EE.UU.: El rompecabezas de la vicepresidencia
Por George Will
Diario de América
De no ser por la Decimosegunda Enmienda, ratificada el 15 de junio de 1804, los candidatos presidenciales podrían, y probablemente preferirían, presentarse en solitario, sin verse lastrados por molestos compañeros vicepresidenciales, que pueden ser vergonzantes. Desafortunadamente, la elección presidencial de 1804 tuvo lugar.
Fue «una magnífica catástrofe» (ese es el título de un espléndido libro nuevo acerca suyo, obra de Edward J. Larson, de la Pepperdine University). Mientras cristalizaba el sistema bipartidista, inesperado por los demás previsores Redactores de la Constitución, Thomas Jefferson y Aaron Burr recibían por separado la misma cifra de votos electorales. Esto dio al traste con el plan de los Fundadores de elegir a los presidentes sin tener candidatos a la vicepresidencia. Bajo su plan, que funcionó bien durante tres elecciones, el candidato presidencial con la segunda cifra más elevada de votos electorales — John Adams en dos ocasiones, después Jefferson — se convertía en vicepresidente.
A la Cámara de Representantes le costó 36 votaciones y hasta el 17 de febrero de 1801 romper la unión Jefferson-Burr y hacer presidente a Jefferson. Lo cual es el motivo, antes de las elecciones de 1804, de que se redactara la Decimosegunda Enmienda, con el fin de exigir que los votos electorales fueran depositados “por presidente y vicepresidente» con la expectativa de que los candidatos se presentasen por la lista de un partido, y el motivo de que Barack Obama o Hillary Clinton vayan a necesitar un candidato acompañante.
Ambos podrían necesitar al mismo hombre blanco. O quizá Obama necesite uno diferente. En cualquier caso, considere la probable lógica de sus elecciones.
La política presidencial, al igual que el fútbol, es simple en sus objetivos pero compleja en su ejecución. El juego consiste en llegar a los 270 — votos electorales, claro. La persona que se hace con la candidatura presidencial evalúa (superficialmente en ocasiones) si este o aquel candidato potencial sería un presidente excepcional (¿John Nance Garner? ¿Henry Wallace? ¿Alben Barkley? ¿Johnn Sparkman? ¿Estes Kefauver? ¿Bill Miller? ¿Spiro Agnew?). A continuación el candidato presidencial evalúa seriamente si este o aquel candidato a la vicepresidencia contribuiría de manera decisiva en una competición reñida en un estado con una cifra significativa de votos electorales. Vaya, hablando de Ohio…
En el 2000, George W. Bush venció a Al Gore con 271-266 votos electorales. Si no hubiera ganado en Ohio, lo cual hizo con el 50% del voto popular, habría perdido. En el 2004, ganó a Kerry 286-251. Sin los 20 votos electorales de Ohio, que Bush ganó 51-49, Kerry sería presidente. A causa de diversos escándalos y torpezas, el Partido Republicano de Ohio causó tal desastre que en el 2006 Sherrod Brown, congresista, derrotaba Senador Republicano titular, Mike Dewine, y otro congresista, Ted Strickland, se convertía en gobernador.
Obama necesita un candidato que sea mayor que él (46 años), que no se encuentre en Washington, que tenga experiencia ejecutiva y experiencia en seguridad nacional, que proceda de un estado bisagra, y de una cohorte demográfica que los candidatos presidenciales Demócratas tienen perdida en cada una de las elecciones desde 1964 — los varones blancos. Strickland, que tendrá 67 años en agosto, es el hijo de un trabajador siderúrgico y primer Demócrata elegido para la gobernación de Ohio desde 1986. Es un ministro metodista ordenado que nació y fue criado en, y que está representado en el Congreso, el Ohio apalache conservador del sudeste. Tiene todo lo que necesita Obama — hasta una calificación sobresaliente de la Asociación Nacional del Rifle — excepto experiencia en seguridad nacional.
Clinton también necesita Ohio, y está en deuda con Strickland, que la ayudó a ganar en las primarias. En política, la gratitud es opcional, pero es una sorpresa agradable.
¿De dónde compensaría McCain la pérdida de votos electorales de Ohio? Quizá podría devolver New Hampshire a los Republicanos: ha ganado sus primarias en dos ocasiones, y fue uno de los solamente tres estados — siendo los otros Iowa y Nuevo México — que cambiaron de alineamiento partidista entre 2000 y 2004 (cuando Kerry ganó con el 50%). Pero New Hampshire tiene apenas cuatro votos electorales. Quizá se puedan sacar otros 16 de alguna parte, pero llegado el otoño, tener Ohio fuera de su alcance situaría a McCain en problemas serios.
Si, no obstante, McCain, cuyos puntos fuertes y única competencia se refieren a la seguridad nacional, tiene éxito convirtiendo estas elecciones en unas elecciones de seguridad nacional — y si no lo tiene, pierde casi seguro — Obama podría considerar un candidato diferente: Sam Nunn, de 69 años, el ex senador por Georgia de cuatro mandatos. Ganar los 15 votos electorales del estado en noviembre sería difícil hasta con Nunn en la lista electoral. Aun así, el valor de presentarse con Nunn, que presidió el Comité de las Fuerzas Armadas del Senado, sería sustancial.
Pero no más sustancial que los beneficios de, en agosto, quitar Ohio del alcance de McCain en noviembre. Eso liberaría tiempo y dinero de Obama o Clinton que utilizar en otros lados y obligaría a McCain a emplear tiempo y dinero en otros, y problemáticos, estados. La elección de Strickland sería, en terminología militar, un multiplicador de fuerza.
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