Llega Cristina Kirchner ¿Se va Néstor Kirchner?
Por Juan Carlos de Pablo
Revista Fortuna
(Véase también Quién manda por Claudio A. Jacquelin)
El castellano es un idioma magnífico, pero a veces una misma palabra se utiliza para significar cosas bien diferentes. Por ejemplo, la palabra esperar.
En efecto, a veces uno espera que ocurra algo, o que no ocurra, en el sentido de la esperanza, y a veces espera que ocurra algo, o que no ocurra, pero en el sentido de las expectativas. Lo primero pertenece al plano del deber ser, lo segundo al del ser.
Como consecuencia, cuando dialogo y alguien me dice que «espera» tal cosa, antes de seguir, le pregunto si lo dice en el sentido de la esperanza o en el de las expectativas.
Esta importantísima distinción es hoy relevante, porque estamos ante el inminente traspaso de los atributos de la máxima jerarquía del Poder Ejecutivo, de Néstor Kirchner a su esposa Cristina Fernández de Kirchner. Si esto implica un traspaso real de poder o no, se verá con el tiempo, pero en las líneas que siguen conjeturaremos qué cabe esperar… en el sentido de las expectativas.
¿Por qué no en el de la esperanza? Porque esta columna está pensada para un lector que tiene que adoptar decisiones, y para dicha persona el plano de la esperanza es irrelevante, no así el de las expectativas (a nadie le interesa lo que yo haría si fuera el próximo ministro de Economía, porque todo el mundo sabe que no lo seré; en cambio pronuncio conferencias donde hablo de lo que pienso que va a hacer el próximo ministro de Economía, mejor dicho la persona que más allá de su cargo diseñe e implemente la política económica).
Pues bien, en el plano de las expectativas los hechos están confirmando la presunción de que nada va a cambiar a partir del 10 de diciembre próximo.
Por empezar, punto no menor, Cristina Fernández de Kirchner tendrá el mismo gabinete nacional que acompañó a Néstor. Desde el punto de vista del análisis la noticia no es la llegada de Martín Lousteau sino la salida de Miguel Peirano, al parece cansado de ser puenteado por el secretario de Comercio Guillermo Moreno. Todo indica que este último continuará en su cargo, y por consiguiente todo indica que seguirá puenteando al funcionario que ocupe el despacho del ministro de Economía. Además de lo cual trascendió que Néstor Kirchner estaría ayudando (sic) a Lousteau a formar su equipo económico.
En segundo lugar, no hay indicios de que se tome en cuenta que en los 4 últimos años se agotaron stocks excedentes (de energía eléctrica, de capacidad industrial instalada, de Tango 01, etc.) y que por consiguiente llegó la hora de reponer stocks, por lo cual los resultados económicos de los 4 últimos años no podrán repetirse en los próximos 4 simplemente haciendo más de lo mismo.
En tercer lugar, las medidas adoptadas o anunciadas durante los últimos días sugieren una continuación lisa y llana del enfoque económico implementado en los últimos años. Aumento de las alícuotas a la exportación de productos agrícolas y combustibles, aumento de las alícuotas a la exportación de minerales, ausencia de medidas para compensar a los productores agrícolas afectados por la helada que azotó a una porción de la provincia de Buenos Aires, acuerdo con los supermercadistas para controlar el precio de la «canasta navideña», nuevo índice de precios al consumidor, etc.
Del Pacto Social quedaría solamente el nombre si se confirma la declaración de Cristina Fernández de Kirchner en el sentido de que no se trataría de un gran acto único, con grandes anuncios, sino de un conjunto de acuerdos que se irían celebrando con diversos sectores. Lo cual presenta la ventaja de evitar los problemas que generó el Pacto Social de 1973 (hay que estar muy mal informado o superideologizado para sugerir que un par de años después de lanzado, el pacto de Gelbard funcionaba razonablemente, pero «del Cielo» cayó Rodrigo y estropeó todo), pero también el inconveniente de maximizar la incertidumbre.
Si nada va a cambiar, entonces es importante saber dónde estamos parados, para conjeturar qué puede llegar a ocurrir de aquí en adelante. Gracias a la politización del INDEC, que el Poder Ejecutivo continúa realizando con gran entusiasmo, dejamos de tener información fehaciente sobre aumento de precios (particularmente al consumidor), PBI real (por subestimar los deflactores), empleo y desempleo (por no incluir en el cálculo a Capital Federal y Gran Buenos Aires), pobreza e indigencia (por usar un índice de precios al consumidor dibujado), etc. Por ahora se salva el balance comercial.
En ausencia de información precisa, la profesionalidad y los datos parciales sugieren que estamos en la porción alta de un nuevo ciclo económico (fuerte recuperación a partir de 2003, luego de la fuerte caída registrada en el segundo semestre de 2001 y 2002, y con increíble mejora internacional), sin stocks excedentes, con tasa de inflación alta y creciente y una política económica muy discrecional, que explica el doble discurso empresario entre lo políticamente correcto que se expresa en público y la verdad que se comenta en privado.
En estas condiciones no sorprende el notable achicamiento del horizonte decisorio: 93% de los depósitos están a menos de 6 meses, y el grueso de ellos a no más de 30 días; cuando uno pide presupuesto de algo, difícilmente lo consigue más allá de un mes; es récord el nivel de las conferencias que dicté en este segundo semestre, en comparación con cualquier segundo semestre desde el abandono de la Convertibilidad, y no precisamente porque me haya vuelto más brillante.
A la espera de la clarificación económica, que nadie piensa que será inmediata o amplia, cada uno de nosotros hace «la suya». Lo cual, en las actuales circunstancias, aumenta la importancia de las consideraciones microeconómicas en la toma de decisiones. En efecto, cuando en una misma ciudad no a todos los pizzeros les va igual, a pesar de que viven bajo el mismo intendente, gobernador y presidente de la Nación, quiere decir que la micro también importa: qué vendo, cuánto cobro, cómo atiendo, etc. Consideración importante en los últimos meses, y de aquí en más probablemente más importante.
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