La inestable tendencia bursátil
Hace unos meses, la Bolsa de Valores de Lima vivía un momento de efervescencia. La rentabilidad que las personas que habían incursionado en ella había llegado a ser de un 387,6% entre enero de 2006 y julio de 2007. Cerca de esta última fecha, amigos cercanos me acusaron de aguafiestas cuando sugerí en estas mismas páginas que debíamos cuidarnos de un posible ‘crack’ de la bolsa (El Comercio 18/5/2007).
La historia que siguió desde entonces la conocemos: entre julio y diciembre de 2007, la bolsa cayó en 21,7%. La caída del pasado lunes (8,4%) fue una de las más importantes de la historia reciente habiéndose llegado a registrar una pérdida de los dineros invertidos en la bolsa de 43.4% desde el pico alcanzado el 24 de julio de 2007.
Me toca en esta ocasión dar el discurso contrario, aunque por las mismas razones que en mayo del año pasado. Y es que esta vez la bolsa llegó a caer más allá de lo razonable.
Desde que se inventaron las bolsas de valores, las cotizaciones de las acciones transadas han sido presas de dos fuerzas que suelen caminar por sendas paralelas: la fuerza de lo que en el argot financiero llamamos el valor fundamental de las acciones; y las olas de movimientos especulativos producto de factores ajenos a dichos fundamentos, aunque nunca desprovistos de racionalidad.
En el caso de la bolsa limeña, el valor fundamental de las acciones se situaría por encima de los valores actuales, castigados por las caídas de los últimos meses. El caso de las acciones mineras es el más representativo y el que más pesa en el índice general. El valor de dichas acciones se ha incrementado de la mano con la cotización internacional de los metales que ellas producen. Lógico: si el precio de los metales sube, dichas empresas obtendrán más ganancias. En consecuencia, los accionistas podrán esperar más dividendos en el futuro, expectativa de ganancia que se actualiza al día en la Bolsa de Valores de Lima.
Los precios de los metales no han caído al ritmo de las bolsas (los metales preciosos han subido porque son un refugio de valor). Estas han acusado el golpe de signos cada vez más evidentes de recesión en Estados Unidos. En el 2007, la mayor parte de metales industriales se situó en una meseta de precios superior a la de las décadas anteriores, no por el crecimiento de Estados Unidos, sino debido a la aparición de un nuevo gigante capitalista: China, país que está experimentando una mutación estructural, un cambio similar al que vivió Estados Unidos en los años 1950.
Algo similar, guardando las distancias, sucede en el Perú. El país está cosechando un cambio estructural, desde el momento en que se adaptaron reglas de juego de mercado en los noventa, cuando se rompió con la estructura económica socialista de los años 1970 y 1990. La efervescencia económica real en el Perú está motivando la afluencia de dólares. La fortaleza del sol y las mayores tasas de interés en nuestro mercado seguirán atrayendo inversionistas directos en industria, servicios, minería, pero también indirectos a través de la bolsa de valores.
Estas fuerzas son las de largo plazo. Aquellas que sustentarán la recuperación de la bolsa. En contraste, las fuerzas que generaron la efervescencia de mediados de 2007 (la especulación limeña a través de los fondos mutuos principalmente) y las fuerzas que generaron las recientes caídas, son como el reflejo de una figura frente a un espejo de agua: tiene algo que ver con la figura pero la exagera, la distorsiona.
La recesión en Estados Unidos tendrá sin duda un efecto sobre el crecimiento mundial y en consecuencia sobre la evolución de la economía peruana. Pero este efecto ya no será determinante. La bolsa se irá recuperando, lenta pero segura.
Los tres millones de peruanos que tienen sus ahorros previsionales en las AFP, pueden dormir tranquilos si mantenemos este modelo de economía política que tan buenos frutos está dando. Y aquellos que de manera voluntaria han depositado todos sus ahorros en la bolsa ya aprendieron la lección. Pero cometerían un error si se retiran en momentos de turbulencias. De aquí en adelante, ya no obtendrán ganancias espectaculares, pero probablemente más de lo que le ofrecerá una cuenta de ahorros, sobre todo en dólares.
El autor es Decano de Economía de la UPC y Presidente de Invertir.
- 23 de julio, 2015
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