Compradores de milagros
Carlos Montaner y Alvaro Vargas Llosa dice en el «Regreso del Idiota» que el típico personaje latinoamericano es un «comprador de milagros».
Una financiera privada en la provincia de Corrientes, Argentina, se ha convertido en la noticia del inicio del año. Mucho se puede decir al respecto. Existen cuestiones judiciales y policiales que hablan incluso por si mismas.
La Justicia ya esta en el tema. Abundan juristas ocupándose de la cuestión. Pero estas líneas están dedicadas a algunos aspectos que valen la pena ser analizados y que van mas allá de lo mediático de la noticia.
Es importante recordar que esta financiera habría ofrecido una rentabilidad del 30 por ciento mensual a sus ahorristas. De hecho varios las obtuvieron durante algún tiempo y hasta la cobraron.
No hay que ser un experto en finanzas para saber que a mayor riesgo, mayor rentabilidad. Para pagar ganancias desproporcionadas respecto del mercado, hay que asumir riesgos también desproporcionados.
El riesgo tiene que ver justamente con la posibilidad de no cobrar, por lo tanto no recuperar el dinero invertido. Este ha sido un acuerdo privado de partes. Unos ofrecían una tentadora tasa de interés a cambio de capital. Aparentemente, alguien incumplió su parte y seguro que desde lo judicial esto tendrá alguna consecuencia.
Preocupa la incapacidad de los individuos de esta sociedad para asumir sus propios errores. Si alguien toma un riesgo desmedido, debe estar dispuesto a las consecuencias que se derivan de sus actos sin buscar luego culpables mas allá de los involucrados.
Alguien prometió devolver dinero bajo ciertas condiciones. Pues si eso no se cumplió, fue estafado, pero solo por aquel que prometió y no por otros que debieron estar supervisando.
Traducido. Un acuerdo entre individuos los resuelven los individuos y no el Estado. Asumir frente a los hechos consumados que el Estado debió controlar, registrar, revisar, supervisar es, en definitiva, no hacerse cargo la de la decisión, que de haber sido exitosa habría sido solo de provecho personal.
El Estado no puede ser el financiador de las «aventuras» de nadie. Debemos ser capaces de tomar nuestras propias decisiones y de aceptar las consecuencias, tanto cuando son buenas como cuando son malas.
Alguien podría decir, y de hecho se dijo, que los estafados son gente desinformada, inocentes e ingenuos trabajadores que dejaron allí los ahorros de su vida. Seguro que en tan extensa nomina los hay de estos. También están los que se endeudaron para invertir, los codiciosos que quisieron ganar dinero sin trabajar, inclusive los que depositaron allí dinero cuyo origen difícilmente puedan explicar.
Nadie puede aplaudir la actividad de quienes prometen algo y no cumplen. Pero esta claro que la justicia debe determinar si se trata de un delito, de cual y como. Para eso SI esta el Estado, para asegurarse que nadie abuse de otro apelando al engaño, a la trampa, a la mentira.
Resulta paradójico que se reclame al Estado su rol de controlador en este tipo de cuestiones cuando fue el mismo quien institucionalizo reiteradas veces en la historia Argentina una vulneración de acuerdos.
El desagio, el corralito, devaluaciones sorpresivas, la ley de convertibilidad y su derogación. No hay que tener mucha memoria para acordarse de historias recientes que fueron apoyadas, incluso, con fallos judiciales desde la máxima autoridad, la Corte Suprema, confirmando que los depósitos en dólares eran en realidad en pesos, pero los prestamos sin embargo seguían en dólares.
En fin, mas de lo mismo, parte de nuestra cultura de hacernos cargo solo de lo que nos conviene y mirar al costado cuando las cosas salen mal.
Una sociedad que tiene aspiraciones de crecer, debe asumir sus errores, y aprender a lidiar allí donde corresponde. Si alguien mintió o engaño, pues para eso esta la Justicia.
De eso se trata después de todo, de ser justos. Algunos decidieron NO invertir sus ahorros en esta financiera, pese a sus tentadoras promesas. Lo hicieron porque primó en ellos el criterio de prudencia, de pensar que para que te paguen el 30 los que lo ofrecen deben obtener mucho mas aun, y para ello solo pueden estar destinando esos recursos a actividades que rozan mayores riesgos aun, probablemente hasta se trate de actividades marginales o fuera de la ley.
Premiar a los imprudentes, haciéndoles pagar a todos esa «aventura», vía el Estado» no parece ser el camino mas razonable. Si de Justicia se trata pues tendrán que pagar lo que prometieron, quienes lo prometieron, y asumir el riesgo de no cobrar aquellos que estuvieron oportunamente dispuestos.
Es tiempo de darle la razón a Vargas Llosa y Montaner, algunas actitudes se hacen reiteradas y típicas de una forma de pensar. En estas tierras estamos repletos de «compradores de milagros».
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