Obama en el olimpo de los dioses de ébano
Por Claudio Fantini
MinutoUno
Con lo logrado hasta aquí, a Barak Hussein Obama le alcanza para ingresar al olimpo más ascendente de estos años: el de los dioses de ébano.
Llamaron diosa de ébano a Josephine Baker, que nació en una familia negra y pobre de Missouri y llegó a ser la artista mejor pagada de la primer mitad del siglo 20, ganando más que Gloria Swanson y que Mary Pickford entre otras.
Por entonces, y también después, había personalidades negras brillando en el mundo de jazz, del cine y de numerosos deportes. Pero la discriminación los marginaba de otros ámbitos.
Sin embargo, en estos últimos años, los negros conquistaron espacios que antes les estaban vedados, exponiendo figuras notables y deslumbrantes para verificar que la capacidad y el talento no tiene raza.
Tigger Woods conquistó una de las cumbres más blancas y elitistas del deporte: el golf. Hamilton avanza en la conquista de la fórmula uno, otro rubro que monopolizaban los blancos, mientras las hermanas Williams hacen lo propio en el blanco mundo del tenis.
Además, nada más blanco que el frívolo espacio de las modelos, en el que ha irrumpido con su imponente presencia Naomí Campbell.
En el mundo de la política, Kofi Anan fue el primer negro en presidir las Naciones Unidas y Nelson Holilala Mandela se convirtió en uno de los más grandes estadistas del siglo 20. Mientras que Colin Powell fue el primer jefe militar y primer canciller negro que tuvo Estados Unidos, país en el que Condoleezza Rice se convirtió en la segunda mujer (después de Madelaine Albraigth) pero la primer negra, en ocupar la poderosísima Secretaría de Estado.
La lista de ejemplos sería mucho más larga, pero con lo nombrado alcanza para demostrar que un fenómeno de estos tiempos es el brillo con que una raza que sufrió esclavitud y segregación, está demostrando la monstruosa estupidez de las teorías racistas. Y el brillante Barak Obama es uno de los contundentes ejemplos.
Lo que afirmó el supermartes
No fue el primer negro en buscar la presidencia. En su partido lo antecedió Jesse Jackson, derrotado en las primarias por Bill Clinton. Pero aquel pastor protestante no logró trascender la comunidad de color, mientras que Obama encandila en todas las comunidades, incluida la blanca.
Si algo dijo claramente el “supermartes” a Hillary Clinton y Barak Obama es que, de hacer una lectura lógica de lo que hasta aquí ha ocurrido en las primarias, tendrán que compartir la fórmula del Partido Demócrata y lo único que resta ver es quien la encabezará y quien será el segundo.
Las razones están a la vista: la disputa es cabeza a cabeza y los debates demostraron que también son muy parejos en sus capacidades intelectuales y su oratoria, además de no existir entre ellos diferencias políticas profundas.
Hillary es mas fuerte en el tema salud y Obama en la cuestión inmigrantes, mientras que sobre Irak la diferencia está en el pasado (ella votó la guerra y él siempre se opuso), pero no en el presente y en el futuro, porque los dos proponen retirada a mediano plazo, sin humillación ni derrota y sin dejar un caos que favorezca a Irán o Al Qaeda.
En definitiva, la explicación de por qué la fórmula demócrata debería ser Clinton- Obama u Obama- Clinton surge nítidamente del hecho de que quienes votan por ella no están en contra de él y quienes votan por él no están en contra de ella.
Lo mismo pero distinto
En el terreno republicano se da, paradójicamente, una situación similar pero diferente.
Entre el moderado John McCain y los derechistas Mick Huckabee y Mitt Romney la diferencia es un abismo. McCain está en la vereda del frente y el sector de su partido que lo desprecia es mayoritario. Incluso, posiblemente, los ultraconservadores estarían ganando si no estuvieran divididos.
Por eso, si bien el supermartes dejó la candidatura republicana al alcance de la mano de McCain, todo podría cambiar si Huckabee y Romney acordaran que uno debe resignar su aspiración para unificar el voto reaccionario en torno al otro.
Además, si McCain no alcanza la mayoría absoluta de delegados, en la Convención Republicana los delegados del tercero podrían dar su voto al segundo, arrebatando la candidatura al primero.
Aún logrando la postulación, al senador por Arizona le será esquivo el voto del ala reaccionaria de su partido. Los “conservadores bíblicos” lo aborrecen por su mirada secular y por sus posiciones abiertas y tolerantes en temas como aborto, educación y homosexualidad; mientras que la derecha dura le cuestiona haber votado contra los recortes impositivos de Bush y haber criticado públicamente la estrategia de Cheney y Rumsfeld que fracasó en Irak.
Esto lo coloca en una encrucijada: en la elección final deberá llevar a Romney o a Huckabee como compañero de fórmula para que no se le escape el voto reaccionario; pero de ese modo perderá el voto de los sectores independientes y moderados, así como también el de la estratégica comunidad latina, que hoy está azorada por la posición que domina el discurso republicano.
Después del primer caucus, la interna republicana derivó en una puja por conquistar lo más cerrado y mezquino de la sociedad norteamericana. Por eso los debates giraron hacia posiciones implacables y, en esa competencia, Mitt Romney se impuso con auténticas demostraciones de desprecio hacia los inmigrantes.
Lo grave es que, junto a la prédica religiosa del gobernador de Arkansas, ese conservadurismo agresivo y moralista influyó negativamente en el discurso de McCain.
Antes de iniciarse las primarias, McCain tenía muy buena llegada a los sectores independiente y centrista, porque siempre fue visto como un heterodoxo. Incluso los sectores progresistas lo aplaudían cuando, con lúcido estupor, se oponía a la tortura y la limitación de derechos y libertades en el marco de la lucha contra el terrorismo.
En síntesis, se lo consideraba un conservador decente y abierto, que podía ver claramente como el gobierno de los “neocons” dejó crecer un capitalismo pervertido que ahora arrastra el país hacia la recesión.
Como además fue el único que advirtió sobre la deficitaria mezcla de bajar impuestos y subir gastos militares, es el aspirante republicano mejor parado de cara a la elección final, por ser el menos contaminado por el descrédito de la administración Bush.
La encrucijada de McCain es que lo que lo acerca a la derecha republicana que tanto desconfía de él, irremediablemente lo aleja del voto independiente y centrista, que es la llave de la mansión blanca de la avenida Pensilvania al 1600.
- 23 de julio, 2015
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