los bienes que requiriesen para su existencia.
Por último, para alcanzar ese objetivo era indispensable que la dictadura controlase el sistema educativo y restringiese la libertad de prensa, para así erradicar los vicios y prejuicios del pasado e inculcar en los nuevos ciudadanos la ilustración y la virtud necesaria para el adecuado ejercicio de su voluntad soberana.
El gran peligro de estas tesis desarrolladas en el marco de la Revolución Francesa es que bajo el manto de asegurar para todos los hombres la libertad, la igualdad y la fraternidad, se consagran precisamente lo contrario, porque como muestra la experiecia, cuando un régimen se adueña de todas las esferas sociales , incluyendo las ideas y quiere imponerlas a todos los miembros, con o sin su consentimiento, es la vía para un nuevo tipo de tiranía, una de carácter global que está muy lejos de la libertad, igualdad o fraternidad. Para construir la utopía cercenan las libertades individuales de todos, al mismo tiempo que se estructura un esquema de nuevas y profundas desigualdades.
Como veremos en otros artículos, el jacobinismo es una de las fuentes de la cual han bebido todos los revolucionarios. Detrás de estas ideas hay un fuerte puritanismo que se convierte en un nuevo mesianismo que está estupendamente descrito en las siguientes palabras de Robespierre «Queremos, en una palabra, cumplir con los deseos de la naturaleza , alcanzar los destinos de la humanidad, cumplir con las promesas de la filosofía, absolver a la providencia del largo reinado del crimen y de la tiranía”.(1) Pero como es conocido, cuando los revolucionarios han querido salvar a la revolución aplicando el terror, lo que han obtenido es el fracaso de la misma y el surgimiento de otras formas de gobierno, que como el bonapartismo, restablecen a la larga el antiguo régimen.
Lamentablemente en nuestra época, por una u otra razón, se ha relegado el estudio de la historia. Sin embargo, como dijo Federico II de Prusia «Quien se proponga leer la historia con ponderación hallará que constantemente se repiten las mismas escenas. Tan sólo se necesita ir cambiando los nombres de los actores»
(1) «Nous voulons, en un mot, remplir les vœux de la nature, accomplir les destins de l’humanité, tenir les promesses de la philosophie, absoudre la providence du long règne du crime et da la tyrannie.»
El caso soviético en la fase leninista
Por totalitarismo entendemos aquel tipo de régimen que pretende utilizar una determinada ideología, basada bien sea en el conflicto racial o en la lucha de clase, para modificar las estructuras de la sociedad, por medio de la fuerza y la intolerancia, con el objeto de crear una nueva sociedad homogénea y controlada en todos sus aspectos, en la que supuestamente se erradiquen para siempre y en forma definitiva los pretendidos vicios del modelo de sociedad que se quiere reemplazar. Si asumimos esta definición como válida podremos decir que todo régimen totalitario es a la vez autoritario y dictatorial, pero no toda dictadura o régimen autoritario es necesariamente totalitario. Queremos hacer la salvedad que si bien fueron autoritarios o dictatoriales los regímenes de Perón, Velasco Alvarado, Pinochet, Pérez Jiménez, Torrijos, Videla y tantos otros que pudiéramos mencionar en la trágica historia de nuestra América Latina, ninguno de estos pretendió hacer un cambio radical en la sociedad basándose en la necesidad de implantar en ésta una nueva utopía.
Como veremos a continuación, en las formas del totalitarismo moderno no importa mucho que las razones para fundamentarlo hayan sido de derecha o de izquierda. Tanto el comunismo soviético como el nazismo alemán fueron regímenes políticos despóticos que, para imponer su concepción del mundo, sepultaron a una cantidad abrumadora de seres humanos.
En nuestra serie de artículos seguiremos un orden cronológico y por lo tanto empezaremos por la revolución Bolchevique y en particular nos referiremos a las fases leninista y estalinista de la misma. Luego seguiremos desarrollando el tema abordando los orígenes del fascismo, deteniéndonos en su versión más completa, como lo fue, el nacional-socialismo. Por último, trataremos de ver lo que ocurre en la actualidad y si hay cabida para que vuelvan a imponerse, en determinadas sociedades, versiones políticas que podríamos denominar neo-totalitarias o cercanas al mismo. Excluimos del objeto de estos ensayos los regímenes teocráticos o similares, no basados en “ideologías modernas”, que pretenda tener una visión hegemónica y maniquea del orden planetario.
El caso soviético. La fase leninista
Al analizar el carácter totalitario del régimen implantado luego del triunfo de los bolcheviques en la revolución rusa, estamos conscientes de que la sociedad humana ha padecido antes y lamentablemente, seguirá padeciendo de gobiernos violentos, en los cuales el exterminio de personas podrá ser una práctica de uso común. Sin embargo, lo que nos interesa destacar en este ensayo, son los casos en los que una determinada ideología, ha legitimado la masacrare o destrucción de segmentos particulares de una sociedad.
El siglo XX ha sido probablemente el más violento en la historia de la humanidad. Ese fue el siglo de las grandes catástrofes humanas, dos guerras mundiales, el lanzamiento de dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki , genocidios en diversas regiones del planeta, y el surgimiento del totalitarismo ideológico y racial. Tal vez podría agregarse a estos flagelos la carrera armamentista en detrimento del desarrollo social de los pueblos.
El comunismo es sin duda uno de los fenómenos de mayor relevancia de ese corto siglo que empieza en 1914, con la primera guerra mundial, y que culmina en Moscú en 1991. Su importancia debe ser analizada tanto en su carácter de doctrina política como de sus realizaciones como forma de gobierno. En este sentido es apropiado destacar lo que decía Ignacio Silone: “ … en verdad las revoluciones son como los árboles, se les reconocen por sus frutos”. Si dejamos de lado la teoría política y nos concentramos en la obra ,podremos decir que el comunismo sale mal librado en lo que se refiere a la tolerancia, al respeto de los derechos humanos y al cercenamiento de la vida y de las libertades de los ciudadanos en los países en los que se implantó .
Mas allá de los crímenes individuales, de las masacres puntuales y circunstanciales, los regímenes comunistas se han caracterizado por basar su poder, en una primera etapa, en el crimen de masas como eje de su sistema de gobierno. El terror fue la manera como impusieron su poder. Los crímenes que se cometieron fueron de toda naturaleza, contra el espíritu, contra la cultura universal y contra las culturas nacionales. Por ejemplo, un balance cifrado y que todavía no es sino una aproximación a la realidad del alcance de ese terror , es el de las cifras recogidas en un estudio realizado por varios historiadores franceses en el libro “Le livre noir du communisme, publicado en 1998 por la editorial Robert Laffont.
En él se indican el número de personas que fueron asesinadas o que fallecieron a causa de las medidas adoptadas por esos regímenes en diversas partes del mundo:
URSS: 20 millones
CHINA: 65 millones
VIETNAM: 1 millón
COREA DEL NORTE: 2 millones
CAMBOYA: 2 millones
EUROPA DEL ESTE 1 millón
AMERICA LATINA : 150.000
AFRICA : 1.7 millones
AFGANISTAN: 1.5 millones
El total alcanza una cifra cercana a los 100 millones de personas. Lo grave es, que la mayoría de estos crímenes fueron cometidos por un régimen comunista que justificaba sus acciones aferrándose a una ideología que en la práctica era solo una política de hegemonía de Estado.
En la Unión Soviética, esta acción política se remonta a sus mismos orígenes, alcanzando un nivel de paroxismo bajo el mando de Stalin.
La intolerancia fue parte esencial del dominio bolchevique.Ya en 1918 -según lo sostiene el historiador ruso Sergüei Melgounov- Latsis, uno de los primeros jefes de la Tchecka ( la policía política soviética) le daba la siguiente instrucción a sus esbirros: “ Nosotros no hacemos la guerra en contra de las personas en particular. Nosotros exterminamos a la burguesía como clase. No busquen , en la investigación, documentos o pruebas sobre lo que el acusado podría haber hecho, en actos o en palabras, contra la autoridad soviética. La primera pregunta que tenéis que hacer es a qué clase pertenece, cuales son sus orígenes, su educación, su instrucción, su profesión” .
Desde un principio, Lenin y sus camaradas concibieron la revolución como una «guerra de clases” en la que el adversario político, ideológico , o incluso la población recalcitrante, era considerada y tratada como enemigos y por lo tanto debían ser exterminados. Los bolcheviques procedieron a eliminar » legalmente” pero también físicamente a toda oposición o a toda forma de resistencia, aun pasiva, a su poder hegemónico y ello no sólo cuando ésta formaba parte de grupos opositores políticos, sino también de grupos sociales como tales . Incluso, en un discurso del 29 de abril de 1918, Lenin sostuvo: » ….si bien es cierto que los pequeños propietarios y los pequeños poseedores, estuvieron de nuestro lado cuando tuvimos que combatir a los latifundistas y a los capitalistas, ahora nuestros caminos divergen . Los pequeños propietarios tienen horror a la organización y a la disciplina. Ha llegado la hora de que nosotros emprendamos una lucha implacable, sin cuartel, en contra de esos pequeños propietarios o meros poseedores.»
A principio del proceso se creó una organización revolucionaria que estaría en el eje central de la toma de poder el llamado CMRP (Comité Militar Revolucionario de Petrogrado). Este comité estaba presidido por Félix Dzerjinski, quién definía su función de la siguiente manera: “ una estructura liviana, ágil, inmediatamente operativa, sin sometimiento a tecnicismos jurídicos de ninguna naturaleza. Esta organización no tiene ninguna restricción para actuar, para golpear a los enemigos con el brazo armado de la dictadura del proletariado». Una de sus primeras actuaciones para afianzar la dictadura, el 8 de noviembre de 1918, fue prohibir la circulación de textos considerados contra revolucionarios, cierre de los siete principales periódicos de la capital, no sólo los burgueses sino también los social-demócratas, control sobre la radio y los telégrafos y establecimiento de un procedimiento especial para la requisición de apartamentos y automóviles privados.
Dzerjinski sostenía » … la tarea principal es quebrar el antiguo régimen, nosotros los bolcheviques no somos suficientemente numerosos para cumplir esa tarea histórica. Es necesario que surja la espontaneidad revolucionaria de las masas. En una segunda etapa, nosotros los bolcheviques le mostraremos el camino a seguir. A través del CMRP son las masas las que se expresan, que actúan en contra de sus enemigos de clase, en contra de los enemigos del pueblo. Nosotros estamos aquí para canalizar y dirigir el odio y el deseo de venganza de los oprimidos en contra de los opresores.»
Uno de los medios más poderosos para la implantación de la dictadura fue la generación del concepto de «enemigo del pueblo», que fue ratificado en un decreto firmado por Lenin el 28 de noviembre 1918. Con base en este decreto, cualquiera podía ser, en uno u otro momento, objeto de la represión policial por entrar en la vastísima categoría de “ enemigo del pueblo” . Para completar esta acción se decretó la creación de los Tribunales Revolucionarios y además se procedió a abolir todas las leyes que estuviesen en contradicción con los nuevos decretos del gobierno. Todos los tribunales fueron eliminados y substituidos por esos tribunales populares que tenían una posición excesivamente laxa y factual y desligada de todo código penal y podían así imponer todo género de sanciones . Estos tribunales se diferenciaban de los anteriores por ser un instrumento para erradicar a los enemigos del proceso revolucionario en lugar de un órgano para impartir justicia.
Muy significativa fue la creación de un tribunal revolucionario para la prensa cuyo objetivo era juzgar los delitos de información y suspender toda publicación que pudiera perturbar los espíritus de la gente al transmitir «noticias erróneas». Entre los meses de mayo y junio de 1918 se cerraron 250 periódicos de la oposición socialista y a finales de ese mismo año sólo circulaban los periódicos bolcheviques.
También en ese mismo mes se creó la Comisión de Abastecimiento que estigmatizaba a las clases ricas «que se aprovechan de la miseria del pueblo» e indicaban » que ya había llegado la hora de requisar el excedente de los ricos y por qué no, todos sus bienes”
Luego le tocó el turno a los militares, ya que la Comisión de Investigación Militar tuvo la tarea de arrestar a todos los oficiales que ellos consideraran contra revolucionarios, al aceptar como prueba de tal carácter las denuncias que al respecto hacían los soldados.
En verdad el mayor temor del gobierno soviético era la posible propagación de la huelga de los funcionarios públicos y para frenarla creó el 20 de diciembre la Comisión Panrusa Extraordinaria para la lucha contra la Especulación, el Sabotaje y la Contrarevolución conocida como la Tcheka, Lenin, que no perdía la oportunidad de comparar su revolución con la francesa, sostuvo al nombrar a Dzerjinski como su jefe, que éste sería el nuevo Fouquier Tinville. Asi confirmaba su admiración por los jacobinos.
Es interesante recordar el testimonio de Steimberg, quién era el comisario del pueblo para la justicia, quien frente a unas instrucciones particularmente violentas de Lenin le dijo: «Para qué tenemos entonces un comisariato para la justicia, cuando sería más simple denominarlo comisariato del pueblo para la exterminación social y asi la causa sería clara.!- Excelente idea, respondió Lenin. Es exactamente así como yo veo la cosa. Lamentablemente no lo podemos llamar así”.
Vale la pena destacar que, fue en ese período inicial cuando se sentaron las bases para una política sistemática del uso del terror como medio para imponer la dictadura del proletariado y que luego fue utilizado por Stalin para imponer su propia versión del dominio total sobre el pueblo soviético.
Ya en 1901 Lenin declaraba que » Nunca hemos rechazado por principio el uso del terror , y nunca podremos hacerlo, porque esa es una de las acciones militares que pueden ser muy útiles y, aún más, indispensables en algunos momentos de la batalla». Más adelante sostenía que “para nosotros no existe ni puede existir el viejo sistema de moralidad o de ¨humanismo¨ inventado por la burguesía con el único propósito de oprimir y explotar a las clases mas desposeídas. Nuestra moralidad es nueva, nuestro humanismo es absoluto, porque reposa en el claro ideal de destruir toda forma de opresión y de coerción. Para nosotros todo está permitido, porque somos los primeros en la historia que alzan la espada no para esclavizar, ni para oprimir a nadie, sino al contrario, para liberarlos de todo yugo …. Sangre? Sí, que haya sangre, si ella solo puede servir para cambiar la vieja bandera gris, blanca y negra del viejo y pirata mundo, para cambiarlo por un tinte escarlata, ya que solo la muerte final y completa de ese mundo nos salvará del retorno de los viejos chacales”
Creo que estas palabras hablan por sí solas y que, con esa visión del mundo, quedaban pocas esperanzas de crear una sociedad en las que la justicia y la tolerancia fuesen sus signos predominantes.
Como veremos en el próximo artículo – en el que nos detendremos en la fase estalinista del proceso revolucionario soviético- esos supuestos ideales que iban a surgir como ave fénix de la destrucción del antiguo régimen , alcanzarían un nivel tal de violencia y destrucción que solo culminaría , con la muerte de Stalin y con la publicación del reporte secreto de Krutchev en 1956. En este, el dirigente comunista denunció las atrocidades cometidas por Stalin, manteniendo, sin embargo, un velo sobre la fase leninista de la revolución. Esto fue durante mucho tiempo aceptado , no solo por los comunistas, sino también por parte de la izquierda occidental como una verdad que hubiera sido distinta si Lenin hubiese permanecido en el poder. La realidad es que más allá de los actores el germen de la intolerancia y del totalitarismo estaba indisolublemente ligado a la ideología bolchevique y que el objetivo final era el mismo, asi lo hubiese dirigido Lenin o Trotsky.
A lo mejor el grado de paranoia hubiese sido distinto, pero toda forma de resistencia o de oposición habría sido aplastada con igual rigor.
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