Empobreciéndonos solos
Por Manuel F. Ayau Cordón
Prensa Libre
No hay nada más triste que ver cómo la población de un país pobre es empobrecida aún más por su propios dirigentes, quienes, con la mejor voluntad pero con increíble ingenuidad y entusiasmo, ejercen el poder de emitir leyes pensando que están mejorando a la población, cuando en realidad lo están impidiendo, convirtiendo en crónica su lamentable situación.
La historia nos brinda muchos ejemplos de pueblos que han logrado reducir la pobreza, y lo han logrado, invariable y simplemente, no impidiendo la prosperidad con interferencias del Gobierno en asuntos económicos; es decir, han dejado a la gente en libertad para velar por su propio destino, bajo normas de respeto de sus mutuos derechos.
Esto no le gusta a quienes se creen tan superiores en cuestiones económicas que se atreven a interferir en la economía privada de la población sin sospechar consecuencias, convencidos de que con su buena intención basta. No me refiero a la legítima intromisión de los gobiernos para hacer respetar los derechos individuales, pues las normas de respeto equivalen a las reglas del juego y es evidente que no se puede jugar un juego pacíficamente sin reglas que normen la conducta de los participantes. Pero esas normas son para proteger derechos y no para decir como jugar, y menos para darle ventajas a unos a costillas de otros.
Lamentablemente, se toma como natural que prevalezcan intereses de unos sobre derechos de otros. Por ejemplo, existe una ley de espectáculos públicos que prohíbe circos extranjeros en los departamentos del país, y fracasó el reciente intento de derogarla por presión de interesados. Otro ejemplo es declarar las casas viejas de la zona 1 monumentos históricos, sin darse cuenta de que ello constituye una confiscación, de hecho, de propiedad privada, sin la debida compensación. Sintomático es que lo hacen sin temor de una censura pública.
Se establecen aranceles de importación para encarecer (“por su propio bien”) las compras que la población hace en el exterior. Obviamente la gente sólo compraría algo importado cuando se va a enriquecer, así que el impuesto evita que la gente economice dinero y se enriquezca comprando cosas adicionales. Se establecen incentivos para evitar que los patronos suban sueldos y para quitarle poder de negociación a los trabajadores, y se les hace oneroso cambiar a un mejor empleo (“por su propio bien”). Se establecen impuestos que reducen el retorno a las fuentes de empleo que pujan salarios para arriba, desalentando así el mejoramiento de los trabajadores (“por su propio bien”). Se hacen tratados para hacer rígida y uniforme la mala legislación para que no se pueda corregir por acto soberano (tratados y homologación de leyes). Se le miente a la gente diciendo que hay que aprobar tratados (Ej. sobre adopciones) para evitar horrores fabricados y porque ya pronto lo aprobarán en USA, aunque lo más probable es que nunca lo aprueben, porque en ese país no les gusta legislar por tratado.
Siguen los ejemplos empobrecedores “por el bienestar general”. En vez de conservarlo, se logró perder un ferrocarril (no es “social”). Se descuida la infraestructura necesaria para enriquecer al país, porque no se considera “social” el hacer accesos a las ciudades, y las ciudades quedaron sin accesos económicos. Ya vienen apagones debido al diseño de la privatización de la industria eléctrica “en función social”. Gobernantes se esmeran en quedar bien con los “países amigos”, cuya burocracia, rémora del socialismo del pasado, pretende inducir con donaciones sus ideológicas intromisiones “sociales”, mientras se descuida el genuino interés social, el de producir riqueza para enriquecer a toda la sociedad. . Y así se empobrece a los pobres, “por el interés social”. ¡Que triste!
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