Bourne to run, and run and run
Siempre me impresiona la indestructibilidad de los clichés. Por ejemplo, me encanta ese momento de la primera imagen de Agárralo como puedas en la que Leslie Nielsen y Priscilla Presley están juntos delante de una hoguera, y Presley se levanta, se lleva las manos a la espalda, y su vestido, como suele pasar en las películas, se le cae de sus hombros de un armonioso golpe perfecto.
Y después el gran Nielsen se levanta y echa las manos a la espalda, y en un instante igualmente perfecto su traje, camisa y corbata, todo cae de sus hombros. Desconozco si algún director de una escena sexual de celuloide podría hacer la escena de desnudos de verdad después de eso, pero lo hacen, todo el tiempo, en mil y una jugosas telenovelas.
Igualmente indestructible es la noción de la CIA del cine.
Durante años he bromeado acerca de estas películas en las que algún tipo está a la fuga huyendo de agentes, y conduce y conduce y conduce cambiando de vehículo, cubriendo sus huellas, pero finalmente en alguna polvorienta ciudad deshabitada en mitad del vasto trigal de Kansas no tiene otra opción que levantar el auricular y arriesgarse a utilizar la única cabina del país — y, tan pronto como lo hace, en algún lugar de Langley se enciende una luz y un ordenador comienza a zumbar, y lo siguiente que sabes es que el auricular del teléfono explota, para gran sorpresa del tipo corriente que remueve su taza de café con achicoria en la cafetería del otro lado de la calle. Pero no importa cuánto te rías de los clichés, Hollywood sigue vendiéndolos puerta por puerta.
La reciente película de Matt Damon El ultimátum de Bourne tiene un momento en el que un reportero del The Guardian utiliza una palabra concreta con su editor. Resulta que la CIA está monitorizando todos los teléfonos móviles del mundo, simplemente por si acaso esta palabra surge en la conversación. Es el nombre del programa de torturas y obtención de información terrorista de alto secreto que no quieren que nadie descubra. De modo que, en un instante, están pisando los talones al tipo del Guardian en Londres. Para un taxi, se inclina para decir al taxista adónde quiere ir, desconociendo que también lo está diciendo a la CIA, porque ellos tienen un sistema de escucha supersensible. Así que envían un agente para zanjar el problema del Guardian de una vez por todas. Y no solamente algún asesino en solitario. Hay todo un equipo pululando por un autobús londinense en hora punta. En un segundo antes de aproximarse para el asesinato, aparecen más agentes para inutilizar las cámaras de seguridad del circuito cerrado en la estación mientras el asesino aprieta el gatillo.
Y toda esta operación es ejecutada en una capital extranjera en cuestión de minutos.
¿Donde está la CIA cuando la necesitas? En realidad, sería más probable que la Agencia se encargase del desgraciado implicándole diciendo que Scooter Libby le filtró algo y cargándole el muerto en una investigación de Patrick Fitzgerald durante dos años. En cuanto a la velocidad con la que entra en acción, ésta es una agencia cuyo gran jefe prestaba testimonio 3 años después del 11 de Septiembre diciendo que se necesitarían otros 5 años para reconstruir el servicio clandestino. Imagine a Wild Bill Donovan informando a Franklin Roosevelt de que el OSS era una idea excelente y que la tendría en marcha seguro a tiempo para la guerra de Corea, o tal vez la crisis de los misiles cubanos.
Pero no en el cine. En Hollywood, El ultimátum de Bourne es la plantilla estándar: todo complot tiene una agencia gubernamental o corporación bien relacionada detrás. Y cualquiera que dude de la influencia del medio debería considerar que una proporción sustancial de la población ahora siguen las noticias como una película. ¿El World Trade Center fue demolido? Interesante. ¿Quién lo hizo? ¿Mohammed Atta y una cuadrilla de tíos saudíes? Sí, sí. ¿Pero cuál es el giro argumental? ¿Quién lo hizo de verdad? Alguien en el gobierno, ¿cierto? Los aviones fueron abordados en mitad del vuelo y "se deshicieron del pasaje sobre el Océano Atlántico" (profesor A K Dewdney, de la Universidad de Ontario Occidental), y se utilizó tecnología de alteración de la voz para simular las llamadas telefónicas a los seres queridos, y el vuelo 93 fue "derribado por la fuerza aérea de Dakota del Norte" (el coronel jubilado Donn de Grand Pre), y de cualquier manera todo el mundo sabe que el fuego no puede fundir el acero (Rosie O'Donnell), así que Bush tiene que haberlo hecho, y si no me cree, pregúntense por qué la torre siete del World Trade Center tuvo que ser demolida.
Y, si precisas que hacer secuestrar un puñado de aviones y reemplazarlos con vehículos Predator no tripulados y hacer lanzar a pasaje y tripulación sobre el Atlántico tendría el aspecto de una conspiración lo bastante grande para que alguien hubiera filtrado algo ya, por no decir obtener un acuerdo para un libro, bien, eso solamente demuestra lo astuto que es. O que tú estás metido en ello. Siempre ha habido conspiraciones, por supuesto, pero hoy solamente hay una con el mismo mensaje implacable: el malo somos nosotros, nuestros agentes gubernamentales, nuestros funcionarios del gabinete, nuestras corporaciones. América es un corte interminable de Sospechosos habituales, con Karl Rove como Keyser Sose. Y sí, sí, sé que se supone que Rove "se ha ido" de la Casa Blanca, pero ¿no le parece eso mucha casualidad?
Esta sensibilidad es algo peor que la simple parcialidad progre. Corroe la realidad misma. A la vieja cuestión de "¿A quien va a creer, a mi o a sus ojos?", una nación responde, "Está usted en lo cierto. Mis ojos tienen que estar mintiéndome". No hay nada tan inocente como un cínico reflexivo. Así que retrocedemos siguiendo el guión al consumido Bourne del que aparentemente nunca podemos salir. Vi un trailer de otra película más el otro día. Michael Douglas dice con desprecio, "¿Quiere usted ganar la guerra contra el terror?" Película nueva, mismo argumento.
© 2007, Mark Steyn
- 23 de julio, 2015
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- 29 de febrero, 2016
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