Evo Morales en NY: del diagnóstico a la acción
Por Patricio Navia
Infolatam
Resulta difícil no sentir simpatía hacia Evo Morales, el primer presidente indígena de Bolivia. Su presencia despierta cercanía y su semblante refleja la voluntad de combatir la pobreza, la exclusión y la injusticia tan típicos de su país en los últimos siglos. Pero las políticas económicas que ha adoptado y las prioridades políticas que ha privilegiado dan cuenta de mucho más voluntarismo que de planificación estratégica exitosa. A menos que pueda pasar del diagnóstico adecuado a la acción eficiente, el legado de Morales se sumará a una lamentable historia de gobiernos fracasados y polarizadores que han fallado en su intento por traer el desarrollo sostenible e incluyente a Bolivia.
El presidente boliviano llegó de visita a Nueva York para participar de la cumbre sobre el calentamiento global y el cambio climático y para pronunciar un discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Adicionalmente, en un concurrido encuentro con organizaciones no gubernamentales, estudiantes y amigos de Bolivia, Morales improvisó un discurso en el legendario Cooper Union. El presidente Morales realizó un diagnóstico de los problemas de Bolivia, hizo un repaso a su gobierno—incluyendo logros y desafíos—y planteó algunos temas en su agenda futura.
Morales narró sus inicios en política y la forma como llegó al poder. Al insistir en que el Movimiento al Socialismo (MAS) constituye un movimiento social y no un partido político, subrayó su desconfianza en los políticos tradicionales. Como los políticos siempre son asociados con la corrupción, confidenció su renuencia a buscar puestos de elección popular. Pero señaló que en su gobierno, los movimientos sociales, más que los partidos políticos, son la base de su apoyo y de su legitimidad.
Repasando la historia de su país, Morales destacó la marginalización y opresión que afectó históricamente a los indígenas. Acusando a gobiernos anteriores de corrupción y violaciones a los derechos humanos, insistió que el suyo sería un gobierno comprometido con las necesidades de las personas. Hasta ahí, todo bien. El Presidente correctamente analizaba las falencias de la clase dirigente boliviana para incorporar a las grandes mayorías indígenas a la construcción de estado y a la formación de una nación incluyente y con iguales derechos para todos.
Luego Morales detalló los logros de su gobierno. Aunque reconoció problemas en el avance de la Asamblea Constituyente, insistió en la necesidad de diálogo y consenso. El Presidente pareció menos preocupado que muchos analistas de la lentitud con que avanza la elaboración de la nueva carta magna. Morales destacó que su gobierno ha logrado producir los superávits fiscales más grandes en la historia nacional. Pero al atribuirlos a su iniciativa por lograr que las empresas mineras pagaran más impuestos y a la nacionalización de los hidrocarburos, Morales desconoció que el aumento en los precios internacionales de las materias primas ha ayudado a que casi todos los países de América latina tengan igualmente positivos resultados en sus arcas fiscales.
Porque no mencionó los buenos vientos internacionales que han soplado en los últimos dos años, Morales despertó dudas sobre su real comprensión de los fenómenos globales que afectan a la economía. Es más, sus diatribas contra el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el “neoliberalismo” dejaron en evidencia que, a la hora de hacer evaluaciones económicas, Morales no renuncia a colgarse de discursos populares pero no necesariamente acuciosos sobre la verdadera influencia y el impacto de los distintos actores institucionales que históricamente han influido en las políticas económicas de los gobiernos latinoamericanos.
Morales cerró su extenso e improvisado discurso con dos peticiones de apoyo. Al alabar la decisión de la Corte Suprema de Chile de extraditar al ex presidente Alberto Fujimori al Perú, Morales pidió al gobierno estadounidense que expulsara al ex presidente boliviano Gonzalo Sánchez de Losada a Bolivia, para que pudiera enfrentar cargos por corrupción y violación de derechos humanos. El presidente boliviano también pidió la eliminación del CIADI, el organismo internacional basado en Washington que dirime disputas entre gobiernos e inversionistas extranjeros. Alegando que el CIADI siempre juzga contra los países pobres, Morales pidió el fin de esa instancia. Sin hacerse cargo de los problemas que produciría a los países que necesitan inversión extranjera la eliminación de un mecanismo de solución de controversias, Morales dio a entender que el CIADI es un instrumento que solo favorece a los inversionistas extranjeros y no a los países que quieren atraer inversión.
En un discurso de 90 minutos de duración, Morales dejó en palmaria evidencia sus enormes fortalezas, que explican por qué llegó al poder y por qué mantiene saludables niveles de popularidad. Su honestidad y sus buenas intenciones parecen evidentes. Pero Morales también dejó en claro que su voluntarismo y dedicación para mejorar las condiciones de vida de los empobrecidos habitantes de su país no parecen ser suficientes para elaborar una estrategia de desarrollo sustentable. Al reclamar contra la realidad internacional, en vez de hacerse cargo de ella y a partir de allí diseñar políticas que promuevan el crecimiento económico y la justicia social, Morales dejó en evidencia que está mucho más preparado para ser líder indígena que para ser el presidente de todos los bolivianos capaz de solucionar dichos problemas.
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