El mito del Che Guevara.
A cuarenta años de su muerte, el CHE sigue siendo un personaje endiosado por muchos. Como en tantos otros casos, su desaparición física ha permitido construir una leyenda en torno a su figura. Eso que dice la historia oficial se parece mas a una caricatura que a la real actividad como revolucionario. Solo intenta ocultar y minimizar sus profundas convicciones violentas.
Muchos jóvenes han convertido a este supuesto ICONO de la revolución en uno de sus preferidos motivos de tatuajes, remeras y cuanto modo superficial de exhibirse aparezca.
Se ha transformado en el símbolo de la defensa de los ideales, de la lucha por la utopía. Mas allá de no coincidir ideológicamente con sus creencias, cuesta entender como una sociedad que vive manifestándose contra de la violencia, puede idolatrar a este hombre. No solo sucede en Argentina, sino en buena parte de Europa y América Latina.
Se puede entender, no así justificar, cuando esto proviene del socialismo intelectual y perverso que coincide no solo en lo ideológico con el «Che» sino que también replicaría uno a uno sus métodos, si le fuera posible.
Cuesta comprender como quienes viven declarándose defensores de la democracia, reivindicando valores como la libertad, la justicia y la tolerancia pueden aceptar al CHE como su símbolo de lucha, siendo que ha sembrado a su paso solo muerte, violencia e intolerancia, constituyéndose además en uno de los principales constructores de una de las pocas dictaduras que conoce el mundo actual.
En el paraíso que soñó el CHE, no hay libertad de prensa, ni de expresión, ni disenso, ni libertad para los que piensan diferente. Solo existen en ese paraíso los que pertenecen al sistema y sus enemigos. Y estos últimos no merecen vivir.
Sus verdaderos seguidores, lo saben, no lo ignoran, pero en forma perversa y premeditada lo ocultan cuidadosamente. Sus partidarios tienen espacio en la democracia. Pero sus opositores no sobrevivirían por el solo hecho de pensar diferente. Lo del CHE Guevara no es mas que un mito.
Ese «inocente muchacho idealista» que la leyenda lo muestra recorriendo la geografía americana, no es mas que un ser humano que eligió el camino de la violencia para imponer sus ideas. Su profundo odio lo ha llevado a cometer las peores atrocidades imaginables contra propios y extraños.
Ha sido en vida, un hombre violento, cruel y despiadado. Desde lo político se puede opinar mucho al respecto, pero no se puede pasar por alto, su tremendo desprecio por la vida ajena.
Para quienes estamos convencidos que el valor VIDA no puede ser puesto en juego como una pieza de cambio y que nadie tiene derecho a quitársela a otro semejante, ningún supuesto idealista escapa a la regla.
Los homicidas no tienen ideología. No existen dictadores buenos y dictadores malos. Solo existen dictadores. No existen guerrilleros buenos y guerrilleros malos. Solo existen delincuentes comunes que disfrazan su odio detrás de ideas que avalan el desprecio por la vida y justifican la muerte como camino obligado de cualquier construcción.
Las guerras no tienen forma alguna de justificarse. No existen personajes simpáticos cuando ellos disponen de la vida de otros. Matar solo es una opción cuando de defender la vida propia se trata. Cualquier otra retorcida justificación intelectual es solo retórica inmoral.
Es cierto que muchos desconocen la historia real y creen que el CHE es solo una bandera con esa imagen de hombre duro que aparece en la mítica foto que lo inmortalizó. Es simple creer lo que escribieron algunos violentos que hoy no saben como explicar las centenas de presos políticos de esa democracia con partido único que nos legara el Che y los suyos. Eso nos ha dejado, esa Cuba, sin elecciones y con un líder que se ha perpetuado por décadas, sin libertad de expresión sosteniendo su hegemónico e inmoral régimen.
Investigar, leer literatura diferente, no está en el espíritu de los intolerantes de siempre, esos que imponen su verdad y que de ser posible nos obligarían a pensar distinto o morir por no hacerlo.
Los marxistas mas ortodoxos podrán juzgarlo por esa discutible mirada de imponer la revolución por la fuerza. En la descripción sociológica de MARX la revolución del proletariado era una consecuencia inevitable de las contradicciones del capitalismo. La historia personal del CHE ha mostrado un hombre intentando PROVOCAR la revolución allí donde le sea posible, en Cuba, en el Congo, o incluso en la Bolivia donde encontró su final.
Los ingenuos defensores del CHE, no podrían aceptar nunca que en una Asamblea de Naciones Unidas en 1964 fue EL MISMO quien sostenía en esa frase, convenientemente olvidada «Nosotros tenemos que decir aquí lo que es una verdad conocida, que la hemos expresado siempre ante el mundo: fusilamientos, sí, hemos fusilado; fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte «
Prefieren ignorar este hecho o imaginar que se trata de un asunto que no existió. Aun perduran múltiples testimonios del costado violento del CHE. Su crueldad no conocía límites. No se puede pasar por alto esto cuando miles de jóvenes creen llevar en sus remeras a un personaje que simboliza algo diferente a su realidad.
Por duro que parezca, se trata de un simple asesino, como tantos otros perversos personajes que nos muestra la historia de la humanidad. Latinoamérica tiene décadas no tan lejanas, llenas de odio, pobladas de muerte. Sus protagonistas han sido solo abusadores del poder. Su color político, su pensamiento recitado, sus supuestas buenas intenciones, no ha sido mas que la máscara de los dictadores de cualquier ideología. En estas historias de aventureros que impregnaron sus manos de sangre no importa demasiado cual era su orientación, ni contra quienes decían luchar. Decididamente el fin no justifica los medios.
Quienes se creen propietarios de la vida ajena e intentan utilizar convincentes justificaciones retóricas no son mas que simples delincuentes comunes. Esto es así aquí y en cualquier lugar del planeta. La vida humana es un valor superior que no puede discutirse a estas alturas de la civilización humana. El uso de la fuerza para apropiarse de una vida ajena NUNCA tiene justificación moral posible.
La violencia y la muerte nunca pueden ser el modelo. No es lo que queremos que nuestros hijos aprendan. Lo del CHE es solo un mito.
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