El hipócrita de Carlos Vera
Es el presidente de la república.
El otro día como consecuencia de una entrevista hecha en canal uno al mandatario, Carlos Vera replicó y se refirió al presidente como hipócrita en varias oportunidades.
En el programa del día Domingo en canal uno, Correa se refirió al periodista en el sentido de que era inmoral, se pintaba el pelo, el bigote y las barbas, así como que también era mujeriego y matón.
En lo personal me parece, que el mencionado comunicador social con su aporte a la libre expresión del pensamiento democrático en nuestro país, ha aportado mucho más que lo que el gran insultador ha hecho por la patria en toda su vida. Con sus polémicas entrevistas y su muy particular forma de ser, ha contribuido desde su posición a fortalecer la convivencia democrática en nuestro Ecuador. Hombre brillante pero a veces pretencioso de su poder en los medios de comunicación, nadie le puede negar que haya hecho un periodismo guiado exclusivamente por sus propias convicciones. Lo ha realizado siempre en forma vehemente y apasionada al extremo. De Carlos se pueden decir muchas cosas; menos que su conciencia haya podido ser comprada, simplemente por que no tiene precio.
El primer calumniador de la patria otra vez ha arremetido contra la vida personal de quienes no quiere. Lo ha hecho con el periodista y con Margarita Arosemena. A esta última le dijo arpía, cuando contestó a la pregunta hecha por Bernard de porqué se había referido a ella como vieja pelucona.
A estas alturas del partido y después de todos los reclamos, el término arpía no fue usado por inmadurez presidencial, sino por una dosis de gran perversidad que denota una terrible falta de hombría.
Solo un hombre que carece de las neuronas necesarias para debatir ideologías, recurre a la bajeza de meterse en la vida privada de sus oponentes.
Los loros belicosos no valen nada como seres humanos.
Correa volvió a insultar a una mujer.
Lo hizo haciendo gala de la prepotencia y la patanería que se escuda en la impunidad que le otorga su circunstancial cargo.
Estoy seguro de que los hijos de la dama agraviada se ven frenados e impotentes en sus reclamos para defender el honor de su madre, por que les es imposible retar como varón al impune mandatario para castigarlo como se lo merece por irrespetar a su progenitora.
Con estos aires de infamador, a lo mejor también le dice vieja decrépita a su tía octogenaria, por haber escrito en diario El Universo que no esta de acuerdo con sus insultos, ni los ataques constantes a la ciudad de Guayaquil.
Puede ser que el primer burócrata de la patria genéticamente sea un hombre, pero en su comportamiento no es un varón.
Y no lo es; por que ningún varón que se precie de serlo se expresa peyorativamente de una dama. Tampoco mucho menos ratifica con nuevos insultos los procacez términos anteriormente usados.
Este odio a las mujeres ya parece sospechoso, a sí como sospechosas son sus camisitas bordadas.
En la manifestación de Guayaquil hubo por lo menos doscientas mil mujeres guapas y bien contorneadas; pero Correa solo tuvo ojos para acabar mirándole el pecho al alcalde.
Lo mismo pasa con los periodistas. Debe haber igual número de mujeres y hombres en esa profesión y sin embargo, solo acabó mirándole el pelo, los bigotes y las barbas a Carlos Vera.
¿Que es esto?… ¿proyección, envidia o atracción?
Sea lo que sea, no es aceptable que un presidente se la pace mirando el pecho o el pelaje de los hombres, cuando debería permanecer sentado trabajando y solucionando los graves problemas que tiene el Ecuador.
Correa es un acomplejado lleno de resentimientos sociales que proyecta a través de sus insultos, los confrontamientos que genera y las amnistías que pide para las mulas.
Tras esa sonrisita fingida que va seguida de movimientos temblorosos de asentimientos con su cabeza después de cada cosa que habla, se esconden graves desarreglos de la personalidad de un individuo que resultó ser bueno para ofrecer de todo, pero en realidad resulta un fiasco para cumplir con lo ofrecido.
Correa es buenísimo para estar presente en todos lados.
Parodiándolo con Dios, es casi igual que él, ya que está en todas partes, pero nadie lo puede ver en Carondelet.
El Ecuador cada día está peor.
Los que defienden al presidente y dicen que su estilo obedece a un cambio, también cambiarán de opinión.
A nombre de la transformación irreversible, no se puede aceptar que se cambien los valores morales de cómo tratar a las damas o el respeto hacia la honra ajena.
A los aduladores del autócrata no les queda nada más que cual manada de borregos aplaudir, festejar y fingir que todo lo que dice el presidente es gracioso.
Eso sí, cuando llame viejas peluconas o lo que sea a sus madres, se les acabarán las sonrisas.
Por eso mis amigos; el presidente de la república es el hipócrita de Carlos Vera. Ahora para nuestra suerte debemos estar contentos…la hipocresía ya es de todos.
- 23 de enero, 2009
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