Smiley pacta

Por Carlos Rodríguez Braun
ABC

Leo en El País: «Zapatero convocará a sindicatos y empresarios para concertar un pacto contra la desaceleración económica y para el pleno empleo». Mientras otras actitudes de Smiley han provocado la usual reacción de estupor y náusea, todo el mundo parece dar por sentado que ante los males económicos conviene pactar.

Asombroso. ¿No acaba de pactar Smiley con el pueblo soberano? Parece que estamos en un mundo corporativista: el voto es mera formalidad, y los pactos no los concierta el poder con la ciudadanía, a través de pocos principios claros expuestos en un programa electoral.

Al contrario, aquí el voto democrático sólo sirve para determinar quién manda, y a continuación el que manda establece los acuerdos importantes, con «lobbies» variopintos de representatividad variable e inmunidad democrática.

Esto revela las contradicciones a las que se expone la mal llamada democracia liberal, porque es democracia, pero su liberalismo es ficción, puesto que la libertad no es un principio que el poder se compromete a mantener, sino algo que negociará con los también mal llamados «agentes sociales», como si los ciudadanos entregáramos a esos grupos de presión nuestra propia capacidad de obrar.

Dirá usted: es mejor pactar que imponer. No se equivoque: aquí siempre se trata de imponer.
Smiley no quiere dejarnos en paz, sino recortar nuestra libertad sin recortar su propia legitimidad política: para eso se juntará con sindicatos y CEOE, es la foto del pacto lo que busca. Si las cosas vienen mal dadas, siempre podrá argüir que él hizo todo lo posible. Con talante.

Insistirá usted: todos los partidos lo hacen, y siempre pueden pactar cosas buenas, aunque después nos las impongan. Lo primero es cierto, aunque nada prueba y poco consuela. Y lo segundo es la clave. En efecto, se puede pactar el respeto a la libertad, a los contratos voluntarios y a la propiedad privada. Ahora míreme a los ojos y dígame: ¿cree usted que eso es lo que está en la mente de Smiley?