La amenaza de las materias primas
Por Marcela Sánchez
Siglo XXI
Las economías que dependen demasiado de ellas están destinadas a pasar malos momentos.
Latinoamérica está entrando al sexto año de su más prolongado periodo de crecimiento en décadas. La inversión externa y las reservas internacionales han alcanzado niveles históricos y los gobiernos están avanzando en la reducción de la pobreza y el desempleo. Los elevados precios de materias primas —petróleo, gas natural, soya, cobre y azúcar— han impulsado este boom.
A comienzos de los 70, América Latina disfrutaba de una prosperidad similar. Café, cobre, cacao y estaño se estaban vendiendo a precios récord y llevaron a que la región tuviera varios años de fuerte crecimiento económico, que promedió en 7%. Todo era color de rosa, hasta cuando se desplomó el mercado de tales materias primas, que representaban más de la mitad de las exportaciones de países claves de la región.
Los expertos están advirtiendo nuevamente que las materias primas son impredecibles y las economías que dependen demasiado de ellas están destinadas a pasar malos momentos. Para suavizar el golpe de bajas económicas, América Latina debería diversificar y producir más exportaciones con valor agregado.
Muchos países latinoamericanos empezaron a hacer eso precisamente tras la crisis de los 80. Entre 1996 y 2005, América Latina en conjunto aumentó su inversión en Investigación y Desarrollo (ID) en más de un 40%. Pero ese aumento es engañoso.
Excepto Brasil, los otros países de la región están invirtiendo mucho menos del recomendado 1% del PIB en ID. Incluso si América Latina aumentara drásticamente el ritmo de inversión, dicho esfuerzo probablemente no sería suficiente para suavizar el golpe de un desplome en las materias primas, según Mario Albornoz, coordinador de la Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología en Buenos Aires. Lo que se requiere, según me dijo en una entrevista, es un “cambio cultural” destinado a producir trabajadores que puedan competir en los campos de ciencia y tecnología.
Los países latinoamericanos ya están invirtiendo en educación y el número de egresados universitarios está creciendo rápidamente, duplicándose entre 1997 y 2005. Sin embargo, la gran mayoría de dichos egresados estudia ciencias sociales, leyes o negocios.
Con excepción de México, los graduados en ciencia o ingeniería en la mayoría de países de América Latina representan menos de una cuarta parte del total.
El otro requerido cambio cultural, dijo Albornoz, consiste en que el sector privado aumente su propia inversión. Actualmente menos de una tercera parte de inversión en ID en la región proviene de empresas privadas, exactamente lo contrario a la proporción de inversión privada en países industrializados. Albornoz cree que ese dinámico cambio vendrá soólo cuando los empresarios comiencen a pensar en el largo plazo.
Existen ejemplos de innovación que son alentadores. La industria del salmón en Chile está adaptándose bien a normas ambientales y de calidad más estrictas, e invirtiendo en el desarrollo de antibióticos avanzados como también en el manejo genético. Estos ejemplos, no obstante, son mínimos en comparación con las innovaciones en Brasil. Hace más de cuatro décadas, Brasil empezó una estrategia a largo plazo de desarrollo científico y tecnológico. Hoy en día, Brasil es pionero en investigación en biocombustibles, lidera a la región en publicaciones científicas y cuenta con una industria de aviación de calidad mundial.
Con el precio en las materias primas destinado a caer algún día, Brasil tendrá un mejor amortiguador que el resto de países en la región. La esperanza es que a ese resto no le tome décadas empezar a depender más de su materia gris que de sus materias primas.
(c) 2008, Washington Post Writers Group
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