Shenzhen
En una reciente visita a seis ciudades de la República Popular China, tuvimos la oportunidad de apreciar el fenómeno del desarrollo chino en múltiples dimensiones y de fascinarnos con el acelerado progreso económico y social, pero la experiencia que nos produjo el mayor asombro y curiosidad fue conocer Shenzhen, una ciudad ubicada a pocos kilómetros al norte de Hong Kong, que se ha convertido en ejemplo para el resto del mundo por su explosivo crecimiento.
Shenzhen fue la primera área geográfica designada como Zona Económica Especial de China en 1980, dos años después de iniciadas las reformas económicas bajo el liderazgo de Deng Xiaoping. Para entonces, los experimentos de Mao Zedong habían dejado una situación de empobrecimiento y deterioro general grave, y se hacía indispensable una mayor inversión privada para alcanzar un mínimo de desarrollo industrial. Luego de 30 años de elevado control estatal de la economía, Deng emprendió la instalación de Zonas Económicas Especiales en cuatro localidades: Shenzhen, Zhuhai y Shantou (en la provincia de Guangdong), y Xiamen (en la provincia de Fujian); estableciendo políticas dirigidas a la flexibilización de normas laborales, incentivos fiscales y una mayor independencia administrativa local.
El caso más fascinante y representativo que resultó de esta política es Shenzhen. De ser un pequeño pueblo agrícola en 1978, con aproximadamente 20.000 habitantes y apenas 26 fábricas, en tan sólo 20 años se convirtió en una bella y moderna ciudad de 10 millones de habitantes, llena de torres empresariales, fábricas y llamativos complejos residenciales. Durante este período, la tasa de crecimiento anual ha llegado a 32% y el producto per cápita superó los 4.000 dólares. La ciudad ha incrementado su capacidad y sofisticación tecnológica, convirtiéndose en un centro de industrias “hi-tech” que hoy produce más del 70% de las pantallas de cristal líquido, 33% de los teléfonos celulares y 30% de las computadoras personales de toda China. Es sede de empresas líderes como Huawei, ZTE, Skyworth, BYD, Neptunus y Haier. Además, la participación de empresas privadas ha trascendido el sector primario de la economía, alcanzando exitosamente sectores como las finanzas, las telecomunicaciones, la salud, la cultura, la educación y el deporte.
Estos resultados muestran solamente una parte de un desempeño nacional chino cada vez más brillante. En los últimos años ha mejorado la calidad de vida y el nivel educativo de cientos de millones de chinos, la clase media ha proliferado notablemente y más de 400 millones de personas han salido de la pobreza absoluta desde 1981, entre otros logros. Desde hace tres décadas China crece a una tasa anual del 10%; de mantenerse estos niveles, de acuerdo a The Economist (Economics: Making Sense of Modern Economy, Londres, 2006), antes del año 2020 el producto interno bruto chino habrá superado al estadounidense.
Sin embargo, el progreso chino ha tenido costos elevados: restricciones políticas, impactos ambientales, corrupción administrativa, conflictos urbano-rurales, criminalidad e inseguridad social, etc. En el plano económico, un problema fundamental es el aumento consistente de la desigualdad de ingreso. A pesar de la disminución de la pobreza, millones de chinos no han podido beneficiarse del crecimiento, lo cual ha provocado migraciones fuertes de zonas rurales a zonas urbanas, así como del interior a las regiones costaneras, que presionan las tasas de desempleo y el déficit habitacional.
Sin desconocer todos los problemas que acompañan este fenómeno de desarrollo económico, las evidencias invitan a reflexionar sobre la importancia que las libertades económicas y la inversión privada tienen para el progreso. Pero no compartimos la concepción simplista según la cual existen recetas o modelos de políticas económicas, que simplemente copiándolos resolverían nuestra situación o producirían prosperidad de forma automática. Los chinos más bien han actuado con prudencia y han implementado medidas de forma astuta, progresiva y ajustada a sus realidades. La defensa de sus intereses frente a inversionistas extranjeros es siempre clara, pero también lo son las reglas de juego en que se basan tales inversiones.
Este crecimiento envidiable y sostenido es una muestra más del valor de la libertad, que permite el desarrollo de las personas y de su iniciativa. Un esquema equilibrado de libertades en el terreno económico propicia la protección de la justicia, la satisfacción de las necesidades materiales y la colaboración en la búsqueda del bien común.
El autor es economista
- 23 de julio, 2015
- 28 de enero, 2025
- 27 de enero, 2025
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