Delincuencia y retórica
Libertad Digital, Madrid
Oakland, California, sigue padeciendo la elevada tasa de criminalidad y, especialmente, la elevada tasa de homicidios que la aqueja desde hace tiempo. A juzgar por el reciente discurso de su actual alcalde, el viejo izquierdista Ron Dellums, la ciudad puede esperar que su futuro sea muy similar a su pasado.
¿Y cuál es la opinión del alcalde de Oakland sobre la delincuencia que asola la ciudad? «Hemos cerrado los ojos a las injusticias y las desigualdades, y ahora estamos recogiendo las tempestades de los vientos de la indiferencia hacia toda una categoría de personas.»
Es la retórica de las «causas profundas» de la delincuencia propia de los años 60, que pese a la montaña de evidencias que se ha acumulado en su contra durante estas últimas décadas sigue viva y con buena salud en la izquierda. Por eso el problema de Oakland en algo más que el problema de una ciudad de California o, incluso, que el problema de Estados unidos. Ésa misma manera de pensar impera hoy en la izquierda de muchos otros países, dando lugar a los mismos resultados calamitosos.
En palabras del escritor británico Peter Hitchens: «Gran Bretaña se está convirtiendo rápidamente en un lugar en donde los buenos tienen miedo de los malos, y éstos no tienen miedo a nada». También dijo: «La tozuda y completa estupidez de la mayor parte de los comentarios políticos sobre la delincuencia resulta casi imposible de creer». Ambas afirmaciones serían igualmente aplicables en Oakland y en Londres, así como en muchos otros lugares.
Según la noticia de un periódico sobre el discurso de Ron Dellums, el alcalde de Oakland se mostró «claramente cómodo con lo que estaba expresando y habló sin necesitar notas”. ¿Por qué debería estar incómodo o necesitar apuntes para repetir las mismas ideas políticamente correctas que toda la izquierda –aquí y al otro lado del Atlántico– lleva repitiendo como un mantra desde hace casi medio siglo? ¿Necesitaría usted una chuleta para recitar el alfabeto?
La idea de que las «injusticias y desigualdades» explican los actos criminales se remonta a más de dos siglos atrás. Puede encontrarse en el libro escrito en 1793 en Inglaterra por William Godwin Investigación acerca de la justicia política e incluso antes, expresada por unos cuantos escritores en Francia. Es la marca de fábrica de la izquierda en todo el mundo. Pero a pesar de que estas ideas lleven siglos circulando, no se convirtieron en dominantes entre quienes toman las decisiones legales y políticas hasta la segunda mitad del siglo XX, en concreto, hasta los años 60 en Estados Unidos.
¿Como era la delincuencia en 1960, antes de que esas ideas echasen raíces en nuestros tribunales y en los poderes legislativo y ejecutivo? La tasa de homicidios llevaba décadas descendiendo –entre negros y blancos por igual– y en ese año se encontraba justo por debajo de la mitad de donde estaba en 1934. ¿Acaso no había «injusticias y desigualdades» en 1960 y en las décadas anteriores? Nadie que sea lo bastante mayor como para recordar esos tiempos podría creerse eso.
Fue precisamente el ascenso al poder en los años 60 (tanto en los tribunales como en la política) de aquellos que creían que las «injusticias y desigualdades» eran las causas del delito lo que hizo que se relajara la aplicación de la ley y se redujeran los encarcelamientos, lo que marcó uno de los más dramáticos aumentos del crimen en nuestra historia. Tras décadas en declive, la tasa de homicidios de duplicó entre 1961 y 1974. El ritmo al que los ciudadanos se convertían en víctimas de delitos violentos de cualquier tipo se triplicó.
Estas tendencias comenzaron en cada país en momentos distintos, pero los patrones fueron muy similares. Mientras las tasas de encarcelamiento descendían, las de delincuencia se disparaban, ya fuera en Inglaterra, Australia, Nueva Zelanda o Estados Unidos.
Después de que una generación entera de víctimas de crímenes fuera sacrificada en el altar de las teorías de la izquierda, una contundente reacción en contra en los últimos años del siglo XX llevó a que en todos esos países se produjeran índices más altos de encarcelamiento y, por tanto, tasas de delincuencia más reducidas.
Eso sí, aún no nos encontramos en el lugar que disfrutábamos en 1960, ya sea con respecto al nivel de criminalidad o la tendencia a la baja en las tasas de homicidios. Las ideas de la izquierda aún son populares en los medios de comunicación, en la universidad y en política. La izquierda aún se siente cómoda hablando de «injusticias y desigualdades» –incluso sin apuntes– y ciertamente sigue sin tener que hacerle frente a la enorme cantidad de pruebas que demuestran que se equivoca.
Thomas Sowell es doctor en Economía y escritor. Es especialista del Instituto Hoover.
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