La paz de verdad
Por Alejandro A. Tagliavini
Recibí una de esas piezas que merecen una profunda reflexión porque hacen a la esencia, a la metafísica, de la vida social.
La diferencia existencial entre el mercado natural y el estatismo es que, el primero, es el resultado de las relaciones espontáneas, precisamente, naturales (propias del orden natural) entre las personas, mientras que el segundo implica la imposición violenta (coactiva) de "regulaciones".
No hay manera de demostrar científicamente que esta coacción es justa, beneficiosa. En contraposición, la metafísica aristotélico tomista demuestra que la violencia es siempre destructiva. Como no se puede demostrar, el estatismo impone sus dogmas, su fe, conformando una pseudo religión que tiene sus dioses idolátricos, "Padres de la Patria", cuando para los católicos, por caso, solo Dios es Padre de la Patria.
E impone esta "religión" con un verdadero lavado de cerebro que comienza en las escuelas, adonde a los niños se les imponen (coactivamente, claro) planes oficiales que no son sino un recitado de la historia oficial, de la violencia estatal, sus dioses y ritos oficiales.
La pieza que recibí es una excelente reflexión del Papa, con motivo del rezo del Angelus, del 19 de agosto.
Comentando el pasaje evangélico de la liturgia donde Jesús dice «¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división», el Santo Padre aclaró que esto «significa que la paz… no es sinónimo de simple ausencia de conflictos… la paz de Jesús es fruto de una constante lucha contra el mal…». Por tal motivo, prosiguió, ser «instrumentos de su paz», quiere decir «vencer al mal con el bien».
Efectivamente, la paz no es el statu quo que pretenden los movimientos pacifistas tradicionales. No es, como quiere hacernos creer el racionalismo materialista, el estatismo, una situación estática resultado de haber ganado alguna guerra sangrienta. La paz es la lucha permanente contra el mal.
Pero el mal solo se combate con bien. Porque, dice la metafísica, el mal no tiene existencia propia sino que es, precisamente, solo ausencia de bien. La paz, en definitiva, es este permanente hacer el bien, "poner" el bien siempre que haya mal. La historia humana es una demostración de que el mal, la violencia, nunca es efectiva contra, precisamente, el mal.
Reflexión que me llegó justo el día declarado feriado nacional dedicado al "Padre de la Patria" argentino, el general San Martín, cuyo mayor mérito fue el de liderar una homicida guerra por la independencia. Cuando la independencia pudo haberse conseguido pacíficamente, si es que valía la pena porque no está claro que sea mejor estar gobernado por Kirchner que por SM el rey Juan Carlos, o por Rodríguez Zapatero.
¿Cómo nos quejamos de la violencia social, de los terroristas, si a los niños se les enseña que las guerras de "liberación" son "santas"?
Lo peor es que, aunque con buenas intenciones, ni siquiera muchos católicos lo entienden. El arzobispo de la provincia argentina de San Juan, aseguró que el ejemplo de vida de San Martín es capaz "de iluminar el tiempo presente". De aquí a la Jihad, y a los émulos de Al Queda, hay solo una cuestión de gustos.
"Todo sacrificio resulta poco por el bien de la Nación… y del pueblo" remató el arzobispo, es decir, hasta podemos sacrificar nuestra libertad en haras de la demagogia vernácula.
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