La elección argentina: ciudadanos en busca de candidatos
Por Manuel Mora y Araujo
Infolatam
En menos de dos semanas los argentinos votarán para elegir un nuevo gobierno. Una gran cantidad de ellos no sabe a quien votar.
Aproximadamente la mitad expresa en las encuestas la intención de votar a Cristina Fernández de Kirchner, pero no todos muestran una convicción a toda prueba. La otra mitad está aun más desorientada: se encuentra con cinco opciones bien definidas y otras tantas de quienes mucha gente no recuerda ni los nombres (casi todos ellos expresando fracciones de extrema izquierda). Las opciones más definidas son las encabezadas por Roberto Lavagna, Elisa Carrió, Ricardo López Murphy, Alberto Rodríguez Sáa y Jorge Sobisch.
La fuente de esta falta de motivos sostenidos para definir el voto que está acusando gran parte de la población argentina es un tema político de fondo. Es posiblemente el factor más sintomático de la crisis política e institucional argentina. El mal subyacente puede ser resumido en pocas palabras: muchas demandas inmediatas, pocas expectativas sobre el futuro del país; muchos recursos de poder, poco liderazgo político; mucha movilización para sostener demandas, poca organización para la representación democrática. Se afianza esta visión: en la Argentina, si no sales a la calle a protestar, no consigues nada; si no tienes algún recurso de poder, no eres nadie; toma lo que te den hoy pero si te hablan del futuro, desconfía, no les creas.
Hay dos preguntas cuyas respuestas ayudan a entender el voto actual. ¿De dónde salen los votos con los cuales Cristina parece encaminarse a ganar la presidencia en la primera vuelta? ¿De dónde podrían salir los votos opositores que eventualmente llevarían a un ballotage?
Cristina gana abrumadoramente en las clases más bajas, en el tercio más pobre y menos educado de la población. Teniendo ese tercio asegurado, con que la mitad de la clase media la vote, ya tiene el 45 por ciento necesario para asegurarse la primera vuelta. Todo lo demás son desviaciones estadísticas. ¿Por qué obtiene Cristina esos votos? Las clases bajas argentinas han experimentado una mejoría en su situación social: desde 2003 a hoy han pasado de más de 30 por ciento de desempleo, hambre en muchos hogares y dos millones de subsidiados por pobreza a un desempleo de menos de la mitad, menos de la mitad de subsidiados e ingresos diversos en los hogares que dan cuenta de un enorme aumento del consumo en esos sectores.
En cuanto a las clases medias, originalmente apoyaron al gobierno de Kirchner, pero están empezando a resentirse. Aceptaban el pacto estabilidad laboral y controles de precios a cambio de salarios bajos. Hace dos años, el oficialismo obtuvo muchos votos en las clases medias. Hoy los está perdiendo gradualmente, porque ese acuerdo empieza a no funcionar: se mantiene la estabilidad laboral, pero los salarios no suben y los precios sí. Cristina tiene menos votos en esa franja, pero lo compensa con los que tiene en la franja de abajo.
La oposición parece un collar de perlas sin hilo. Sus propuestas no son claras, sobre todo aquello que las diferencia a unas de otras. No está tampoco claro si en la mente de los candidatos hay una idea definida de donde buscar los votos posibles; a veces se habla a los ejecutivos como si fueran excluidos sociales y a los pobres como si fueran universitarios. En la televisión, donde eventualmente se juntan algunos de ellos a debatir, solo resaltan sus diferencias -todas menores, al menos a los ojos del votante no muy informado-.
Ninguno parece interesado en liderar una opción de gobierno. Y -como suele ocurrir antes de una elección- discuten con las encuestas en lugar de discutir propuestas de gobierno. En las provincias donde ya se ha votado para elegir gobernadores locales, prevaleció un sentido del voto buscando avalar propuestas o experiencias de gestión: gobierno efectivo, no palabras, no ideas. Los candidatos presidenciales siguen con palabras e ideas abstractas; en cambio, Cristina, sin muchas palabras y con pocas ideas, encarna una propuesta de continuidad de una gestión que, mal que bien, ha producido buenos resultados.
Como consecuencia de todo esto una mitad de los argentinos seguirán sin representación, sin liderazgos nacionales en los cuales depositar sus expectativas, sin mucha confianza en el sistema político. Algo tal vez paradójico: las personas más productivas, las más insertadas en una economía de producción, son las que menos se sienten vinculadas a este sistema político que no les ofrece canales de representación.
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