América Latina y el perro del hortelano
El Presidente peruano Alan García Pérez ha visitado la Villa y Corte madrileña para reunirse con diversos inversores españoles y pedirles, quinientos años después, que crucen los mares –como Colón, Pizarro y Cortés– y se entreguen gustosos a las delicias del nuevo Dorado que florece en tierras latinas. En efecto, el otrora joven turco del estatismo radical y el populismo cepaliano aboga, en nuestros días, por una nueva economía que conduzca al Perú al liderazgo regional y a esa prosperidad que sólo se encuentra al final del arco iris del mercado.
El líder sudamericano pretende que la antigua Indoamérica del pensador y fundador del APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana) Víctor Raúl Haya de la Torre ha de apostar por un sistema que rescate, ante todo, el poder de la información sobre el de los medios de producción arquetípicos. El nuevo capital tiene como imperativo la transformación de la realidad social de los países latinoamericanos, y para ello, el Estado –mole cansina que ralentiza cualquier atisbo de libertad– ha de asumir un nuevo rol, completamente distinto al enarbolado por el primer gobierno de García, allá por la salvaje década de los 80. Hoy, en plena sociedad del conocimiento, García apuesta por un Estado que autolimite impulsos demagogos y complejos reguladores. El presidente peruano busca, en suma, liquidar del inconsciente colectivo lo que él denomina, desde hace unos meses, el «síndrome del perro del hortelano».
Alan, que gusta de pergeñar sus ideas en libros y novelas –El mundo de Maquiavelo es un ejemplo de esa veta literaria poco conocida del líder aprista– fue seducido recientemente por el universo del periodismo. Así, como un columnista más, en sendos y contundentes artículos, ha desatado una querella ideológica que rememora las grandes disputas del pensamiento peruano del novecientos, cuando prohombres de la talla de José Carlos Mariátegui, Víctor Andrés Belaúnde y Luis Alberto Sánchez se enzarzaban en combates legendarios que perfilaron la praxis política del Perú durante casi todo un siglo.
El salto cualitativo del compañero García ha sorprendido a propios y extraños, que no reconocen en este Saulo del capital y las inversiones al joven de »Un futuro diferente» que preconizaba la revolución del pan con libertad y el continentalismo utópico en la acción política. Para el Presidente andino, el perro del hortelano es una mezcla pintoresca y peligrosa de progre reciclado y populista chauvinista. Se trata del sujeto que, por la razón o por la fuerza, quiere oponerse y se opone a cualquier intento de modernizar el Estado y las relaciones económicas en América Latina. Antiglobalizador, enemigo de la inversión y paladín del neoindigenismo, el perro del hortelano ni come ni deja comer. Es también, por supuesto, el militante político que se escuda en viejas ideologías –telarañas las llamó García en su periplo madrileño– con el fin de impedir la captación de nuevos capitales que permitan el desarrollo de la región con mayor desigualdad en el planeta.
Viejo enemigo de las incoherencias de un sistema económico al que se opuso una y otra vez en sus años mozos, Alan García ha pasado a defender la racionalidad de un mercado con el que se debe pactar si se pretende sobrevivir. La postura ideológica de García ha variado, es cierto, pero conviene reconocer que ha buscado en sus propias trincheras la munición para defender su metamorfosis política. Por eso, siempre, como prolegómeno a un nuevo discurso, el Presidente peruano cita a Lenin y afirma que el perro del hortelano debe, si es de la izquierda ortodoxa y pura, recordar las letras de Vladimir Ilich Uliánov en Capitalismo de Estado e impuesto de especie: »Han de venir los capitalistas, ganarán mucho, pero nos enseñarán el camino de la técnica y el desarrollo». Este cambio de rumbo del líder bolchevique –espléndido, según el Presidente peruano– le ha servido a García para reciclarse entre los paladines del capital y el mercado, las inversiones y el libre comercio. Armado con esta cita, Alan le recuerda a esa izquierda que aún sobrevive en tierras macondianas, pactando con tiranos y césares pseudo democráticos, que el perro del hortelano jamás gobernará en democracia si se desgañita gritando »ni un paso atrás» cuando el propio Lenin aconsejaba: «un paso atrás para dar dos adelante».
Estas son las nuevas armas teóricas de lo que algunos analistas llaman la izquierda realista de Latinoamérica. Lo cierto es que no le falta razón a García al señalar el inmenso daño que una excesiva ideologización ha provocado en la economía de nuestros países. Millones de hectáreas ociosas, cientos de miles de trabajadores y recursos inmovilizados y todo ello, según el peruano »por el tabú de ideologías superadas, por ociosidad, por indolencia o por la ley del perro del hortelano que reza: si no lo hago yo, que no lo haga nadie». Pese a quien le pese, el Presidente peruano ha dado en el clavo. El líder del APRA se lanza en pos de otro tipo de revolución: la del conocimiento, la de las inversiones, la de la apertura comercial. En suma, la de la socialdemocracia moderna.
García guía al APRA hacia los derroteros de la modernización ideológica. Anclados en el guevarismo trasnochado o en el populismo chavista, sus congéneres de izquierda no pueden seguirle el paso. No saben cómo. No entienden que es imperativo formalizar la propiedad, aprovechar los recursos, reactivar la mano de obra y acabar con la molicie estatal que todo lo pervierte. Países inmensamente ricos, de espíritu y materia, tienen que conformarse con sobrevivir en el limbo de la mediocridad internacional, lastrados como están por la enorme carga de la historia; una historia tan plagada de ideas y discursos como vacía de obras y criterio. Hay toda una cordillera por explotar, un mar de riquezas incalculables, una Amazonía que nos ofrece recursos para satisfacer a varias generaciones. No se trata de la explotación irracional que estigmatizó la primera ola industrial del capitalismo. Estamos, más bien, ante una oportunidad de oro en la que podemos reconvertir nuestras riquezas en crecimiento sostenible, energías renovables y estabilidad institucional. Gobernabilidad y modernización, he aquí las claves de un merecido progreso.
América Latina necesita capitales de ambición continental, que independicen a la región de la espada de Damocles del petróleo. No queremos, eso sí, ni perros del hortelano, ni pitbulls bolivarianos. El Perú, ese mendigo sentado en un banco de oro, nos señala el derrotero a seguir por todas las fuerzas políticas, con independencia de radicalismos y revisionismos estériles. Antes que cruzar espadas con el chavismo marxistoide, es menester redefinir cuál es el modelo adecuado, qué idea hemos de oponer a su argamasa de violencia y corrupción. Lo rescatable del esfuerzo de García es que, desde predios izquierdistas, enarbola el estandarte de un nuevo estilo y un nuevo paradigma. ¡Más vale tarde que nunca!, Presidente García. Celebro que, por fin, haya comprendido –y con usted un sector de la izquierda latinoamericana– que, tratándose de sabuesos, poco importa que sean galgos o podencos. Todos, todos, tarde o temprano, se lanzan a morder.
El autor es Director del Center for Latin American Studies de la Fundación Maiestas (España)
- 23 de enero, 2009
- 23 de diciembre, 2024
- 24 de diciembre, 2024
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